En Internet puede fácilmente encontrarse la definición de lo que es una profecía autocumplida. Básicamente, un vaticinio que, una vez hecho, es en sí mismo la causa de que se haga realidad. Esta predicción que se autorrealiza es, al principio, una definición “falsa” de la situación, que despierta una acción o un nuevo comportamiento que hace que la espuria concepción original de la situación se vuelva “verdadera”. Es decir, las profecías autocumplidas requieren esfuerzos constructivos para que se hagan efectivas. Esto es lo que parece estar configurándose en la Argentina en el contexto pandémico de la Covid-19.

El surgimiento del neologismo “infectadura” y su posicionamiento en los medios de comunicación ha sido una muestra palmaria de esto. En palabras del creador de este “luminoso” concepto: “Dictadura es suspender la constitución, que es lo que ha hecho este gobierno [el de Alberto Fernández]. Este gobierno ha puesto la constitución en un cajón desde el 20 de marzo con decretos inconstitucionales y avasalla los derechos con argumentos infectológicos”1. Desde este lugar, el Ejecutivo Nacional de la Argentina ha utilizado la Covid-19 (la infección) para llevar adelante un régimen dictatorial. El término apareció mediáticamente por primera vez en una solicitada titulada “La democracia está en peligro” firmada por 300 figuras asociadas al macrismo y publicada en Twitter2 a través de diversas cuentas. Allí se indicaba que “el gobierno encontró en la ‘infectadura’ un eficaz relato legitimado en expertos, seguramente acostumbrados a lidiar con escenarios que se asemejan a situaciones de laboratorios y ratones de experimentación, pero ignorantes de las consecuencias sociales de sus decisiones” 3. Asimismo, en esta suerte de manifiesto se planteaba que el régimen democrático se halla en Argentina en franco riesgo “posiblemente como no lo estuvo desde 1983″. Es decir, de alguna manera se equiparaba la supuesta “infectadura” con la dictadura militar que tuvo lugar en este austral país entre 1976 y 19834. Para los firmantes, “el equilibrio entre los poderes ha sido desmantelado. El Congreso funciona discontinuado y la Justicia ha decidido una insólita extensión de la feria, autoexcluyéndose de la coyuntura que vive el país”. En otro pasaje, se alude a las consecuencias económicas del aislamiento: “la pérdida de empleos, el cierre de comercios minoristas, empresas y el aumento de la pobreza”5.

Estas portentosas acciones en el plano discursivo fueron el acicate de otras en un plano más práctico y real si se quiere. Así asistimos a la convocatoria y realización de movilizaciones anti-cuarentena. Estas promovieron la ruptura fáctica del aislamiento a través de marchas colectivas que en su escenográfica aparición dejaron entrever un fuerte componente clasista.

Ahora bien, esta dinámica puede rastrearse un poco más atrás en el tiempo y, sobre todo, puede anclarse en un esfuerzo más complejo por redefinir el problema público asociado a la Covid-19. Un “importante” sector de la derecha argentina (no necesariamente destacado por ser mayoritario en términos numéricos, sino por la visibilidad pública alcanzada y por la capacidad de inserción que ha revelado tener en la agenda mediática) puso sus energías en una mañosa operatoria digna de análisis.

En primer lugar, la operatoria procuró yuxtaponer o, mejor dicho, establecer una suerte de equivalencia entre la idea de pandemia y cuarentena. De esta manera, buscó deliberadamente indiferenciar “problema” y “solución”. El propio presidente de la República Argentina lo dijo casi de manera textual: “La cuarentena no hizo el daño, es la pandemia lo que ha paralizado la economía del mundo”1. La confusión urdida permitió que el problema se traslapara detrás de la solución, la cual asumió por arte de magia toda la carga causal. El problema público devino en la cuarentena y no la pandemia.

Seguidamente, una vez logrado ese empalme y trastocamiento en términos discursivos, se obró una segunda operatoria. La idea de que esa solución devenida ahora en “el problema público”, no se trataba de una medida estrictamente “sanitaria” sino de otro tipo. Así, la acción del gobierno no fue establecer una cuarentena “sanitaria” (y esta palabra se vuelve clave), sino que se trató siempre de una cuarentena “política, social y económica”. Esta idea le pertenece al sociólogo Juan José Sebreli que se expresó en estos términos en una entrevista realizada por el canal TN (Todo Noticias) que luego fue reproducida por varios medios, especialmente por el diario La Nación (y su emporio mediático, incluida su señal de cable) en una nota del 28 de mayo de 20202. Para Sebreli se puede llegar a sostener que la cuarentena establecida por el gobierno argentino es asimilable a una situación de “prisión domiciliaria”. Incluso llegó más allá indicando que guarda vinculación con las políticas fascistas de establecimiento de guetos entre la población, llegando a hacer referencia al gueto de Varsovia de la Segunda Guerra Mundial.

Más allá de que resulte insostenible afirmar que las medidas gubernamentales guardan alguna relación lógica u objetiva con los hechos ligados al régimen nazi, lo relevante es lo que habilitan a pensar. Es decir, lo posible de ser pensado a partir de semejantes comparaciones. Y no sólo esto, sino los comportamientos y acciones que autorizan a realizar.

¿Qué quiere decir exactamente para este pensamiento la adjetivación “política, social y económica” sobre el sustantivo “cuarentena”?

