Por Luis Varese
“Los policías Sandinistas serán los centinelas de alegría del pueblo”, esta frase de Tomás que se ha repetido mil veces y yo mismo la he escrito centenares de veces, refleja no una consigna, no es solamente poesía (que ya sería mucho) es una concepción de la seguridad ciudadana que escapa al entendimiento de la mayoría de los estudiosos del tema. Que es ridiculizada por las concepciones securitistas y militaristas de la mayoría de las policías del Mundo, si es que la conocen.
El primer Ministro del Interior, de la Revolución Popular Sandinista, el Comandante Tomás Borge Martínez tuvo el encargo, entre varios otros, de crear la Policía Sandinista. La Revolución había triunfado, había perdonado y liberado a miles de guardias somocistas, mandándolos a Honduras bajo la protección de la Cruz Roja Internacional. Había abolido la pena de muerte y desde los primeros meses debió enfrentarse a la contrarrevolución armada. La nueva Policía podía ser un ente altamente represivo y violento y a nadie le hubiera asombrado.
Tomás optó por encarnar al hombre nuevo como Ministro, por ser el jefe de una extraordinaria fuerza compuesta por antiguos combatientes, hombre y mujeres, con vocación revolucionaria, con práctica revolucionaria, con amor a la Patria. Un grupo de hombres y mujeres que debían de expulsar del corazón y las mentes de los ciudadanos y ciudadanas, a la imagen de la odiosa y odiada Guardia Nacional somocista. Había que borrar esa imagen y sustituirla por los “centinelas de la alegría del Pueblo”. Debía ser eficiente, efectiva, en el combate al robo, el asesinato, la violencia y a la vez desarrollar la contrainteligencia capaz de derrotar al enemigo alimentado, creado, fortalecido y financiado por el Congreso de los EEUU, siempre cargado con el odio y envidia, contra ese pequeño paisito rebelde e irredento en la defensa de su Soberanía Nacional.
Tomás lo logró. Creó una doctrina de seguridad ciudadana, basada en la participación popular, la solidaridad, el amor a la Patria entendida como todas y todos los que habitan el territorio nacional, en la defensa de la Soberanía y en el respeto a los derechos de las humanas y los humanos. Basada en el pensamiento sandinista, en los principios sandinistas. Esto que pareciera literatura militante, es una realidad militante, hasta hoy día, cuarenticuatro (44) años después.
Claro que contó con extraordinarios cuadros en su equipo, como Doris Tijerino o Lenin Cerna, por mencionar a dos de ellos. Claro que contó con la experiencia cubana y el apoyo de combatientes internacionalistas que se jugaron la vida y la libertad en las tareas de contrainteligencia. Pero y sobre todo impuso la concepción sandinista de la participación popular y de la justicia redistributiva y soberanista en la relación pueblo-policía. Claro que contó con el conjunto de la Revolución Popular Sandinista y en su segunda etapa, con el respaldo pleno del Comandante Daniel Ortega y la Dirección Nacional del FSLN.
Hoy, en un Continente donde el asesinato por cada 100 mil habitantes tiene el promedio más alto del mundo, Nicaragua se mantiene en un índice de los más bajos del mundo: 8 homicidios por cada cien mil habitantes. Extrañamente los éxitos de la Policía Nacional de Nicaragua, no aparecen en las estadísticas ni en los estudios sobre este tema, de la mayoría de los centros de investigación. Nicaragua comparte frontera con Honduras y El Salvador y no tiene Maras, salvo cuando las importa la oposición para asesinar a ciudadanos y ciudadanas como ocurrió en el 2018. En Nicaragua no hay secuestros, ni “vacunas”, y el índice de robos a domicilio es el más bajo de Centroamérica. Ni siquiera 17 años de neoliberalismo, 1990 a 2007, lograron derrotar el espíritu de la Policía Sandinista, hoy Policía Nacional.
Es fundamental para las policías de los gobiernos progresistas y para las Nuevas democracias populares del Continente, estudiar la doctrina de Seguridad Ciudadana inventada en la teoría y en la práctica por la Mente Revolucionaria de Tomás Borge como Ministro del Interior y aplicada por la Revolución Popular Sandinista y que hasta hoy pervive y persiste con éxito contundente y demostrable en cifras y estadísticas.
Tomás, que cruzó el gran Río hace 11 años, vive como Poeta, como líder Revolucionario cada vez más grande, como el Diriangén del Abya Yala, como factor de unidad en la izquierda y como desfacedor de entuertos, generando acuerdos entre culturas y pueblos diversos, como en la Costa Atlántica de Nicaragua. Vive como padre amantísimo de hijas e hijos, como esposo enamorado y como compañero solidario de todos nosotros. A todo ello hay que añadirle que vive con su gran contribución teórica y práctica a la concepción seguridad ciudadana, tan necesaria hoy día y tan poco estudiada por los especialistas en el tema.
Seguridad y solidaridad, dos conceptos que, aunque no estén expresados de esta manera, existen y son el propulsor de la práctica tremendamente exitosa de Tomás Borge, Ministro del Interior y de la Policía Nacional de Nicaragua aún hoy, 44 años desde su inicio y a 11 años del viaje físico de nuestro querido Comandante.