Había una vez un paisito lleno de magos prestidigitadores de la palabra, especialistas en crear fábulas y pintar ilusiones en las multitudes que, subyugadas e hipnotizadas por esas esas cautivadoras historias, enajenaron sus voluntades y vivieron cual marionetas hasta que se terminó el hechizo.

Esos herederos del inigualable Merlín contaron que, en ese pequeño hermoso país de la Mitad del Mundo, gobernó una larga década, un charlatán populista con gigantescos recursos económicos a su disposición y, sin embargo, dejó un país destruido, inundado de gentes en la miseria, abandonados a su suerte porque, él y su pandilla, huyeron hacia el extranjero llevándose incalculables fortunas.

Elevaron las manos al cielo pidiendo justicia y oyendo sus clamores llegó al poder, a fuerza de ilusionismo, un hombre al que pintaron como verdadero estadista, graduado con honores en Ciencia Cuántica; autor de un best seller en el arte de curar el estrés a carcajadas; patriota, pleno de principios, virtudes morales y éticas; comprometido con las mejores causas de la humanidad. Lamentaron, eso sí, una discapacidad física limitante de sus afanes de trabajador incansable.   

Contaron que el flamante gobernante, en prueba de transparencia y de hombre justo, pidió la cabeza del prófugo populista y sus cómplices. Respetuoso de las leyes y los procedimientos – dijeron – esperó que la Fiscal General, una mujer inteligente, ajustada a derecho, independiente, desechando presiones nacionales o extranjeras, tras una imparcial investigación descubrió, por arte de magia, un oculto cuaderno lleno de condenatorios datos para sustentar su proba acusación y encontró irrefutables e incuantificables pruebas de “influjo síquico”.

En los templos esotéricos de esos magos prestidigitadores y en el seno de sus patrocinadores      hubo jolgorio y festejo al conocer que, dos de los jueces, tan probos e imparciales como la Fiscal General, sentenciaron a los acusados – en proceso sumario e irreversible –  a ocho años de prisión y, al populista, además, a 25   de ostracismo político, como fórmula para conjurar su pretendida intención de volver al poder, con sus “sueños de perro”.

Ahora sí´- dijeron los alquimistas de la palabra y la política – “vivimos en un estado de justicia, derecho, libertad y democracia” y agradecieron al Presidente de la República, la Corte Constitucional, Fiscal General, Corte de Justicia y al mismísimo Consejo Nacional Electoral que, días antes de la sentencia irrevocable, cumpliendo disposiciones legales, sin amarres ni ataduras, le negaron la posibilidad de postularse a la Vicepresidencia de la República.

Esa impronta de victoria democrática tiene sentido, pues nuestros magos reseñaron el pasado del condenado como ejemplo de dictadura y autocracia, bordeando el fascismo y afincado en el poder entreteniendo al pueblo con “obras de relumbrón”.

Más, los ilusionistas, sin el poder suficiente para, en hábil juego de manos, desaparecer del escenario hospitales, escuelas de milenio, aeropuertos, puertos, sistemas de riego, centrales hidroeléctricas, enormes represas y cientos de obras, como nunca antes había sucedido, emprendieron una campaña para convencer a los espectadores que esa infraestructura era inservible, con miles de defectos e infinitos sobreprecios.

En contraste con ese gobierno de indolentes, los alquimistas de la palabra narraron que, a la vuelta de varios años del régimen cuántico, tras una consulta aprobada con rigurosidad democrática, el redentor construyó amorosamente un país de maravillas con el apoyo de banqueros, empresarios, organismos internacionales, movimientos sociales cuánticos y, refundaron la libertad de expresión, prensa y de pensamiento propiciando la gestión de un periodismo “serio, imparcial e independiente”.

Aplaudieron el impecable manejo administrativo- financiero del país con ayuda de los honrados, inteligentes y sacrificados legisladores del partido de gobierno, políticos de rancia aristocracia y consejeros de todo régimen  que, afanosos en cumplir rigurosamente las ofertas de campaña, aprobaron entre otras normas legales de profundo contenido social, una Ley Humanitaria destinada a que nos compren esas “obras inservibles”, herencia maldita del gobierno populista, a precios fabulosamente beneficiosos para el erario público. 

Ofrecieron que el producto de esas negociaciones altamente ventajosas para el país, como la de un instituto de seguridad quebrado o de hidroeléctricas plagadas de irreparables fallas  mecánicas, se invertirá en infraestructura al servicio de los ciudadanos, tal cual hicieron con los 20 mil millones de deuda externa gracias a los cuales el redentor cuántico impulsó industrias de alta tecnología, estructuró un sistema de salud envidia del mundo; impulsó educación universal gratuita, creó  empleo masivo con salarios de bonanza, construyó viviendas de interés social, en suma, trabajó para la  felicidad del pueblo.        

Ese mundo de dicha – explicaron los propagandistas del redentor – desapareció por culpa de maldita pandemia del Coronavirus y provocó la bancarrota de cientos de empresas, despidos masivos, muertos por miles.

Acusaron a los “borregos” seguidores del reo populista de ser los causantes de ese desastre nacional, porque no le dejaron ninguna “mesa servida” y su odio visceral contra el gobernante salvador tampoco le deja trabajar, obligado a distraer su preciado tiempo en desvirtuar una ola de calumnias sobre un soborno de 18 millones de dólares llamado INApapers, el reparto de hospitales, cuotas de poder y compras de conciencia de aliados estratégicos integrantes de una red de corrupción con protagonistas del más alto nivel.

Como toda ciencia oculta que valiéndose de trucos crea situaciones increíbles fuera de toda lógica, y cuando una mala maniobra deja el ardid al desnudo, entonces se rompe el hechizo y los espectadores despiertan a la realidad. A partir de ese momento cambian los aplausos por silbatinas de rechazo.

Eso ha sucedido con el cuento en ciernes. Ahora, con los pies en tierra firme, el viacrucis comienza para los cuenteros cuánticos, desesperados por mantener el poder, continuar el atraco, como pocas veces ha sucedido en la historia nacional y vender el país a precios irrisorios. Tratan afanosamente de aglutinarse con miras a enfrentar una indetenible fuerza popular tras el líder injustamente perseguido que apoya y orienta, desde el forzado exilio, al movimiento Unión por la Esperanza, brazo político progresista con la misión de recuperar la Patria, pensando en el bienestar de los ciudadanos.

Comenzó la campaña electoral viciada de fraude en favor de esos hechiceros conservadores de siempre, causantes de la desgracia popular,  y nos vuelven a repetir el cuento de que necesitan nuestro voto para “sacar de la miseria a los pobres y construir un nuevo país”.

Rompamos el hechizo, acabemos con el cuento y los cuenteros.

Por Editor