Rodrigo Rangles Lara
La derecha neoliberal y el Morenato, con la certeza de una inexorable pérdida electoral en camino, preparan sus artillerías para burlar la voluntad popular, en un primer momento buscando el fraude en las urnas, sin descartar la ejecución de un golpe definitivo a la democracia.
Con el propósito de revertir el fracaso electoral se empeñaron en destruir la imagen del candidato de Unión por la Esperanza, desatando una intensa y millonaria campaña sucia al mejor estilo del criollo admirador de Hitler y Goebbels, sin conseguirlo, pese a incontables calumnias y burdos montajes, como aquel de recibir dineros del Ejército de Liberación Nacional, para financiar su campaña.
Se trata de una orquesta de infinitos componentes mediáticos mercantiles y periodistas pautados, bajo la conducción de Jaime Durán Barba, que teclean al unísono para, desde otra vertiente, intentar lavar la desgastada imagen del anciano banquero autor del feriado bancario, evasor de impuestos, traficante de certificados de depósito, usurero prestamista que merecidamente se ganó el título popular de “Don Chulco”.
Misión imposible intentar vender por bueno un producto malo, sin que los viandantes lo tomen como estafa. Guillermo Lasso, además de connotado banquero, es un impenitente político colaborador de gobiernos neoliberales causantes de la tragedia popular y, para variar, cómplice y encubridor del desastre nacional propiciado conjuntamente con el incompetente y traidor Lenin Moreno.
Imposible convencer a un electorado informado que olvida los miles de cadáveres culpa del coronavirus y la indolencia gubernamental o los once asesinados durante la represión de octubre del 2019, responsabilidad del presidente, su gavilla y el cogobernante Lasso que, en esos sangrientos días apareció en televisión, exaltado y furibundo, para “exigir a la fuerza pública que actúe con firmeza contra los vándalos y anarquistas”.
Esos “vándalos y anarquistas”, a lo largo de esta justa electoral, se convirtieron en la conciencia de Lasso reclamando por los asesinados y repudiando su presencia, como sucedió en Guamote, allá en la Provincia de Chimborazo, donde campesinos e indígenas – en señal de protesta – impidieron su ingreso a la ciudad. La guardia del postulante presidencial respondió con agresiones a la población y destrozos al vehículo del Alcalde Delfín Quishpe.
No debe sorprendernos. La violencia es el arma predilecta de la derecha extremista demostrada, recurrentemente, a lo largo de nuestra dolorosa historia de dominación. En el plano político, cuatro años de persecución despiadada aplicando fast news o law fare contra Rafael Correa o dirigentes de la Revolución Ciudadana; bloqueando ilegalmente la inscripción de movimientos políticos de oposición, cuantas veces se le antojó; encarcelando abusivamente, por quítame estas pajas; empujando al destierro o desatando campañas infamatorias para liquidar el honor y dignidad de sus adversarios, ante la opinión pública.
La mentira es el eje de su estrategia. Posicionar como mentiroso al que dice la verdad y dar por creíble al farsante es una vieja táctica que, por desgracia, todavía es efectiva en públicos despistados y mal informados. Eso intentó Durán Barba, fallidamente, con aquello de “Andrés, no mientas otra vez”, etiquetado tramposamente en el debate presidencial.
No lograron la respuesta deseada e, inmediatamente, idearon otra. Con la anuencia de Lasso y el cinismo propio de todo hitleriano, desataron una intensa campaña, falsificando encuestas contratadas a supuestos investigadores sociales, para tratar de posicionar la idea de que, su aspirante a la presidencia, ”mantiene un empate técnico con Andrés Arauz, en las preferencias electorales”. Una de esas empresas llamada CEDATOS, avezada en el arte de la manipulación, aseguró olímpicamente que Lasso está por encima de Arauz.
Durán Barba y el buró de campaña saben su dolorosa realidad, muy diferente a la que publicitan las mercenarias encuestas. A conciencia fabrican estos señuelos con el propósito de embaucar a desprevenidos votantes proclives a sumarse al ganador y, lo más peligroso, sentar el sustrato que les permita alegar fraude “e incendiar Quito” o fabricar uno, para seguir en el poder, de acuerdo a las circunstancias.
En ese juego sucio se inscribe el sospechoso Estado de Excepción decretado a pocos días de las elecciones y que el candidato de UNES alertó a la prensa internacional como “el intento de poner en riesgo el proceso electoral”, porque inmovilizan al pueblo ecuatoriano, a partir de las 20:00 horas, cuando se anuncien los resultados que, como están las cosas, bien pueden ser tan tramposos como el mentado decreto.
Como telón de fondo y para poner en duda el destino democrático del país, en el escenario aparece un envalentonado teniente coronel René Proaño Vela, Jefe del Comando de Apoyo Logístico número 19 – Napo que amenaza con declarar “objetivo militar” y ofrece “dar un tiro en la cabeza” a Rafael Correa o Andrés Arauz, para impedir que la Revolución Ciudadana acceda al poder.
A pocos días de esa aparatosa declaración, se publica un video de contenido sedicioso y conspirativo contra la Revolución Ciudadana y el proceso electoral, donde un grupo de militares retirados autodenominados RÁFAGA, despiden su fascista intervención con la consigna de: Dios, Patria y Libertad.
Estos uniformados llaman abiertamente a la subversión, la sedición y se manifiestan abiertamente por un golpe de Estado, amenazan con asesinar y, sin embargo, se pasean alegremente sin que ninguna autoridad, civil o militar, aplique la ley, como corresponde. Recordemos que Paola Pabón, Virgilio Hernández y Cristian González, estuvieron varios meses encarcelados porque apoyaron, sin romper ninguna norma, las pacíficas marchas de octubre.
Este proceso electoral tormentoso para la oposición que está a punto de terminar, enfrenta dos visiones contrapuestas de administración del Estado. Una anquilosada en viejos preceptos de una oligarquía autoritaria que beneficia a pequeños grupos dueños del gran capital – nacionales y extranjeros – frente a otra que lucha por nacer pensando en el bienestar del bien común y el desarrollo del país soberano, justo y libre.
La derecha neoliberal arrinconada en sus pecados, sin real respaldo popular, pertrechada en los millonarios intereses empresariales y secundada por odiadores de profesión o conveniencia, desea mantener el poder “cueste lo que cueste”; mientras en las calles, los hijos del pueblo, construyen la fuerza popular para impedir que les roben la democracia, vigilantes contra el fraude o Golpe de Estado – últimos recursos de la derecha neoliberal- porque, como dijo Andrés Arauz, al cuestionar el nuevo decreto de excepción: “No podrán detener el curso de la historia”.