Pedro Pierre

Los especialistas nos dicen que el amarillo es un color ambiguo. Representa a la vez la potencia y la gloria como en los casos del rey sol y del chaleco ganador de carreras ciclísticas; es también la señal de la enfermedad y la traición como en el caso de la fiebre amarilla y de la calificación negativa que se da, por ejemplo, a los sindicalistas que traicionan a sus compañeros. Vemos los casos de Francia con la actual protesta de los chalecos amarillos y los de Ecuador con la cascada de traiciones que estamos presenciando.

  1. Francia se viste de amarillo

Manifestaciones contra el gobierno francés se suceden desde caso un mes. Como señal común han elegido vestir chalecos amarillos. El sábado 7 de diciembre se movilizaron nada menos que 89,000 policías por toda Francia contra decenas de miles de manifestantes ocupando las capitales provinciales de todo el país. Es el signo de un descontento generalizado contra políticas neoliberales que aumentan regularmente los impuestos. Por ejemplo en Francia, un litro de gasolina cuesta más que un galón de la misma en Ecuador, o sea, ¡casi 5 veces más! Como en nuestro país, allá también los pobres financian a los ricos cada vez más ricos. Los manifestantes se visten de un chaleco amarillo para identificarse de una manera llamativa -dicen que el amarillo es el color que más atrae la vista. Los jóvenes participan numerosos porque, como en todas partes, son los más afectados por un sistema que los margina: tienen que ir a buscar empleo en cualquier continente del planeta en una vida loca por enfrentar las dificultades de la vida.

Estas protestas reúnen cada vez más gentes y tienen favorables a su causa la mayoría de la población. Piden la dimisión del presidente y la disolución de la asamblea legislativa. Critican las instituciones y desconfían de todos los partidos políticos, de los que no son parte: ¡los de izquierda han hecho en los gobiernos anteriores una política de derecha! En cuanto a los sindicatos, estos son bastantes débiles. En estas manifestaciones salen líderes espontáneos… Todo esto recuerda los levantamientos de mayo del 1968 que abarcaron a toda Europa y lograron 2 cambios significativos: el salario mínimo equiparado a la canasta básica e igual entre varones y mujeres haciendo el mismo trabajo. Se ve consignas parecidas como por ejemplo: “¡A ver si lo cambiamos todo!”

A los manifestantes de mayo de 1968 les faltaba organización, formación política e incidencias en los poderes del Estado. Las viejas instituciones capitalistas resistieron y todo volvió poco a poco a su cauce ‘normal’: la explotación inmisericorde de los trabajadores y la destrucción sistemática de la naturaleza. En 50 años bien poco se ha avanzado. Y no parece que se va a avanzar mucho. Las revoluciones se hacen después de años de luchas, de organización disciplinada y de formación política, con un pueblo decidido a jugarse la vida por un cambio, ahora ecológico-socialista. No se trata sólo de crear problemas al sistema neoliberal. Se trata, por una parte, de vivir mayoritariamente de otra manera, personal y colectiva: menos consumista, utilitarista, mercantilista y más compartida, más organizada, más favorable a la promoción del bien común. Por otra, se trata de sustituir el sistema neoliberal comenzando por uno mismo, la familia, la vecindad, la ciudad para llegar poco a poco a un Estado nacional con instituciones diferentes.

  1. Ecuador también de amarillo…

En Ecuador brilla el amarillo luminoso de nuestra bandera que refleja la grandeza del sol, padre de la vida, y las riquezas del maíz, el arroz, el oro que nos regalan la Costa y la Sierra. Está también el amarillo del popular club deportivo guayaquileño, con su lema: “ídolo del Ecuador”.

Lastimosamente está campante el amarillo de las traiciones políticas: un presidente elegido para continuar la revolución ciudadana que pacta con la derecha hasta el punto que podemos leer en redes sociales y manifestaciones: “Moreno no existe”… o “Moreno es Nebot”… Traicionaron también al pueblo y a la revolución ciudadana los 44 asambleístas de Alianza PAIS que trocaron su camiseta por seguir favorecidos según sus intereses personales. Igualmente las despedidas de 2 vice presidentes huelen a traición: primero con Jorge Glas para enviarlo a la cárcel sin juicio certero y luego con María Alejandra Vicuña que aparece como trampolín afín de que entre alguien favorable al neoliberalismo, en la persona de Otto Sonnenholzner el más promocionado por el mismo gobierno, la derecha recalcitrante, los grandes empresarios… Ni hablar del Consejo transitorio de Participación Ciudadana que se cree y actúa por encima de las leyes, la Constitución y la ética personal y social. El amarillo negativo nos está envolviendo de fiebre adormecedora para que “los grandes ‘pescadores’ de siempre puedan acumular dinero y poder en este río revuelto que es nuestro país” en este momento.

En Ecuador estamos lejos de un cambio significativo a pesar de las desgracias en las que estamos. ¿Cuántos deseamos un cambio de sistema? La inmensa mayoría de la gente está preocupada por consumir más y siempre más. Lo estamos viendo en cada Navidad: por todas partes un papa Noel capitalista desaparece a un niño Jesús naciendo en un pesebre, que desde su estilo de vida sencillo va a construir una comunidad de discípulos decididos a continuar el proyecto del Reino, es decir, una sociedad fraterna, equitativa e universal. Mientras seguiremos honrando a un Niño divino que nos prometo un Reino de los cielos para no se sabe cuándo, seguiremos apoyando un sistema que nos explota, nos engaña y nos embrutece.

Al fin del año está la costumbre de vestirse de amarillo para que el amor llene los corazones. ¿Por qué no compramos una camiseta amarilla, por una parte, como signo de protesta contra los atropellos que sufrimos y otros que se preparan y, por otra, como signo de esperanza porque el mismo sol, padre de la vida, amanece cada mañana para que nazca un nuevo día en nuestros corazones rejuvenecidos? Ecuador será lo que lo estamos haciendo.

El próximo aniversario del nacimiento de Jesús renueva nuestro compromiso para construir, a base de justicia y verdad, la paz en nuestro país. Esa es la profecía de Isaías: “El pueblo que caminaba en la noche divisó una gran luz; los que habitaban el oscuro país de la muerte fueron iluminados… Un niño nos ha nacido… para afianzar el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre”. Hoy somos nosotras y nosotros los llamados a ser realidad el sueño del profeta.

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