Estrategia de Seguridad Hemisférica de los Estados Unidos

El pasado 10 de febrero, el Comando de la Fuerza Submarina Atlántica de los Estados Unidos publicaba desde su cuenta oficial de twitter, la colaboración de un avión del Reino Unido con el USS Greenville (SSN 772) de Estados Unidos en el océano abierto del Atlántico Sur, “demostrando el alcance global de las fuerzas de ambas naciones” (el tweet original citado fue eliminado de las cuentas oficiales, solo existen capturas).

Se trata de un submarino a propulsión nuclear con capacidad para trasladar armas atómicas en el Atlántico Sur. Ante esto, la Cancillería argentina reaccionó -después de dos días- mediante un comunicado oficial en el cual expresó su grave preocupación y recordó que la presencia de naves susceptibles de portar y emplear armamentos nucleares en el Atlántico Sur contradice la Resolución 41/11 de la Asamblea General de la ONU que exhorta a los Estados a que respeten la región del Atlántico Sur como zona de paz y cooperación, en particular mediante la reducción y eventual eliminación de su presencia militar en dicha región, la no introducción de armas nucleares o de otras armas de destrucción masiva.

De acuerdo al Vicealmirante Daryl Caudle, Comandante de las Fuerzas Submarinas de los Estados Unidos, estas acciones permiten “[…] disuadir la agresión marítima, defender nuestros intereses nacionales y dominar el dominio submarino” (el tweet original citado fue eliminado de las cuentas oficiales, solo existen capturas).

¿Qué es lo que realmente se encuentra detrás de estas maniobras militares?

Lo que ocurre en el Atlántico Sur no está lejos de lo que estaría ocurriendo en el Pacífico, específicamente entorno a la presencia militar estadounidense en las Islas Galápagos. Existe un interés geopolítico transversal para Estados Unidos y su visión de seguridad hemisférica: aumentar su presencia militar en las Américas y mantener operaciones disuasivas -en este caso, posibles ejercicios con proyección nuclear- frente a rivales como China o Rusia.

Ahora, el grave problema aquí no es en sí la presencia militar estadounidense -es decisión soberana de cada uno de los Estados del hemisferio en la orientación de su cooperación en temas de defensa- sino la introducción y traslado de armamentos nucleares o de otras armas de destrucción masiva sin conocimiento de los propios Estados, contraviniendo normas internacionales y constitucionales, así como la ausencia de controles parlamentarios.

En el caso de América Latina y el Caribe, esta posible vulneración a la soberanía de los Estados de la región y/o abusos en cuanto a los términos de la cooperación militar iría en contra del Tratado sobre Proscripción de Armas Nucleares – Tratado de Tlatelolco. En el marco del cual, todos los países de la región acordaron hace exactamente 50 años abstenerse de realizar actividades que pongan en peligro el estatuto de desnuclearización militar.

América Latina es la única región en el mundo que ha firmado un tratado así, que ha buscado ser una región de paz, libre de armas nucleares e históricamente contraria a construir relaciones internacionales sobre la base de la extensión de capacidades militares. Con lo evidenciado en las Islas Malvinas, esta visión estaría siendo afectada por evidentes intereses de seguridad hemisférica. La presencia del submarino nuclear estadounidense es un negativo mensaje doble: hacia el mundo posicionar sus capacidades y hacia el continente, mostrar su total desinterés a los objetivos regionales.

La pesca ilegal como “amenaza ambiental global”: narrativa para

incrementar presencia militar de Estados Unidos frente a China

“La pesca ilegal, no declarada y no reglamentada no es sólo un problema de Galápagos. Es una preocupación regional”, decía a través de sus redes sociales Julie Chung, encargada de Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Por su lado, el Almirante a cargo del Comando Sur, Craig Faller – en una conferencia del Instituto Gordon a inicios del mes de febrero – sostenía que la pesca ilegal es principalmente un problema de seguridad nacional para los Estados Unidos pero también para todas las naciones costeras del hemisferio. De acuerdo a su análisis, la pesca ilegal se encontraría entre las 3 principales amenazas a la seguridad de los países de las Américas, por lo que se trataría de un “interés común” hemisférico contrarrestarlas de manera conjunta.

Estos pronunciamientos ponen en evidencia al menos dos elementos de interés estratégico para América Latina. Por un lado, el intento de apropiación de la narrativa progresista de “amenaza ambiental” para objetivos geopolíticos de Estados Unidos, y por otro, se define -en nombre de todos los países del hemisferio- a la pesca ilegal como una de las tres principales amenazas para la seguridad de los Estados. Nada se menciona que la propia presencia de equipos militares estadounidense es una amenaza, en lo ambiental, en lo soberano y en lo geopolítico (porque vuelve los territorios de paz latinoamericanos zonas de potencial conflicto con su presencia).

A partir de esto, es claro que se intenta usar la narrativa de “cuidado del ambiente” para brindar un marco de acción legítimo a la presencia militar en espacios de interés geoestratégico a lo largo de las Américas, al mismo tiempo que se incrementan ejercicios con equipamiento de capacidad nuclear lejos de la mirada pública y el control internacional.

Se intenta utilizar la narrativa de “objetivos de desarrollo sostenible”, “desafíos globales” y “bienes comunes” a nivel hemisférico e instrumentalizarla negativamente con objetivos claramente militares-armamentistas, que pueden incluso desembocar en una proliferación de armamentos nucleares en una región declarada como zona de paz.

Debe llamarnos la atención entonces esta renovada y aparentemente amigable estrategia de comunicación en redes sociales de los órganos de seguridad nacional. Estrategia que intenta cooptar el apoyo de la opinión pública bajo una “causa de cuidado del planeta”, cuando en realidad busca justificar la presencia discrecional militar que podría poner en riesgo la propia paz mundial.

De las Islas Galápagos a las Islas Malvinas, son cada vez más evidentes los objetivos reales de la estrategia de seguridad hemisférica de los Estados Unidos.

Corresponde a América Latina procesar la mutación de estas nuevas estrategias militares de seguridad nacional y sincronizar las decisiones y prioridades con los verdaderos desafíos para el desarrollo sostenible, la paz y la seguridad regional. Lejos de la preocupación ambiental, se esconden intereses geopolíticos que podrían colocar a la región en una situación peligrosa ante un posible escenario de aumento de tensiones globales.

*La decisión del Comando de la Fuerza Submarina Atlántica de los Estados Unidos de borrar los tweets citados en este artículo pone en evidencia el tema estratégico que está en juego. Censurar la información sobre esta acción naval en el Atlántico Sur que implicaría una capacidad nuclear y sus implicaciones para la seguridad de nuestra región es prueba de eso. El trasfondo geopolítico queda claro.

Por Editor