Por Rodrigo Rangles Lara
El arrogante y autoritario Tío Sam y su tropa la OTAM, salieron duramente vapuleados con los certeros zarpazos del oso rebelde que, cansado de los abusos, amenazas y ofensas, les obligó a claudicar en su intento de continuar agrediéndole impunemente, prevalido de su descomunal fuerza.
Joe Biden y sus socios de la OTAN, convertidos en la tropa del imperio, se pusieron a buen recaudo tan pronto se dieron cuenta que Putin pasó, de mesurados llamados en protección de la seguridad de su país, a una operación militar relámpago, con la finalidad de “desmilitarizar y desnazificar” Ucrania, aliado de Estados Unidos en el descabellado propósito de atentar contra su soberanía.
Iniciadas las acciones militares rusas, el filo nazi presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, sintió pronto el abandono de sus protectores y con bien disimulada ira, propia de actor teatral, contó indignado a los periodistas: “nos han dejado solos, ya no responden a nuestros llamados” y, en palabras dolidas por la traición, señaló: “son cobardes, tienen miedo”.
La historia de los aliados de Ucrania es larga y aleccionadora en cobardías y traiciones. Atacaron en gavilla, sobre seguro, a víctimas débiles: Irak, Libia, Afganistán, Siria, Panamá, Guatemala y una larga lista de países que dominaron a sangre y fuego o se burlaron de acuerdos como el prometido Gorbachov para mantener la OTAN lejos de Rusia.
Frustrados y asustados en el fracasado intento de colocar misiles nucleares, en las mismas narices del oso, se apresuraron a decretar “rápidas y severas” sanciones económicas y financieras con la pretensión de torcerle el brazo, asfixiarle y doblegarle, sin percatarse que esas improvisadas y atolondradas disposiciones les regresarían, a manera de boomerang, afectando gravemente a los implicados en el litigio y al mundo entero.
El Fondo Monetario Internacional, a cuatro días de anunciadas las sanciones contra Rusia, advirtió “el impacto severo en la economía mundial, con consecuencias muy graves” y tenía razón si conocemos que el solo anuncio, de la Casa Blanca, de afectar el suministro de petróleo ruso, elevó la cotización del Brent a 139 dólares el barril, precio sin parangón en la historia del hidrocarburo y, con tendencia a subir.
En Estados Unidos se vende la gasolina corriente a un promedio de 5.25 dólares el galón, con la consecuente molestia de los consumidores que, en el caso de la frontera con México, por ejemplo, 50 mil norteamericanos pasan diariamente a Ciudad Juárez, en busca de combustibles más baratos.
La merma de producción de 450 mil barriles diarios, por parte de Irak y la reducción de extracción petrolera Libia, a menos de un millón de barriles diarios, agrava la situación de los norteamericanos que, desesperados, desplazaron una delegación, de alto nivel, a una reunión urgente con “el terrorista y dictador comunista”, Nicolás Maduro, para adquirir petróleo venezolano.
La resolución alemana de suspender el proceso operativo del gasoducto Nord Stream 2 llevó a que los mil metros cúbicos de gas, pasen de 1.845,0 dólares, el 3 de marzo, a 2.400,0; es decir, un 30 por ciento más caro, afectando la producción industrial que anuncia un alza en el precio de sus productos y el bolsillo de los descontentos consumidores europeos.
No menos preocupados se encuentran los inversores del mundo occidental sobre la interrupción de suministro de energía, cereales o metales a consecuencia de las medidas económicas contra Rusia, sumadas a la inestabilidad del dólar que se depreció, un 12 por ciento los últimos días, resultado de la rienda suelta de la Reserva Federal imprimiendo dólares y comprando bonos.
En la confrontación económica, el dólar también es un objetivo estratégico. Estados Unidos empeñado en mantenerla como moneda de intercambio universal y Rusia, China Irán, Venezuela y otros países amigos tratando de reemplazarlo con petro yuanes, petro rublos, petro reales u otras para romper la hegemonía de los verdes. En ese ámbito, Rusia anunció que “no comercializará más con el dólar”.
Los analista pro norteamericanos y otanistas celebraron la eliminación de Rusia del sistema financiero Swift, calificándolo como “bomba atómica económica” destinada a destruir al enemigo. La realidad económico – financiera europea les obligó a poner los pies sobre la tierra y esa “bomba atómica” se redujo a una “bombita”, porque su propia conveniencia les obligó a reducir su efecto en un 75 por ciento.
Si a eso añadimos la inmediata puesta en vigencia del sistema de mensajería electrónica ruso-chino SPFS, la mentada “bomba atómica económica” se reduce mucho más, lo cual llevó a comentaristas pro occidentales a admitir, sorprendidos, que “en los últimos años, Rusia se ha preparado financieramente” y tras añadir, con cierto dejo de dolor, “han colocado sus reservas en países donde no podemos bloquearlas”.
El conflicto tiene como telón de fondo la amenaza de una nueva crisis económica generalizada, en un mundo que suma una deuda cercana a los 300 billones de dólares, de los cuales 30 corresponden a los Estados Unidos de Norteamérica, según el Instituto de Finanzas Internacionales.
Este preocupante resultado, con incidencia catastrófica en varias esferas de la vida humana, es producto de una desbocada ambición imperial de poder y dominio que impulsa, además, una carrera armamentista irracional, pues esos dineros se deberían destinar a resolver problemas sociales de millones de seres en situación de miseria, en lugar de alimentar el belicista complejo militar- industrial.
Esa industria de la muerte alienta o fabrica conflictos garantía de sus incalculables ganancias. Bastó solamente que Alemania anunciara un aumento de su presupuesto militar en cien mil millones de dólares o la Unión Europea resolviera, irónicamente, trasladar 450 millones de euros, del “Fondo para la Paz”, a “la compra de armas letales” para que, las acciones de los nueve más importantes fabricantes de Estados Unidos y Europa, subieran de 804 mil millones a 886 mil millones de dólares.
En medio de los pesares de este embrollo universal, debemos celebrar los zarpazos del oso rebelde que puso fin al mundo geopolítico y económico unipolar de Estados Unidos y la OTAN, responsables, en los últimos 65 años, de ”invasiones democráticas y pacíficas”, con un saldo de millones de muertes y destrucción en distintas geografías del planeta, con el respaldo del sistema financiero internacional; una gigantesca red mediática descaradamente mentirosa y de los poderes fácticos cómplices en cada uno de los países agredidos.
Una es la historia antes del 24 de febrero y otra, a partir de ese día, cuando Rusia vapuleó al Tío Sam y la OTAN.
Un nuevo mundo multipolar está en marcha.
RRL
07.03.2022