Ezequiel O. Salinas

Está bien que nos indignemos con comunicados frente a los recortes en la Educación Pública ecuatoriana. Está bien que dirijamos nuestra indignación en las redes antisociales como Twitter frente a las actuales autoridades. Está bien poner “like” a las contradicciones de Fander Falconí cuando criticaba los recortes en educación. Está bien…

El fenómeno es en toda América Latina. Lo podemos ver en Colombia y en Argentina. Y viene de arriba. La experiencia en Colombia nos muestra que no aplica el discurso “la izquierda se farreó la plata”, ni que se pueden atribuir los recortes a “la pesada herencia” como lo hacen en Argentina. La experiencia en Colombia nos enseña que los recortes son ideología pura. Mientras los pueblos sigan impávidos ante los presidentes de derecha que privilegian los intereses de los banqueros por sobre el futuro de su población, los cortes en la educación van a ser recurrentes.

Esta semana, el FMI celebró la aprobación de un presupuesto que profundiza una disminución inocultable a la educación pública argentina. En Argentina se llamó “el Presupuesto del FMI”. Las fuerzas progresistas y populares intentaron modificarlo y bloquearlo, pero no lo lograron.

En Colombia, la OCDE celebra las medidas de recorte fiscal y despojo de los ingresos a sus clases populares. El presidente Duque se toma fotos en su visita a la OCDE mientras su gobierno reprime las protestas de los estudiantes colombianos.

Los estudiantes ecuatorianos deberían invitar ya a sus pares colombianos y argentinos para compartir experiencias. Ecuador está viviendo la misma historia de la región con unos cuantos meses de rezago. No debemos ser tan miopes con respecto a lo que ocurre en nuestras narices. No debemos quedarnos en las redes antisociales que fungen de sesiones fugaces de terapia grupal que termina por desmovilizar y olvidar las calles.

Como el acuerdo con el FMI ya está listo –y de hecho ya ha sido anunciado por el Viceministro de Finanzas en un programa dominical para este diciembre– y se sabe que lo que pidió este organismo internacional es precisamente recortar los alcances de lo social, y, además, mostrar férrea disposición a mantener tales medidas. ¿Para qué? Para que el gobierno tenga “credibilidad” con el FMI. Es lo mismo que le exigen a Macri.

El trío de economistas colonizados –all boys y buenos amigos de los banqueros– que encabezan el Ministerio de Finanzas, Richard Martínez, Fabián Carrillo y Santiago Caviedes, piensan que le hacen bien a su país entrando al círculo vicioso al infierno que significa el FMI. No se detienen a pensar o reflexionar lo que le está pasando a Argentina. No se ponen a pensar cómo Argentina va a pagar decenas de miles de millones en el futuro. No se proyectan unos años en el tiempo. No se dan cuenta que esa deuda, con la economía contrayéndose, será nuevamente impagable. Pero piensan que el FMI es una boya que ayudará en el corto plazo cuando en realidad el FMI adquiere poder de veto –mediante sus informes vinculantes para cualquier acreedor externo– sobre la política económica. Acordar con el FMI es someterse a un autoritarismo foráneo que pone al Ecuador de rodillas. Trump critica al multilateralismo climático y al multilateralismo de los derechos humanos pero jamás ha criticado a las multilaterales propias como el FMI.

Ese trío no aprovecha toda la crítica a las prácticas del FMI –incluyendo de la división académica del propio FMI– y a la teoría económica neoliberal caduca y quebrada. De Caviedes no sorprende porque banquero es, de hecho es un “shadow banker”, un banquero en las sombras –término que se refiere a inversionistas de instituciones financieras no bancarias–. Caviedes lucra con la especulación financiera, ese es su negocio. De Martínez tampoco porque su aspiración siempre ha sido unirse a la burocracia financiera internacional. De hecho su cercanía con el Banco Interamericano y el Banco Mundial es bastante conocida. Ya lo veremos por Washington. Pero de Carrillo sí molesta, porque luego de escudarse en la academia, hoy usa su cargo para palanquearse su futuro en el gremio bancario. Así también opera el FMI.

Bacán los retuits, ahora vamos por organización callejera, creativa y combativa.

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