Tras el paquetazo de Nochebuena, Lenín Moreno afronta una disputa en varios frentes. Y en la cadena nacional del pasado 3 de enero (tras volver de sus vacaciones “oficiales” en España) dejó entrever lo que será su política frente a los anuncios de protesta social, en su estilo y en su modo de “decir sin decir”: “No hay excusa, ni razón, para que suban los precios, ni del transporte, ni de los alimentos… Quien obstaculice la buena marcha del país tendrá que atenerse a las consecuencias. Hay gobernadores, intendentes y comisarios supervisando la estabilidad de los precios”.

Es decir, no tolerará la protesta social porque, según él, no hay motivo para que suban los precios de los alimentos. ¿Si fuese así cómo se explica la espiral inflacionaria de las dos últimas semanas que cualquier persona puede testificar? ¿O es que las fiestas de fin de año hicieron por arte de magia que poquísimos se dieran cuenta? ¿Han hecho algo para impedir el incremento de los precios de los alimentos los intendentes y gobernadores?

Más allá de lo circunstancial de precios, subsidios y protesta social en el relato oficial hay un claro matiz de advertencia, con un tufo socialcristiano, que lo revelan desde el Vicepresidente, el secretario particular y la ministra del Interior. Que a nadie sorprenda que la “mano dura” venga bajo el parapeto de que el “correísmo” intenta desestabilizar al país con el caos y la movilización.

Y como el “Primer Mandatario” cuenta con el apoyo del aparato mediático conservador, ha dado paso a la creación de un escándalo: la denuncia de sobreprecio en cinco proyectos del gobierno de Rafael Correa, del que formó parte y estuvo al tanto Moreno, sin ninguna duda. Con ello, como está más que demostrado, intentan desviar la atención de lo fundamental: el encarecimiento de la vida para los pobres, que no usan taxi (subsidiado), que deben moverse en camionetas y camiones, que si venden sus productos no van a asumir el incremento del costo de los combustibles.

Ya hay voces en la prensa mercantil y pública de que se use “mano dura” para evitar el caos, porque según ellos los subsidios se debieron suprimir hace más de diez años y el “sacrificio de ahora” tiene como fin reparar la existencia de ese “gasto fiscal” para “encubrir la corrupción”. Esa mano dura, además de ser la marca socialcristiana, es parte del libreto neoliberal que hace tres años se aplica en la Argentina de Macri y, por supuesto, de la necesidad de “sintonizarse” con la onda derechista de América Latina.

No cabe duda que gracias a la “conciencia culposa” con la que actúan los sindicatos del FUT, la UNE y la CONAIE, por su acuerdo y “cogobernanza” con Moreno, la protesta social estará bajo la presión y el chantaje oficial, pero si las bases –las que importan- se soliviantan, entonces la represión estará a la orden del día. Basta escuchar los pronunciamientos de ciertos dirigentes de esos gremios para entender que ante todo está la negociación bajo el manto del supuesto “diálogo social”. Uno de ellos ha dicho que van a “agotar todos los mecanismos del diálogo para evitar el incremento de los precios de los productos de primera necesidad y también garantizar que no se incremente más los combustibles”.

Es cierto que también hay una anomia política, como nunca antes ha ocurrido en el Ecuador. Si las clases media y alta (los banderas negras) salieron a las calles y redes sociales a protestar contra la Ley de la Plusvalía –que se la borró de un plumazo con la ilegal Consulta Popular-, ahora, al parecer, no se mueven muchos –menos esas clases- a defender no solo por mejores condiciones de vida, porque hay un progresivo desempleo y encarecimiento de los productos de primera necesidad, sino por la conculcación de derechos, denuncias de corrupción en el actual régimen y el entreguismo a cierta embajada.

Con el tufillo socialcristiano con que se gobierna y administra el Estado (empezando por el octogenario Julio César Trujillo y el comunista Pablo Celi) que pocos se alarmen si la represión y la persecución se convierten en la tónica de las próximas semanas, antes de la etapa oficial electoral que augure a Nebot y sus candidatos el supuesto éxito en las plazas principales con sus candidatos Viteri y Moncayo.

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