En estos momentos tan duros que vive Guayaquil, por la presencia de la pandemia del COVID-19, me vienen recuerdos de mi infancia, y con ellos me permito hacer una analogía: mi madre, Susi, es para mí lo que el gobierno es para la población. Ella siempre me decía: “Deja de andar en la calle y quédate en casa. Dios dice: Cuídate que te cuidaré”. Eran días difíciles en mi querida Flor de Bastión.
Ahora que soy adulto, escucho al Gobierno Nacional darme las mismas instrucciones: “quédate en Casa”. Lo analizo, y mis primeras conclusiones determinan que en los 90` Susi lo hacía por lo peligroso del sector, y en el 2020 el Gobierno lo hace por lo peligroso de la pandemia. Sin embargo existe una abismal diferencia, no solo en la relación afectiva –sentirse amado y protegido- sino en todo su contexto.
El “quédate en casa” de Susi me garantizaba salud, alimentación, vivienda, estudio, y a cambio yo ayudaba en casa y me esforzaba en los estudios. El “quédate en casa” del Gobierno no garantiza a la población salud, alimentación e ingresos en estos momentos que estamos confinados en nuestros pequeños espacios. En Guayaquil aproximadamente 500.000 personas son trabajadores independientes; es decir, si no trabajan no comen. En este sentido hay que puntualizar que la población no espera dádivas, sino derechos y oportunidades para salir adelante y superar estos momentos críticos, tanto por la salud como por la situación económica. .
El slogan “quédate en casa” usado por el gobierno ecuatoriano, se entiende como: “cuídate y busca quien te cuide”, ya que estamos desprotegidos. Mientras la gente está muriendo en las calles y aceras, y los cadáveres se cuentan por centenas, el Gobierno solo atina a responsabilizar a la ciudadanía y a generalizar la situación de contagios en Guayaquil. No ha sido capaz de reconocer que no se tomaron las medidas adecuadas a tiempo, ni se destinaron recursos al sistema sanitario. Nunca olvidaremos que prefirieron pagar la deuda externa a los bancos, en lugar de utilizar ese dinero para enfrentar esta emergencia. ¡Los bancos pueden esperar, la vida de las personas no!
Hoy sentimos que el Gobierno no ejecuta las acciones concretas para precautelar la vida de la gente; por ello me sumo -y pido que se sumen- a las voces que exigen que el Gobierno realice pruebas rápidas de COVID-19 a la población, a fin de detectar las redes de contagio presentes en los distintos sectores de la ciudad y así poder aislarlas, atenderlas y evitar la expansión del virus. Existe la organización territorial y de infraestructura en salud –herencia de la planificación territorial del gobierno de Rafael Correa-, ES CUESTIÓN DE VOLUNTAD POLÍTICA Y CALIDAD HUMANA.
Esta pandemia no solo es biológica sino ética. He visto con indignación, como el Municipio de Guayaquil, anunció la donación de “cajas de cartón” -sí de “cartón, como los que guardan electrodomésticos”-, para sepultar a los fallecidos pobres de la pandemia. Ya no es suficiente que les haya tocado a muchos guayaquileños vivir en casas remendadas con cartón, sino que ahora también, ese material los acompañará hasta la tumba. Esto representa una clara vulneración al derecho de morir con dignidad. ¿El Gobierno ha dicho algo al respecto? No, porque queda claro que coinciden con el “modelo exitoso” –discriminador y excluyente- de nuestra ciudad.
A la fecha que escribo este artículo, 7 de abril de 2020, se cumplen 21 días de la declaratoria de aislamiento social, y el hambre ya ha entado por la puerta de millones de hogares. Las medidas de protección social anunciadas por el Gobierno presentan notables deficiencias y están lejanas de la realidad inmediata, evidencia de aquello es que cada vez son más las voces que expresan: “tenemos que salir de nuestras casas, porque si no nos mata el virus, nos mata el hambre”.
La escasez y la especulación con los precios de los alimentos son problemas que en estos días afectan a diario a la población, sobre todo a los grupos vulnerables. Sobre este problema ¿El Gobierno ha implementado acciones de control contundentes? No, a tal punto que una cubeta de huevos pasó de $2,80 a $5,00 dólares y la cebolla colorada (si rezas a los santos y puedes encontrarla) pasó de $0,30 centavos a $1,00 dólar la libra.
Con fundas en manos y hazañas de “mioteros” (así denominamos en Guayaquil a los niños y jóvenes que se suben al balde de las camionetas al andar), hemos visto a altos funcionarios del gobierno, incluyendo al Vicepresidente, en Monte Sinaí entregando raciones de alimentos; y no es que esto per se esté mal, el problema es que este trabajo debería estar ejecutándose de forma permanente y coordinada entre el MIES, Secretaría de Gestión de Riego y las Fuerzas Armadas. ¿O solo fueron por la foto? ¿Qué hacen un Vicepresidente y un Ministro de Salud, entregando un par de canastas, cuando deben dirigir y coordinar todo el manejo de la pandemia?
Es momento de que el Gobierno Nacional acepte que “quedarse en casa” no es suficiente, que entienda que transparentar las cifras y realizar pruebas masivas del COVID-19 son acciones urgentes, y que proteger a la población mediante la provisión de alimentación es vital para contener la pandemia. ¡Presidente, trabaje para proteger la vida y haga todos los esfuerzos para darles una digna sepultura a nuestros hermanos, que perecieron por esta pandemia!