La barbarie ha llegado a Ecuador y se está quedando de 12 de levantamiento y brutal represión… O más bien la barbarie no ha salido de Ecuador desde la llegada de los europeos hace 500 años. Sólo ha subido a un grado de crueldad y de cinismo escandaloso además de mortal, con insultos racistas, una decena de muertos, desaparecidos, más de mil heridos y otro tanto de presos. No es menos escandaloso leer en las redes sociales: “¡A lo indios hay que darles balas!”… lo que se está haciendo con la venia de los ministros de defensa y de gobierno. O escuchar: “¡A mí, lo que pasa en el país, no me importa un bledo!”… y cuantas cosas más. Esta maldad tiene su antídoto: Nos alegra toda la solidaridad que se manifiesta por todas partes y los gritos de “¡Que se vaya todos!”. Estamos hartos de esa podredumbre vergonzosa y maloliente: ¡Es demasiado! Por muchas partes del mundo vienen las condenas. Pero nuestras supuestas ‘élites’ se han vuelto ciegas y sordas por la ambición del poder y del dinero: Defienden la democracia que a ellas les beneficia. En muchos países latinoamericana, la gente ya no aguanta más.
Demos un paso más: no nos quedemos sólo en descontentos, denuncias, protestas y condenaciones. El desafío es cambiar. Sólo se cambia lo que se sustituye. Es el sistema capitalista con la CIA (Central de Inteligencia norte Americana), jefa máxima, que provoca y programa lo que está pasando: ¿Por qué la embajada y los expertos en asesinar de los Estados Unidos están tan callados? Están muy satisfechos, como lo dijo el presidente norteamericano… ya que, junto al FMI, se les abrió grandes las puertas del Ecuador: “¡Nuestros mejores amigos!”, decía en su tiempo el presidente Lucio Gutiérrez. Perverso es este sistema y hay que cambiarlo, cambiando personal y colectivamente nosotras y nosotros… porque si no cambiamos más peor se va a poner la realidad… Es que eso es diabólico, y el diablo no se detiene en su maldad.
Sí, no basta protestar. Hay que, por una parte, organizar alternativas y, por otra, empezar a ponerlas en práctica ya. Digamos claramente, sin reservas, sin miedo ni disimulaciones: Todas estas alternativas apuntan al socialismo, palabra prohibida, satanizada. “Socialismo del Bien Vivir, Civilización del Amor, Tierra sin males…” o cómo queremos llamar la sustitución del capitalismo destructor de las personas, los pueblos y la naturaleza.
Tenemos que ser claros y valientes. No hay más que 2 caminos: ¡Socialismo o barbarie! Hoy estamos en la barbarie la más salvaje: eso es evidente hoy. Las protestas contra el sistema capitalista se han hecho mundiales: Millones de jóvenes están protestando en más de 160 países por la emergencia climática global causada por el sistema capitalista global. Las palabras de su líder, la joven noruega Greta, son contundentes: “Me han robado mis sueños y mi juventud con sus palabras vacías… Nos están fallando, pero los jóvenes están empezando a entender su traición. Si eligen fallarnos, yo les digo: nunca les perdonaremos. Pero les guste o no, el cambio viene”. Es cierto, pero ¡alerta con la bestia herida!
Vamos a recordar la famosa y silenciada carta que los obispos nicaragüenses escribieron unos 2 meses después del triunfo de la revolución sandinista en julio de 1979. “Si socialismo significa, como debe significar, preeminencia de los intereses de la mayoría de los nicaragüenses y un modelo de economía planificada nacionalmente solidaria y progresivamente participativa, nada tenemos que objetar. Un proyecto social que garantice el destino común de los bienes y recursos del país y permita que, sobre esta base de satisfacción de las necesidades fundamentales de todos, vaya progresando la calidad humana de la vida, nos parece justo. Si socialismo implica una creciente disminución de las injusticias y de las tradicionales desigualdades entre las ciudades y el campo, entre la remuneración del trabajo intelectual y del manual; si significa participación del trabajador en los productos de su trabajo, superando la alienación económica, nada hay en el cristianismo que implique contradicción con este proceso. Si socialismo supone poder ejercido desde la perspectiva de las grandes mayorías y compartido crecientemente por el pueblo organizado, de modo que vaya hacia una verdadera transferencia del poder hacia las clases populares, de nuevo no encontrará en la fe sino motivación y apoyo. Si el socialismo lleva a procesos culturales que despierten la dignidad de nuestras masas y les comunique el coraje para asumir responsabilidades y exigir sus derechos, se trata de una humanización convergente con la dignidad humana que proclama nuestra fe.” ¡Lo escrito queda escrito!
Es hora de mantener y fortalecer la esperanza activa y la resistencia no violenta activa y colectiva en estos tiempos de crisis. “Estamos frente a un ‘desafío de civilización’ en favor del bien común… Confirmemos nuestro empeño en cultivar un desarrollo humano integral, para asegurar a las generaciones futuras una vida mejor. El futuro es de ellas, no nuestro… ¡Dignidad para los débiles, justicia entre los pueblos y futuro para la casa común!”, acaba de afirmar el papa Francisco. Los mestizos y los blancos descolorados, ¿seremos capaces de apoyar a los indígenas y jóvenes que han decidido emprender lo que no hemos sido capaces de lograr? Más tarde comience el socialismo, más brutal crecerá la barbarie del capitalismo: Miremos Haití, Honduras, Colombia, Irak, Afganistán, Libia, Siria…
Dice la Biblia en Génesis: “¡Caín! ¿Qué has hecho con tu hermano?” Y el Deuteronomio: “Mira que te he ofrecido en este día el bien y la vida, por una parte, y, por la otra, el mal y la muerte… Escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia.”