En primer lugar, alude a una situación en donde el gobierno asume un papel autoritario de evidente avasallamiento hacia las consideradas “fundamentalísimas libertades individuales”. Un papel de brutal interferencia sobre la capacidad de autonomía e independencia de los individuos. Aquí “política” como adjetivo asume un sentido negativo porque resulta igualada a la idea de control social sobre las personas. Conectado con esto, la cuarentena “social y económica”, inscrita en una narrativa libertaria, alude a que esta restricción compromete no sólo la capacidad de elección individual sino el espacio de plena realización de las preferencias de los individuos, esto es el mercado, en tanto ámbito de producción, intercambio y consumo.

En este andamiaje, Estado y gobierno resultan usados como sinónimos. Ambos son considerados “autoritarios”. Si la cuarentena no es sanitaria, sino que es política, social y económica en los términos antes indicados, y lo que ésta revela es el funcionamiento de un autoritario control estatal sobre la población, lo que queda por hacer es simple y llanamente la “desobediencia civil” como pidió Sebreli. Liberarse del gueto, es decir, salirse de la cuarentena.

Es interesante porque si se lo analiza lógicamente -como nos obliga a hacer la sociología de los problemas públicos (la cual sostiene que existe siempre una conexión lógica entre problema y solución1)- la operatoria descrita al yuxtaponer problema y solución y luego al arrebatarle a la solución su carácter sanitario lo que hace es terminar sosteniendo prácticamente la inexistencia de la Covid-19. Es decir, es una ilusión la Covid-19 como problema de salud. La Covid-19 como problema es la cuarentena autoritaria.

Más allá de la ola de críticas que desató este movimiento redefinicional (tanto entre la comunidad científica argentina como entre la población) es relevante llamar la atención sobre una consecuencia para nada gratuita ni banal y que alude al realmente peligroso efecto que tendría si logra influir en los actores gubernamentales o con capacidad de decisión y, fundamentalmente, en el sentido común de la ciudadanía argentina. No olvidemos que este país ha logrado contener de manera ejemplar el contagio comunitario de la enfermedad justamente por sus rápidas y obligatorias políticas ligadas al aislamiento, si se compara con lo que ha sucedido en el resto del mundo y de la región.

Si la población termina rompiendo el aislamiento en base a estos argumentos y acciones, y los contagios aumentan, quizás no haya que esperar mucho para que estos sectores de la derecha argentina comiencen a sostener que la cuarentena “política, social y económica del gobierno peronista” no funcionó. O sea, su mayor eficacia pareciera estar conectada con la posibilidad de configurar una profecía autocumplida.

Tal vez, su deseo está orientado a que el contagio se propague para así demostrar que las medidas del gobierno han sido ineficaces y que su verdadero objeto ha sido y es, en sus propios términos: silenciar e inmovilizar a la población para que no evidencie su ineptitud. Es decir, una dictadura enmascarada. Esto revelaría, a su vez, que las medidas de aislamiento eran efectivamente acciones sin efecto sanitario alguno.

Más allá de que este terrible escenario termine o no de configurarse, quizás lo que no que debemos dejar de tener en cuenta, y esto es lo potencialmente peligroso y antiético, es que a esta estrategia y a sus actores “anticuarentena” parecen importarles poco los muertos producto de la Covid-19; o mejor dicho, mucho menos que sus tesis sirvan para confirmar sus hipótesis y objetivos.

Notas

[1] https://www.perfil.com/noticias/politica/franco-rinaldi-autor-infectadura-gobierno-alberto-fernandez-avasalla-derechos-argumentos-infectologicos.phtml

[2] https://twitter.com/spitta1969/status/1266489177266368512?s=20

[3] https://www.clarin.com/politica/-democracia-peligro-carta-abierta-intelectuales-cientificos-alerta-eficaz-relato-infectadura-_0_AxrZQ6O5F.html

[4] https://www.pagina12.com.ar/269144-republica-vs-infectadura

[5] Véanse los Twitter de varios de sus promotores (Darío Lopérfido, Jorge Lanata, Alberto Branvil, Sandra Pitta, entre otros) para tener cabal dimensión de los argumentos que se desplegaron.

https://twitter.com/LanatoForever/status/1266754114333048832?s=20

https://twitter.com/PPTenel13/status/1266724020545900545?s=20

https://twitter.com/Miguel_Boggiano/status/1266719172949655558?s=20

https://twitter.com/LoperfidoDario/status/1266733203957694464?s=20

https://twitter.com/CCC_Arg/status/1268928469443981317?s=20

https://twitter.com/AlbertoBranvil1/status/1266710817212444678?s=20

https://twitter.com/silvinabs22/status/1268688569054433282?s=20

[6] https://www.perfil.com/noticias/politica/alberto-fernandez-recorre-una-automotriz-reactivada-con-axel-kicillof.phtml

[7] https://www.lanacion.com.ar/politica/juan-jose-sebreli-cuarentena-promuevo-algo-perfectamente-nid2370684

[8] Como indican Kitsuse y Spector (1973) la secuencia de un problema no puede disociarse de sus perspectivas de resolución, so pena de crear una ficción de un orden secuencial entre su definición y su tratamiento. En Kitsuse, I. y Spector, M. 1973. “Toward a sociology of social problems: social conditions, value-judgements and social problems”. En Social Problems, N° 20. Pp. 407-419.

Fuente: Nodal

Por Editor