Las primeras referencias sobre actividades de Inteligencia pueden encontrarse muy atrás en la historia, que incluyen el Antiguo Testamento. La función con diferentes formas ha existido desde Mesopotamia, el Imperio Chino, en Edad Media, durante la Segunda Guerra Mundial, hasta el presente, en la llamada ‘nueva carrera armamentista’ del desarrollo de inteligencia artificial. La inteligencia es, entonces, un fenómeno que es parte de la realidad política de la humanidad.

La obtención de información privilegiada-secreta ha acompañado desde siempre la planificación de estrategias para la obtención de ventajas estratégicas y, por supuesto, las toma de decisiones políticas al más alto nivel.

Se trata de una dimensión fundamental para entender las relaciones de poder, las formas de los Estados y los equilibrios de poder, por citar algunos ámbitos. Ante esto, lo crítico es que pocos estudiosos de las Ciencias Sociales han mostrado interés en investigar, comprender, debatir y construir seriamente conocimientos sobre la función de Inteligencia desde una perspectiva latinoamericana. Lastimosamente, muchos gobiernos tampoco le dan la importancia a esta otra forma de generar conocimiento y hacer política.

La mayor parte de aproximaciones en el debate público se las realiza desde la romanización de términos como “espionaje” y  “espías” o en contextos que son presentados como “escándalos”. Una especie de estrategia amarillista para captar la atención del lector sin brindarle herramientas para comprender lo que la Inteligencia significa, sus implicaciones y desafíos en los actuales contextos.

Al parecer, existiría un interés de que este ámbito sea poco estudiado. Lo equivalente a que sea poco entendido y, en consecuencia, carezca de aproximaciones informadas y serias sobre la función de Inteligencia en los Estados contemporáneos: Un déficit tanto para construir un debate público plural como para acompañar el fortalecimiento de la democracia. Pero al mismo tiempo una zona gris, un espacio exclusivo y una reserva de ‘expertos’, para beneficio de unos pocos.

Se requiere abandonar la pasividad y preocuparse por un ámbito de estudios que ha sido desarrollado principalmente desde una perspectiva militar y policial. Hace falta una apuesta clara y necesaria para acompañar el fortalecimiento de las democracias en la región y las posiciones progresistas en particular.

Relación Democracia e Inteligencia de Estado

El vínculo entre democracia e Inteligencia en la región, tampoco es una relación nueva. En la historia moderna de Latinoamérica, se observó cómo la transición hacia los sistemas democráticos en América Latina y el Caribe -desde los años setenta del siglo pasado- estuvo acompañada por reformas o intentos de reformas en los sistemas de inteligencia.

Sin embargo, y se debe ser enfático en esto, estas aproximaciones no han sido muy exitosas, dejando relativamente intacta la corriente de pensamiento único, heredera de la guerra fría y su doctrina de seguridad nacional, la lucha contra ‘el enemigo interno’ y en general, la oposición a los sectores de izquierda.

Una especie de totalitarismo o monopolio del conocimiento sobre Inteligencia -desde los centros de estudios o pensamiento extra-regionales -que todavía influyen en América Latina y el Caribe- se ha convertido en el principal obstáculo para desarrollar un ejercicio de construcción colectiva propia que permita entender y explicar -entre muchos otros temas- el rol de la Inteligencia y su relación con la sociedad, la democracia y el Estado.

En este sentido, se requiere democratizar los Estudios de Inteligencia para, a través de esto, convertir a la función de Inteligencia en una herramienta que democratice las instituciones de seguridad, defensa e inteligencia al interior de los Estados. Las experiencias recientes en la región, permiten inferir que los procesos de democratización de los noventa y de principios de siglo, tuvieron resistencia en esta dimensión no solo por el sesgo ideológico de sus miembros tradicionales, sino por el descuido en reformarla a cabalidad, incorporando entradas y profesionales multidisciplinarios.

Si no se actúa en este sentido, los futuros gobiernos por muy democráticas y populares que sean sus intenciones, se enfrentarán a una institucionalidad dentro del Estado que se le opone y que, aún más, facilita la penetración de inteligencias extranjeras -en los cuerpos de seguridad, defensa e inteligencia- ajenos o los objetivos de desarrollo, independencia y emancipación que definen al progresismo.

Se debe, entonces, promover desde diversos espacios -político, académico, comunicacional- un debate democrático sobre lo que se entiende como función de inteligencia y justamente definir que deberían ser sus funciones, atribuciones, mecanismos de legalidad, control y rendición de cuentas, entre otros. De la misma manera, en atención a los desarrollos sociales y tecnológicos contemporáneos, motivar nuevas aproximaciones, como por ejemplo, la relación entre la Inteligencia de Estado y ámbitos como el desarrollo sostenible, seguridad humana, colonialismo digital, identidad colectiva, entre otros.

Estudios de Inteligencia: un ejercicio colectivo necesario

Democratizar los Estudios de Inteligencia requiere convocar un amplio y necesario ejercicio colectivo. Ante el pensamiento único corresponde construir aproximaciones multidisciplinarias que motiven un mayor pluralismo.

La academia está llamada a actuar, no obstante, esto no quiere decir que solamente deba existir una relación exclusiva con ella. Las transformaciones económicas, sociales, políticas, tecnológicas, culturales, entre otras, reafirman la necesidad de promover un conocimiento colectivo que permita una mayor y mejor comprensión de la función de Inteligencia, desde diversas entradas.

Un ejemplo de actualidad y que influirá la forma como concebimos hasta ahora la realidad social, es la relación entre inteligencia artificial, Estados, servicios de inteligencia y desarrollo económico. La mayoría de las tecnologías que se emplean comúnmente por usuarios individuales e instituciones públicas y privadas, son producidas y están en manos de un puñado de agentes extra regionales que no necesariamente tienen los intereses de sus usuarios como prioridad.

La creciente presencia de la tecnología en todos los ámbitos, obliga a prestar atención a la Inteligencia ya que se esperan consecuencias, a corto y mediano plazo en la manera como concebimos el trabajo, el tiempo, la guerra, la pobreza, la desigualdad, lo público y lo privado, entre muchos otros fenómenos sociales que no volverán a ser lo mismo y siguen patrones de acelerado cambio.

Hoy más que nunca, urge abandonar la pasividad intelectual. Tanto las Ciencias Sociales y los actores que pretenden incidir en lo público en América Latina y el Caribe, tienen una deuda pendiente. El pensamiento único no se acepta por los valores y corrientes progresistas, por lo que tampoco puede ser la norma en los estudios y la práctica de Inteligencia. Se requiere contar con una visión progresista y democrática, que se piense desde los nuevos tiempos, que permita democratizar y modernizar en serio, los servicios de inteligencia.

Se trata de un enorme desafío, una apuesta para acompañar la reconstrucción de sociedades más humanas, más incluyentes y democráticas, de regresar la función de inteligencia a su objetivo originario: proteger los altos intereses del pueblo y no servirse de él.

Tomado de Revista Poll

Por Editor