Adrián Hinojosa

La irreversibilidad es un fenómeno físico que presenciamos constantemente. Por ejemplo cuando vemos el café mezclándose con la leche, la mezcla no se deshace. Si se deshiciera, se vería todo extraño, como una película hacia atrás. Así nos explicamos que el tiempo yendo para atrás es monstruoso, solo la razón puede hacer ese viaje, como en un sueño.

En la película “Irreversible”, la última y más conocida de la trilogía del argentino Gaspar Noé, todas las escenas están montadas como en la novela “Rayuela” de Julio Cortázar, y es la razón, del director o del espectador, la que hace ese viaje hacia atrás ordenando las escenas para de algún modo explicar la que desencadena toda el film. Esta escena contiene una espantosa violación de una mujer jamás filmada.

Del Brasil al resto del mundo nos llega esta irreversible pesadilla, que tiene apellido de bufón: Bolsonaro, y para algún público de las redes: Bozo(naro), y de nombre mesiánico: Jair Mesias. El Brasil está en shock, y está, también, en el proceso de ordenar las piezas. En el Brasil hay miles de lecturas de este shock y otras tantas interpretaciones en el exterior.

Para algunos Bozo tal vez haya nacido de la clase media de los años ’30 del siglo pasado, esa que formó un partido al más puro estilo nazi, la Alianza Integradora Brasileña, AIB, cuyo símbolo era la sigma griega Σ, y que llegó a tener nada menos que ochocientos mil miembros. Así, no es difícil tener algún ancestro en ese intolerante grupo. Extremadamente anticomunista y que, entre otras cosas, legó al futuro el encanto de la frase: “tradición, familia y propiedad”. Ese origen obscuro de la AIB está retratado en el ensayo de la filósofa Marielena Chaui: “Apuntes para una crítica de la Alianza Integradora Brasileña” y fue escrito al final de la última dictadura militar del Brasil. En el texto se da el nombre a esa pesadilla de casi 90 años: “crisis” política, económica, cultural. Un fenómeno parido por la situación de la clase media.

Bozo nacería, acaso, como un representante de cierta clase media. Para pocos, como el destacado periodista Luis Nassif, Bozo es parte de una comunidad de ultra derecha, tan cerrada como los Amish de EE.UU., un grupito de intransigentes para los que Bozo es un mito, llamado “Bolsomito” y que descargan horribles fake news encima de cualquier mortal que se les cruce en el camino con algún “pero…”, y que en esta parte de las elecciones ya están siendo conducidos con la ayuda de Steve Banon, el mismo que ayudó a Donald Trump. Aunque, lejos de Brasil, en la mayoría de los periódicos extranjeros, invariablemente aparece Bozo como peor que Trump.

Una masa femenina salió a enfrentar a Bozo, el pasado sábado, con la consigna #elenão. Fue una de las manifestaciones más expresivas ya vistas por estos lares, y que fue acompañada virtualmente por el mundo entero. Para ellas Bozo es: misógino, racista y homofóbico, in grado extremis. Parte de esa masa incluye algunos apoyos sugestivos como el  “Colectivo de musulmanas contra el facismo” y los “Judios y Musulmanes contra Bolsonaro”, y un larguísimo etcétera. Esta manifestación tuvo como “efecto secundario no deseado” que, como Bozo se vende como “antisistema”, después de la marcha las intenciones de voto para él aumentaron 5%.

Para otras voces, más próximas a la causa de los negros y las desigualdades en el Brasil, él es producto de una clase media que está presa de los condominios y de las auto justificaciones derivadas de la idea del “mérito”, y que ahora  están sucumbiendo ante el poderoso avance de las contradicciones del neoliberalismo financiero, especialmente la flexibilización y precariedad laboral que junto con los programas masivos de austeridad, recortes y privatizaciones, han  disminuido sensiblemente las expectativas de esta clase. En otras viejas palabras es la vuelta de esa “crisis”.

Para las encuestas, hay un Brasil polarizado. Por ejemplo, para la encuestadora XP/Investimentos, este viernes estaba la disputa en el primer turno de las elecciones Bolsonaro 41% y Haddad (PT) 25% de los votos válidos en la primera vuelta y empate en la segunda vuelta con Bolsonaro 43% y Haddad 42%. En las clases medias con escolaridad superior 45% apoya a Bolsonaro en tanto que 17% de ese mismo grupo apoyan a Haddad. Entre la clase pobre los porcentajes se invierten.

Con estos datos parecería que Bozo y sus seguidores más cercanos son unos fascistas de primer orden. Para entender qué es esto podemos consultar a uno de esos expertos, salido de la Universidad de Columbia, Jason Stanley, “How Fascism Works: the Politics of Us and Them”, libro publicado este año y que puede ser traducido como: Como funciona el fascismo: la política de nosotros y ellos. Aquí algunas de las características de todo fascismo: El pasado mítico, sí se aplica, Bozo, él mismo se dice mito, admira una fantasía que tiene sobre los indígenas del Amazonas y los negros y la esclavitud. Claro que todo esto en armonía con el agronegocio, las mineradoras y contra las políticas de cotas. La propaganda, que es su manera de interactuar en la política, casi que exclusiva, pues en 30 años de representante, diputado o vereador, apenas ha presentado tres proyectos y solo ha aparecido en los canales o periódicos a defender sus ideas, es decir a él mismo. Anti-intelectual, Bozo es defensor de la “escuela sin partido” y la educación a distancia, y ya hay una frente de rectores contra Bolsonaro. Irrealidad, el mundo amish de los seguidores de Bozo es tan lleno de ideas bizarras que la Embajada de Alemania en Brasil difundió un video explicativo ¡para que no sigan creyendo que el partido nazi alemán era de izquierda! Jerarquía, pues sí, el vice de Bozo, el general Mourão, como gran defensor de la familia, digamos más bien defensor del patriarcado, ha declarado, entre otras cosas, que los jóvenes acaban en las drogas por haber sido criados por las madres o abuelas, sin un padre. Victimización, Bozo y su gente se sienten víctimas de las políticas de cotas para negros, LGBT, mujeres. Llegó al extremo de pedir que las mujeres ganen menos por causa del embarazo. Finalmente, ley y orden, siendo el un ex capitán del ejército, Bozo es un amante de las armas, de penalizar todo: desde la castración química para los violadores hasta la defensa de la tortura. En eso es un personaje de fama mundial, para muestra un botón: el encuentro “siniestro” del comediante inglés y gay asumido Stephen Fry, con Bolsonaro, para el documental “Out there”, toda una premonición.

Este fenómeno está para quedarse, gane quien gane las elecciones, desgraciadamente en esta república de Weimar tropical estamos asistiendo irreversiblemente al despertar del fascismo.

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