Por Rodrigo Rangles Lara
La irresponsable manipulación mediática, el irrefrenable deseo de dominación y el acostumbrado apetito de asaltar riquezas ajenas puso, nuevamente, en videncia la belicista política norteamericana y, la de algunos de sus aliados de la OTAN, cuando pretenden imponer bases militares en Ucrania, con una radical oposición de Rusia que siente afectada su seguridad.
Es archiconocida la práctica mediática engañosa que antecede a la materialización de los objetivos estratégicos norteamericanos desatando, en este caso, una verdadera histeria guerrerista en el pueblo ucraniano, sobre una supuesta “invasión rusa” pregonada desde hace meses, una y otra vez, sin visos de producirse.
Al respecto, el sitio www.monofalabama.org (MOA)reveló que Estados Unidos manipula a los aliados de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), presentando “información falsa de inteligencia sobre ataques de Rusia contra Ucrania” e inventándose que “Rusia planea la instalación de un gobierno pro Kremlin en Ucrania”.
Los gobernantes norteamericanos y sus poderes fácticos sienten que Rusia, desde la perspectiva tecnológica militar, y China, en el ámbito económico, amenazan su hegemonía geopolítica mundial y, en esa perspectiva, buscan – en palabras de Sergey Lavrov ministro de Asuntos Exteriores de Rusia – “escalar la tensión para afectar el desarrollo de Rusia y luego ocuparse de China”.
El presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin, fue más claro al afirmar que “el verdadero objetivo de la guerra es la riqueza de Rusia”, tras alertar que las sanciones, movimiento de tropas, junto con otros actos descontrolados contra su país “aumentan diariamente el riesgo de una tercera guerra mundial”.
Estamos, entonces, frente a una nueva aventura de Estados Unidos usando al filo fascista gobierno ucraniano y la OTAN, intentando apropiarse de recursos ajenos, prevalido de su gigantesco poder militar, sin medir que Rusia no es uno de esos adversarios débiles a los que ha sometido fácilmente, sino que tiene al frente a una potencia atómica, dueña de una tecnología militar “con armas sin rival en el mundo”, según el propio Putin.
Tómese en cuenta, además, que hace pocos días Putin y el mandatario chino Xi Jinping, firmaron una declaración conjunta criticando la influencia norteamericana, el “papel desestabilizador” de las alianzas militares occidentales y se opusieron a “cualquier ampliación futura de la alianza atlántica”, esencia del litigio ruso con Estados Unidos y la Organización del Atlántico Norte.
El mensaje no puede ser más claro. Lo que es contra Rusia será también contra China, pues los dos países defienden “el principio de indivisibilidad de la seguridad”, esgrimido por Moscú para pedir el abandono de la OTAN de Ucrania; mientras Estados Unidos pretende imponerlo violando acuerdos específicos, al respecto, y haciendo fisga del derecho de otros pueblos.
El presidente Joe Biden, por su lado, insiste en colocar misiles de la OTAN, en Ucrania y propicia una campaña belicista contra Rusia proporcionando toneladas de armas sofisticadas de corto alcance al gobierno radical nacionalista del presidente Volodímir Zelensk, heredero de un proceso golpista alentado y apoyado desde Washington, en 2014.
Aun cuando los hechos contradicen la versión del aparato propagandístico norteamericano, de una supuesta invasión rusa a Ucrania, Biden dijo en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que “las acciones de Rusia son una amenaza” y anunció “rápidas y severas sanciones si se invade a Kiev”.
En ese contexto, Rusia reforzó efectivos y pertrechos militares en la frontera con Ucrania y anunció maniobras navales, con fuego real, en los próximos días de febrero, en aguas internacionales, a 240 kilómetros de la costa suroeste de Irlanda; movilización que los expertos consideran una advertencia al Reino Unido, activo socio norteamericano en la crisis ucraniana, como ha sido en varias aventuras burlando el derecho internacional.
El analista norteamericano, Michael Peck, sostiene que Rusia es capaz de operar tras las líneas de la OTAN, en el Atlántico Norte y que los submarinos, con misiles de crucero, pueden alcanzar objetivos, no sólo en el mar, sino también en tierra.
Podemos imaginar cómo iniciaría un enfrentamiento bélico ruso-chino contra Inglaterra España, Dinamarca, Polonia, Inglaterra y otros pocos países que respaldan la tesis norteamericana; pero, preferimos ni siquiera pensar en el macabro desenlace cuando ese escenario bélico europeo, producto de la intervención norteamericana, gire hacia el nido del águila imperial que nunca ha sentido el dolor de una guerra.
Cobra vigencia la reflexión de Putin alertando sobre el peligro de una tercera conflagración mundial y sus consecuencias: “¿Tienes un agujero lo suficientemente profundo y suficiente comida para vivir 100 años, hasta que los niveles de la radiación bajen?”
Si alguien tiene claro los desastres que ocasionan una guerra son los europeos; por eso, Alemania y Francia intentan revivir el denominado “Cuarteto de Normandía”, para tratar de recuperar la iniciativa europea en busca de una distensión en Ucrania. En el pasado, esos dos países, más Rusia y la propia Ucrania, lograron en el 2014 acordar un alto al fuego, en virtud del Acuerdo de Minsk.
Para que esa gestión resulte efectiva, se requiere que resulten verdaderas las declaraciones de Biden cuando, en el Consejo de Seguridad, rechazó el uso de la fuerza, pidió el cese de la escalada militar y dijo que “la diplomacia es el mejor camino para solucionar esta crisis”.
Si se imponen, neciamente, los intereses económicos, geopolíticos y geoestratégicos a la razón y el derecho, estamos, sin duda alguna, a las puertas de una macabra conflagración mundial, de la que nadie vivirá para contarla.