Por Juan Proaño Salgado y Jacques Ramírez Gallegos

Les suplicamos expresamente:

No acepten lo habitual como una cosa natural.

Pues en tiempos de desorden sangriento,

De confusión organizada,

De arbitrariedad consciente,

De humanidad deshumanizada,

Nada debe parecer natural,

Nada debe parecer imposible de cambiar.

Bertolt Brecht

Las elecciones de este domingo 15 de octubre nos colocarán frente al espejo de la historia: ¿qué revelará su reflejo sobre nuestro pasado reciente y oscuro presente?, ¿podremos vislumbrar alguna señal sobre el futuro incierto? Observar(nos),sin distorsiones ni autoengaños, requerirá interpelar críticamente posicionamientos, propios y ajenos, que han hecho posible la configuración de una historia colmada de farsas y tragediascompartidas. Deberemos asumir, en este sentido, la crucial decisión de ejercer el sufragio con memoria insurgente,desterrando el olvido, el miedo y el odio, conscientes que aquello marcará nuestro acontecer individual, familiar y colectivo con claridad esperanzadora.

En ese contexto, la coyuntura electoral –signada por una serie de asesinatos políticos, manipulaciones jurídicas, argucias mediáticas, corrupción gubernamental, desempleo,  pobreza, y una violencia social inusitada— se manifiesta con dos proyectos históricos antagónicos, radicalmente distintos entre sí: por un lado, el liderado por Luisa González (RC5), quien propone resolver la urgente necesidad de bienestar y seguridad de las mayorías populares, mediante una voluntad política que reconstruya las capacidades y acción estatales, garantizando los derechos constitucionales y democratizando la sociedad. Y, por otro, aquel conducido por Daniel Noboa (ADN), quien persiguecontinuar y extender una serie de programas, acuerdos internacionales y políticas destructivas, siguiendo la línea de los gobiernos de Moreno y Lasso, para someterlos a los intereses de acumulación —“legales” e ilegales— de una élite depredadora, indolente y antidemocrática que solo le interesa privatizar bienes y servicios públicos esenciales (salud, educación, seguridad social, seguridad ciudadana, infraestructura estratégica, etc.)para convertirlos en una mercancía rentable a sus bolsillos.   

En otras palabras, las diversas fuerzas sociales que vienen luchando para transformar las relaciones de poder impuestas por el capitalismo neoliberal mafioso desde el 2017 hasta hoy, están diáfanamente representadas por el binomio de la Revolución Ciudadana, que brega por enrumbarnos hacia una democrática del Buen Vivir, retomar el sendero de un sociedad plurinacional y la recuperación del Estado garante de derechos ycomprometido con la justicia y el bien común. Por el contrario, su adversario representa el ejercicio de la dominación política de clase, que busca amplificar el poder económico de las oligarquías nacionales e internacionales, cooptando el aparato jurídico-político estatal y sus instancias de seguridad, para imponer por la fuerza las condiciones que les permitan no soloconservar sus privilegios y mantener una sociedad estructuralmente desigual y dependiente, sino continuar con los obscuros vínculos con las mafias que se han tomado el Estado y que ahora controlan una buena parte de nuestro territorio.     

De este modo, dichos proyectos de sociedad se diferencian no solo en términos de sus objetivos sociales, políticos, económicos, culturales y ambientales, sino, sobre todo, en las consecuencias inmediatas que sus programas generarán en la vida cotidiana de niñas, niños y adolescentes, mujeres, hombres, adultos mayores, pueblos y nacionalidades, disidencias sexo-genéricas, migrantes y trabajadores/as del campo y la ciudad. ¿Más desempleo, miseria, pobreza y muertes por falta de salud, seguridad y migración forzada? ¿Más impunidad para quienes han destruido el país, evaden impuestos y se alían con el narco para ampliar sus “negocios” financieros y de exportación? ¿Más degradación comunicacional gestionada por la mentira y la manipulación mediática? o, por el contrario, una sociedad y un Estado soberano y libre de toda opresión, explotación y sujeción. 

Así, mientras algunos seguirán insistiendo con la barbarie del “sálvese quien pueda”, la exclusión y violencia social, este domingo, las mayorías populares elegiremos, finalmente, (re)construir colectivamente una historia de dignidad, encendiendo la esperanza, suscitando la cohesión y el entusiasmo social.

Por RK