La llegada de Otto Sonnenholzner a la Vicepresidencia y la eliminación parcial de los subsidios revela dos elementos claves para entender cómo será el 2019:

1.- El verdadero poder ya no está en manos de Lenín Moreno: la derecha oligárquica, más el aparato tecnocrático al servicio de la derecha serrana (entiéndase la banca y las cámaras) y un grupo de “acostistas” en la Corte Constitucional, Consejo de Participación Transitorio y en la Defensoría del Pueblo, son los verdaderos administradores y con esa “distribución” de cargos y prebendas queda maquillada la supuesta pluralidad y “gobernabilidad”. Por eso Moreno puede vanagloriarse de tomar “medidas duras” sin que corra riesgo su puesto. Lo dice ante los militares, con la banda presidencial y con el aplauso de la prensa.

2.- En adelante el “primer mandatario” bien puede retirarse, tras hipotéticamente operarse en Japón o EE.UU. y con ello justificar (por causa de su salud) la salida del gobierno, heredar a su nuevo Vicepresidente el cargo y de ahí en adelante vivir inmune e impune a todo lo que ha realizado hasta ahora, entre lo más grave ser el responsable político de la muerte de tres periodistas y trabajadores de El Comercio, la debacle económica del país, el evidente entreguismo a una embajada y una serie de irregularidades que solo por tener de lado al aparato mediático conservador la ciudadanía no lo conoce ampliamente.

Entonces, afrontamos ahora la desaparición del gobierno de Alianza PAIS por el que votaron no únicamente los correístas, como quieren hacer creer los actuales gobernantes y sus variopintos aliados políticos. En adelante el programa de gobierno está en manos de Santiago Cuesta, los Ruptura, Richard Martínez y el puñado de delegados de Jaime Nebot en el gabinete. Ni siquiera Elizabeth Cabezas cuenta en la estructura de poder y jamás será considerada una aliada por más esfuerzos que haga por mostrarse leal a Moreno.

Igualmente queda claro que María Alejandra Vicuña no era Vicepresidenta ni una pieza dentro de ese esquema político. En alguna ocasión ya lo dijimos: no fue consultada, mucho menos atendida como segunda mandataria y, salvo por los privilegios del cargo, (puestos para sus familiares, uso del avión para paseos con su novio, presencia en cenas y reuniones de la pelucolandia “pobre” de Guayaquil) fue una figura decorativa que arrastró a las colegas del gabinete que pelearon por ella y ahora le dan espalda: Alexandra Ocles, Rossana Alvarado, Verónica Espinosa, entre otras. La llegada de María Paula Romo al Ministerio del Interior estaba claro que también tenía el propósito de desplazar a Vicuña. Y lo hizo con su coideario Juan Sebastián Roldán, en plena coordinación con Sebastián Corral y su canal privado pero oficial Teleamazonas.

No olvidemos un detalle: Richard Martínez, en su paso por la Cámara de Industriales de Pichincha, tuvo de asesor a Juan Sebastián Roldan cuando ninguno era funcionario público. Romo ha colocado a sus amigos y socios de los proyectos de la USAID en cargos clave y desde ahí controla, bajo el monitoreo de la consabida embajada, la aplicación puntual de la “descorreización”, la limpieza de los “topos” correístas y, por supuesto, la anulación del mismo Moreno para que “no meta la pata” en sus declaraciones ni en los favores con sus amigos y parientes.

Osvaldo Jarrín, como “topo” de los aparatos de seguridad mundiales, controla el sector militar y articula con los verdaderos operadores políticos buena parte de la persecución, represión y aniquilamiento de la oposición; además de desarrollar la acción de inteligencia contra el narcotráfico y el crimen organizado.

Por eso cabe la pregunta: ¿Si ahora Otto administra el Ejecutivo con la coordinación de los seis sectores, quién gobierna nuestro país? La respuesta está seguramente en el segundo párrafo de este artículo.

Queda a la disposición el análisis, pero también cabe preguntar: ¿por qué ahora Otto recupera para el Ejecutivo el modelo de administración creado por Rafael Correa, que se llamaba ministerios coordinadores? ¿No todo lo que hacía el ex mandatario era malo? ¿Es que por rechazar todo lo que oliera a correísmo botaron lo que tuvo eficiencia y dio sentido a la administración pública?

Por cierto, si todo lo hacen bien, si son tan buenos gobernando para eliminar el correísmo y el país camina por una buena ruta, ¿por qué las encuestas no cuadran con esa lógica y ese mapa político? Y también: ¿por qué en privado los derechistas más fanáticos recelan de los Ruptura, de Jarrín, de Otto y de todo lo que acompaña por ahora a Moreno?

Así queda el panorama para cerrar el 2018, año de la peor administración pública, de la más grave desinstitucionalización y la inducida debacle económica.

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