QuédateEnCasa, es más que solamente un hashtag o tendencia. Resulta ser un concepto político que, llevado a territorio, paraliza al ser humano con la más vieja, confiable y efectiva estrategia: el miedo. Es biopolítica en acción.
El miedo, habita en cada ser humano y se aloja en las amígdalas cerebrales; en el epicentro mismo de la combinación de neurotransmisores que le dicen al cuerpo ‘detente, no lo hagas, ten cuidado, peligro, te vas a morir’. Paraliza. Desencadena ansiedad y pánico.
Pero, es cierta la existencia y letalidad del virus. Está aquí y acecha con una herencia de tragedia. La emergencia sanitaria mundial, por el mortal coronavirus, deja en claro la fragilidad humana y la decadencia del modelo de civilización basado en el capital financiero, las multinacionales, la exploración intensiva de recursos, la producción masiva e inmisericorde y el consumo desmedido como estilo de vida… Una especie de carrera hacia un barranco de infinita profundidad; de aquella infinitud a la que refería el genio de Albert Einstein.
Las grandes empresas y la banca aumentaron sus ganancias como pocas veces, pero emergió una certeza, inaudita, en un mundo de relativismos posmodernos: ya no puede existir sociedad humana con las actuales condiciones de producción, redistribución y consumo. Es ridículo que una cantante pop, como Britney Spears, haya lanzado un llamado mundial a redistribuir la riqueza que se concentra en pocas manos. Y anecdótico que sean los futbolistas internacionales, quienes hoy financien investigación para hallar una cura, alimentos para los más pobres y recursos sanitarios para médicos y enfermeras. La cuota en este club de famosos, es de mínimo un millón de dólares o euros.
Un político gana mensualmente más que un investigador o un científico. Un solo futbolista internacional tiene más ingresos mensuales que todo un equipo de expertos que buscan la cura para una enfermedad. La actual sociedad se sustenta en el espectáculo y en el conocimiento que genera utilidades inmediatas y alta rentabilidad.
Pero si, aunque resulte increíble, existe un mal mayor; los políticos, que al mando de una ciudad o un país, tergiversan el enfrentar y solucionar la crisis crisis sanitaria, con ganar capital político y endosar las pérdidas económicas a los ciudadanos. Y el caso ecuatoriano es arquetípico.
Apenas inició la crisis sanitaria en Ecuador, los más conocidos políticos, autodesignados como candidatos presidenciales, desaparecieron. Se guardaron en un búnker, hasta que pase la mortal enfermedad, y dejaron que sus mandantes empiecen a morir sin receta de salvación.
Guillermo Lasso, líder de CREO, se mantuvo firme para exigir medidas económicas como reducir sueldos a la burocracia estatal, focalización de subsidios, rebaja de impuestos a la empresa privada y eliminación del Impuesto a la Salida de Divisas, lo que deja sin dólares a la economía nacional. Si, el mismo listado de medidas económicas, anticipado al inicio de la emergencia sanitaria ecuatoriana, en cadena nacional, por el presidente Lenin Moreno. El Primer Mandatario, de quien se tiene escasas noticias, por lo pronto, en medio del pánico ciudadano y el crecimiento de muertos por el Covid-19, adelantó pago de los bonos 2020 por 320 millones de dólares. Según economistas como Alberto Acosta y Marco Flores, una parte del rendimiento de estos bonos habría ido a manos de inversionistas nacionales.
Jaime Nebot, principal del PSC, guarda silencio. En esta tarea, lo acompaña Abdalá Bucaram y Lucio Gutiérrez, ambos expresidentes de Ecuador. Alberto Dahik, fugado exvicepresidente del país, apareció momentáneamente para solicitar, junto a otros economistas neoliberales, eliminación de subsidios, cobros de impuestos a la clase medía, rebaja del 20% de sueldo a los funcionarios públicos y beneficios para los empresarios. Dahik, como se notará, se suma al equipo de Gobierno, economistas neoliberales, banqueros y candidato presidencial, para proponer pasar factura de la crisis económica, por el coronavirus, al pueblo empobrecido y la clase media. Igual propuesta la hizo Augusto De la Torre, ex presidente del Banco Central, execonomista del Fondo Monetario Internacional y exjefe del Banco Mundial para América Latina.
Durante la crisis sanitaria, el presidente Moreno, entrega protagonismo al vicepresidente y candidato presidencial en entrenamiento, Otto Sonnenholzner. También brillan los Ruptura, María Paula Romo, Alexandra Ocles, Norman Wray, Juan Sebastián Roldán y el autor de la telemedicina para detectar el coronavirus, Andrés Michelena.
Los alcaldes no están exentos de este rol. En Quito, a Jorge Yunda se le ocurrió paralizar totalmente la ciudad, sin considerar el traslado del personal sanitario de los hospitales. Y no se diga Cinthya Viteri, alcaldesa de Guayaquil, quien, luego de cometer terrible error, al no permitir el aterrizaje de un vuelo internacional, declaró que tenía coronavirus.
Entonces, resulta evidente por qué el vicepresidente Otto Sonnenholzner, utiliza es sus cadenas informativas y en su acercamiento con alcaldes del país, el concepto de ‘lo peor está por venir’, que seguro no le agradará en lo mínimo a Lasso, pues es una especie de ironía al eslogan de su banco.