Después de la pandemia no es posible volver a lo mismo. Hay que proponer y construir. Quedan tres lecciones para un cambio trascendente: el papel del Estado y la garantía de los derechosa través de los servicios públicos, el fortalecimiento de las universidades con un enfoque interdisciplinario de las ciencias, la cultura y las artes, y la necesidad de la participación interinstitucional en la gobernanza local y en el gobierno central.
El papel del Estado para la garantía de los derechos sobre los servicios públicos básicos y sociales debe robustecerse para proveer de manera universal y gratuita los mismos, no solo la provisión de agua, electricidad, vías y medios de comunicación, sino también los sociales de salud, educación, vivienda, bienestar social. Lo privado debe ser complementario y resulta indispensable como la provisión de alimentos entre los básicos y en todos los sociales. Para garantizar estos derechos constitucionales, el Estado debe estructurar y mantener sistemas sólidos a nivel nacional y local a través de los Gobiernos Autónomos Descentralizados, provinciales y cantonales.
Esto lleva a que, en el caso específico de la salud, el Sistema, con las características de promoción de la salud en el nivel primario, prevención y curación en la estructura de atención de la enfermedad (desde centros ambulatorios hasta hospitales), no es conveniente que dependa exclusivamente de políticas centralistas construidas por unos pocos, sino compartir con otras instituciones públicas y privadas, de objetivos similares, como las universidades y los Gobiernos Autónomos Descentralizados que conocen muy bien las necesidades locales (como se analizaba en los Congresos por la Salud y la Vida, COSAVI).
Sobre el fortalecimiento de las universidades con un enfoque interdisciplinario de las ciencias y las artes, es menester que el Estado las mantenga robustamente para la estructuración y mantenimiento de estos sistemas, que requieren el aporte científico, humanístico, cultural y artístico que ellas proveen. La pandemia mostró que es indispensable estar al día en los conocimientos científicos, por limitados que en algunos casos resulten. Mantener actualizado el pensamiento. Y en la producción cultural mantener vivo el mundo subjetivo de los sentimientos y las emociones. Esto a nivel individual y colectivo. En este último caso compartiendo democráticamente con toda la población.
Sobre la necesidad de la participación interinstitucional en la gobernanza local y en el gobierno central, es claro el ejemplo de la salud, que sirve también para la educación. En la Ley Orgánica del Sistema Nacional de Salud del 2002, aún en vigencia, se establece claramente la existencia del Consejo Nacional de Salud, CONASA, de excepcional experiencia y los Consejos Provinciales y Cantonales de Salud, muchos de los cuales fueron ejemplos nacionales e internacionales, todos interinstitucionales, presididos los últimos por los Alcaldes, Prefectos y la Autoridad Nacional, el Ministerio de Salud. Los procesos de desintegración de lo público antes de la Constitución, llevaron al gobierno a responder con un inconveniente centralismo, lo que provocó la disolución de estos Consejos, a pesar de su probada necesidad y resultados.
Por lo tanto, todos los procesos interdisciplinarios e interinstitucionales deben retornar a los servicios públicos del Estado y a las universidades para fortalecer los Sistemas. En el caso del Sistema de Salud, no solo para que se establezca en la largamente esperada Ley o Código de Salud, sino en todas las instancias centrales y locales.