Hace algunos años en una clase universitaria, mientras les presentaba a mis estudiantes a Paul Watzlawick y sus aportes a la corriente constructivista y en especial a la teoría de la comunicación, se produjo una memorable anécdota que ahora comparto con ustedes:
Estábamos hablando de los cinco axiomas de la comunicación humana y uno de ellos se expresa poniendo “es imposible no comunicarse”. Watzlawick plantea que todo lo que hacemos o lo que dejamos de hacer, lo que decimos o lo que dejamos de decir, absolutamente todo tiene un efecto comunicacional.
Algunos estudiantes me miraban escépticos, otros argumentaron que si se abstenían de hablar no estarían comunicando mensaje alguno y se produjo un muy saludable intercambio de argumentos que yo pretendía llevar hacia la confirmación del axioma.
En medio de esto, desde el fondo de la clase, Mauricio, uno de los estudiantes más destacados, se puso de pie en absoluto silencio y con la mirada en la nada, se levantó y salió del aula de forma sigilosa, silenciosa, como si levitara.
Una vez finalizada la clase, Mauricio se me acercó y me dijo “el axioma es falso, con mi ausencia yo logré demostrar que sí es posible no comunicar”. Los estudiantes que aún quedaban en el aula y lo escucharon me quedaron mirando, callados. Les devolví una mirada cómplice en medio del silencio. Y sin decir nada más, nos fuimos.
Lo que no sabía Mauricio es que después de su sigilosa salida del aula, el resto del tiempo de clase nos pasamos hablando de él, de su mensaje, de su intención, de su estilo, etc. y de cómo aquello demostraba que es imposible no comunicar.
Me he recordado de Watzlawick y de la anécdota porque el pasado martes 19 de febrero el país se empezó a enterar del caso denominado InaPapers, que involucra al presidente Moreno, a uno de sus hermanos y a un amigo personal de vieja data en la constitución de una empresa offshore en una guarida fiscal, en la recepción de pagos de una empresa contratista con el Estado y en las compras de bienes muebles e inmuebles fuera del país.
Por el involucramiento personal del Presidente de la República este es, por mucho, el caso de corrupción más delicado de lo que va del siglo. Veamos ahora cómo fue abordado por los principales medios de comunicación privados y públicos del país:
Nada. Silencio absoluto.
¿Qué nos comunica el silencio de la prensa? ¿Qué mensaje resuena en el silencio? ¿Qué metatextos subyacen en sus páginas llenas de otras noticias? En su esfuerzo de no-comunicar, algo están comunicando.
La búsqueda de respuestas a estas preguntas me lleva a comentarles que hace pocos días, en una conferencia titulada “Prensa e higiene mental” presenté, a manera de ejemplo, doce portadas de periódicos ecuatorianos correspondientes a los días en que el Gobierno Nacional anunció el alza del precio de los combustibles. En once de ellos se omitieron fotografías del presidente Moreno y de sus ministros, y en todos se evitaba decir que el Gobierno Nacional había decidido el alza, por tanto, usaron frases como “el galón de gasolina subirá 37 centavos” o “la gasolina despide el año con subida”.
La ausencia de las fotografías de Moreno y sus ministros, así como la omisión de sus nombres en los titulares son también una forma de silencio, pero entrañan de forma ineludible, como sentencia el axioma de Watzlawick, un mensaje.
Los silencios y las omisiones son una forma de comunicación. Si no estamos extremadamente alerta nos podemos quedar con la idea de que los InaPapers jamás ocurrieron o que son tan poco relevantes que no se justifica hablar de ellos. ¡Ese es el mensaje que la prensa cínica, mercenaria y demagógica pretende comunicar con su silencio!
El veneno de la desinformación no solo se inocula a través de titulares y de fake news; también los silencios y las omisiones infectan a una sociedad.
Estas líneas y este portal existen, entre otros propósitos, para alertar, para encender luces, para desenmascarar, para subir el volumen, para hincar el lomo de la yegua de nuestra Atenas que es Ecuador, para darle el nivel excremental que tiene el trabajo del sector de la prensa que está coludida con el Gobierno Nacional y la lumpenburguesía.
Desde la más biológica de las acepciones, el silencio de los grandes medios de comunicación es escatológico.