Francisco Herrera Aráuz/EcuadorInmediato
Las dos semanas de este abril 2018 y que han terminado, son las más funestas que ha soportado la nación. Los muertos que lloramos, la crisis que enfrentamos, la violencia que vivimos, son hechos que se han visto agudizados por las palabras, frases, dichos y afirmaciones del presidente de Ecuador, Lenín Moreno Garcés, que deben ser asumidas como resultado del conflicto que entre todos sobrellevamos. Sin embargo, no pueden pasar mucho tiempo sin que sean obligadamente explicadas por los co-responsables y que lo sean en el foro adecuado, porque de lo contrario se acumula en la infamia del silencio y se convierte en una burda acusación, que es sostenida una y otra vez por unos con la complicidad de otros, haciendo de esta una vida invivible para la nación.
Es evidente que la crisis de frontera que hoy soporta Ecuador ha desnudado las fallas severas en comunicación que tiene el gobierno de Moreno Garcés, sea porque es un fenómeno nuevo o al menos considerado lejano, que nunca lo asumimos; o quizás, porque el régimen y la sociedad en su conjunto nos sentimos golpeados por la tragedia que ha tocado a las puertas. Acostumbrados como somos los seres humanos cuando nos ocurre algo duro de aceptar, solemos buscar culpables y, claro muchas veces las palabras suelen brotar irreverentes, lanzando acusaciones o afirmaciones muchas veces falsas y otras injuriosas, como una forma de catarsis para zanjar el dolor y frustración y comunicar aquello ha sido la falla evidente.
Desde hace unos días atrás, a medida que avanzaban las horas de la crisis, la nación miró una y otra vez al palacio de Carondelet, o a la figura del presidente Lenín Moreno, para clamar por su mensaje que explique lo que estamos viviendo. El tiempo transcurrido entre el secuestro y el anuncio de la muerte de los 7 ecuatorianos por los ataques de frontera, fueron de un silencio insondable. Más, una vez que le correspondió exponer condolido al mandatario el trágico desenlace, comenzaron a surgir de su parte una serie de frases que buscaron dirigir las culpas al pasado. A su pasado y el de otros, como queriendo encontrar en ellas justificación no justificable. Lo grave ha sido encontrar en dichas frases acusaciones e insinuaciones carentes de verdad, y que golpean directamente a su entorno, sean por la gravedad de estas o la culpabilidad de su entorno del equipo presidencial de ministros y secretarios.
Enfrentados a la realidad del secuestro de los 3 periodistas del diario El Comercio, el pasado 28 de marzo, en el marco del Consejo de Seguridad que analizó la crisis, el presidente Moreno lanzó el aserto acusatorio: «El desmantelamiento de nuestras Fuerzas Armadas y la Policía, la merma en la moral, en la ética, pero sobre todo la permisibilidad extrema ha permitido que esto ocurra». Lo contundente de lo dicho se sumó a la versión en televisión surgida de mandos militares que se negaban a usar los 10 mil fusiles donados por china, por falta de parque, clamando porque se compren nuevas armas, lo que fue respondido por el mandatario con un anuncio solemne de dotar de nuevo armamento y equipo militar, que frecuentemente es muy costoso, ya que se entra en una carrera armamentista de muerte. La acusación fue directa con el gobierno de su mentor, Rafael Correa, y su política pública de manejo de fuerzas armadas ecuatorianas, que estaban cuasi destruidas a criterio del mandatario ecuatoriano.
Pues bien, si esto lo denuncia el presidente Moreno sus razones o informaciones tendrá. Sin embargo, lo grave ha sido que a continuación de lo expuesto se cuente con el irónico silencio de quienes tuvieron en sus manos el manejo de la defensa nacional. Justamente María Fernanda Espinosa, actual canciller fue ministra de Defensa; Miguel Carvajal actual secretario de la Política también Ministro de Defensa. No se entiende como ellos, que son acusados por el presidente de ser parte de ese desmantelamiento de fuerzas armadas, se callen. Y digo, deben hablar para explicarnos ¿Cómo y por qué le hicieron eso a Ecuador? El haber silenciado sus voces se convirtió en una aceptación tácita de la acusación presidencial. Y, si es falso lo dicho, entonces, con mayor razón debieron haberse explicado: primero al mandatario, y luego a la nación, de la equivocación del presidente. Sumen la gravedad del hecho que los inculpa ya que esta semi destrucción de fuerzas armadas debió ser auditada y juzgada, así como sancionada penalmente, porque es un acto indebido contra la integridad de la nación. Y, póngale al hecho político contradictorio que es el que el presidente Moreno los mantiene a su lado, como sus colaboradores directos, pese a esa grave irresponsabilidad denunciada. ¿Cómo pudieron aceptar esta grave acusación sus ministros co-responsables y no dirán nada con esto?