Tanto estilo para decir tan poco. Roberto Aguilar, el “Arjona” de los pasillos de la Asamblea y poseedor de una lírica vacía pero vendedora, me ha dedicado sus “instantáneas coronavíricas” para demostrar su capacidad de abusar de los adjetivos a fin de expandir su aversión y odio a las mujeres.

“Estirada”, “trompita”, “despliega las cejas en forma de gaviota al vuelo por encima de los enormes anteojos de Gatúbela”, ¡caramba!, ¿si mis lentes son de Gatúbela, será que su sombrero es del Pingüino? No vamos a entrar en discusiones estériles propias de quien escribe desde su frustración.

Me critica por la forma de mi rostro y como se mueven mis labios, ¿complejo? ¿envidia? ¿maldad? ¿masculinidad frágil? Quizás no es ninguna o quizás es su misoginia que lo empuja a escribir con tanto rencor hacia una mujer que actúa en política. No sabía que el tono de mi voz, la forma de defender lo que creo podría causar tanta saña en el “Arjona” del periodismo, es lamentable que le apasionen estas asquerosas prácticas de ataque.

Lo de fondo, por qué en lugar de utilizar sus dotes para elaborar crónicas con un contenido más profundo que la simple superficialidad de mi aspecto físico, no las utiliza para describir una realidad innegable: la corrupción e inoperancia del gobierno de Moreno. En lugar de ello, prefiere desviar la atención para seguir trasladando la culpa de todo a los correístas y así satisfacer el odio de un grupillo del que poco o nada dice, ¿son amigos, o solo son sus mimados?

Seamos claros, la corrupción debe ser atacada, la de antes, la de ahora y la de después. Pero no con publicaciones sesgadas escritas desde el resentimiento, no usando a los muchachos de los mandados a realizar el papel de justicieros. Lo que necesitamos es una justicia que no se arrodille al poder de turno, que no ceda a presiones de nadie y que no permita que un panfleto ejerza presiones en sus veredictos.

Que pretendan descalificarme por una glosa (responsabilidad civil) ilegal e indebida, es una majadería. Ya que parece que no ha quedado claro, explico: el dinero nunca salió de arcas estatales, fue una compra venta entre dos instituciones públicas, no privadas, ¿se entiende la diferencia? el dinero no lo busquen en mis bolsillos, el dinero lo ha tenido y lo tiene el Estado desde siempre, por ello hubo una compensación de valores entre el ISFFA y el Ministerio de Finanzas, es decir, la plata pasó de una cuenta a otra. Si ya el intelecto no da para comprender, comparto “41 pasos para entender donde están los 41 millones”.

En lugar de vibrar de la dicha mientras me agrede, Aguilar debería usar esa energía y vivacidad para realizar un periodismo, digno de llamarse periodismo y entender que ahora mismo no hay tiempo para la revancha y las vendettas, es momento de sacar adelante al país.

Lo repito aunque se saque de casillas: Los corruptos son ellos, lo burdo es que se lo quiera tapar, patético es que se llame independiente pero sea un obsecuente servil de Moreno y retorcido es que disfrace su odio como opinión.

Pdta.: Yo no lo odio, porque el odio es un sentimiento profundo y destructivo para quien odia,  yo por alguien así apenas puedo sentir pena.

Fuente: https://www.marcelaguinaga.com/

Por Editor