Estimado señor alcalde:

Como lo hice en alguna ocasión anterior, le debo confesar que no voté por usted, pero tal vez este no sea el momento de referirse a los intríngulis electorales, sino más bien de agradecerle y felicitarle por su pronta y acertada gestión durante la presente emergencia sanitaria.
Aunque desconozco las actitudes de casi todos los demás alcaldes del país, y solamente me he enterado, porque ha sido imposible no hacerlo, de lo actuado por la alcaldesa de Guayaquil, algo sobre lo que pienso que es ocioso seguir hablando.
Más bien me gustaría, como dije antes, resaltar lo bueno de su labor, el liderazgo oportuno y efectivo en algunas de sus actuaciones. Es obvio que, como en todo, y sobre todo frente a un momento tan difícil y trágico, siempre faltará algo o algo no estará del todo perfecto.
Acabo de enterarme, por un post de Facebook, que en nuestro medio la sombra de ciertas personas se está manifestando en una discriminación a los trabajadores de la salud. ¿El motivo? El miedo al contagio. Me parece algo muy doloroso y absurdo, pues son ellos, y de entre ellos muchos estudiantes jóvenes, quienes en estos momentos se están jugando la vida por defender la salud de sus conciudadanos y compatriotas, y es injusto que, aparte del peligro en el que sus vidas se encuentran, ciertos miembros de la sociedad cuya conducta resultaría incalificable, y al vez solo comprensible por el miedo, se permitan ejercer cualquier tipo de discriminación sobre ellos.
Es obvio también que el personal de salud de todo el país se encuentra atemorizado. Muchos de ellos, en un sacrificio de amor, se encuentran pernoctando en sus autosporque no quieren contaminar a su familia. La preunta es: ¿y los que no tienen un auto donde guarecerse, qué harán?
Por otro lado, en todo el mundo la industria del turismo se ve gravemente afectada por las restricciones que se imponen por la misma emergencia sanitaria. Entonces, tal vez se podría juntar estos dos problemas para encontrar una adecuada solución que hemos pensado junto con otro compañero y que nos permitimos plantear aquí:
¿No sería factible que los hoteles pequeños u hostales, que seguramente son los más afectados, brindaran un espacio para que estos médicos y doctoras pudieran tener un alojamiento con baño y una comida mientras dure la cuarentena y el período de confinamiento? Obviamente, no tendrían que hacerlo gratis. Se establecería un pago diferenciado de acuerdo con la capacidad económica de cada profesional, y de haber quien no pueda pagárselo se podría contar con el apoyo municipal o de fundaciones como la dueña original de esta idea: la Fundación Cecilia Rivadeneira, a quien le reconozco la primera idea.
Creo que a los médicos, a los verdaderos médicos de vocación, todos quienes no lo somos les tenemos una gran deuda, y no solamente se refiere al tratamiento para la recuperación y la manutención de nuestra salud. Usted, que es su colega, debe estar muy consciente de ello. Tanto en octubre como en estas fechas se la han jugado por la gente, en condiciones extremadamente peligrosas. Lo menos que podemos es manifestarles nuestra gratitud como comunidad.
Por otro lado, así se ayudará, también de alguna manera, a quienes ven afectado su negocio turístico de alojamiento por esta emergencia sanitaria.
En estos tiempos difíciles, en los que el gobierno central utiliza en mucho la metodología de la ‘patada de ahogado’, y solamente está cerca de acertar cuando sigue alguna de las disposiciones en donde usted ha puesto el ejemplo, creo que es muy importante que los ciudadanos y las autoridades conscientes aúnen esfuerzos para ir poco a poco buscando soluciones y presentando propuestas que sobrepasen la queja y el enojo, lógicos, sí, pero en mucho inútiles en el momento en que vivimos.
Segura de contar con su atención, quedamos (porque no soy solamente yo) de usted,
Atentamente

Por Editor