Las encuestas tienen preocupados a los líderes de la derecha, del gobierno (que es decir lo mismo) y a los medios tradicionales de prensa. Las declaraciones de Jaime Nebot, Guillermo Lasso o sus corifeos (dígase ciertos pelagatos, boscanes y unos entrevistadores dinosaurios de la radio y la televisión) apuntan a un solo peligro y amenaza: Rafael Correa en vez de caer en las encuestas sube y sube.

Y más allá de que los sondeos de opinión carecen de esa profundidad que otros estudios sí alcanzan, hay tres datos clave en las cifras de las encuestadoras: Lenín Moreno es odiado y despreciado por la ciudadanía, el problema mayor del país no es la corrupción sino el desempleo y Nebot no crece en la aceptación electoral.

Para ir por partes:

1.- El odio y desprecio a Moreno tiene ya tintes de rabia: lo consideran incapaz, traidor (que ya de sí es mucho), atado a los banqueros y empresarios, poco creíble en lo que dice y hace, entre lo más importante. Y esto, que ya es mucho para un presidente y no se diga para un político, constituye la verificación de la enajenación política sufrida por él y acolitada por su Vicepresidente y sus ministros. Parecería que viven en otro mundo, como si la realidad estuviera en otra parte y la economía tendría al país en el devenir de prosperidad.

Cuando se autoproclama gobierno de transición, queda clara la poca sensatez para interpretar su verdadero rol en la historia ecuatoriana. La transición no es a mayor democracia o bienestar. Por más que insista que recibieron un país en quiebra, las propias cifras del FMI lo contradicen: todo ha sido para peor, más desempleo, desinversión y pobreza. La prosperidad solo ha recaído en ciertas chequeras a las que los gobernantes ahora rinden pleitesía con su humillación y sometimiento más morboso.

2.- Si el problema mayor del país es el desempleo, la caída de la producción, el cierre de proyectos y procesos productivos, la estrategia de la derecha ahora es desviar la atención a la inseguridad, a la migración venezolana y reiterar que el culpable de todo es Correa. Ya ni siquiera Nebot o Lasso aluden al ex presidente radicado en Bruselas. Son cautos porque entienden que seguir acusándole de todos los males los identifica con Moreno todo el tiempo. De ahí que hablar de inseguridad y migración les conecta con esos sentimientos básicos de la población, exacerbados por la prensa y el mismo gobierno.

La economía ecuatoriana atraviesa por graves circunstancias, tal como lo describía nuestro colega Juan Fernando Terán en su artículo de la semana anterior. No solo acosa la desinversión o la deuda: fundamentalmente hay desconcierto, incertidumbre y muy serias sospechas de corrupción de alto calibre en la concesión de proyectos estratégicos y de los bienes y empresas públicas. Bastaría observar con detenimiento el desparpajo de Santiago Cuesta para entender por dónde saldrá la pus de los negociados.

3.- Como ya estamos en los preparativos y cabildeos de la campaña presidencial del 2021, el personaje al que rinden pleitesía los medios y los opinadores es el Caudillo del Puerto. Desde él y con él analizan el escenario electoral considerándolo la mejor carta de la derecha para que esa supuesta “transición” concrete el proyecto neoliberal: retornar a la Constitución del 98 y al modelo neofascista.

Sin embargo, verlo en las apariciones públicas basta para entender que no solo es la edad, sino la fijación en ciertos asuntos, lo que lo convierte en un político con una fuerte dosis de incredulidad en sus supuestas derivaciones a un liberalismo moderno. Como atiende entrevistas donde no le dan motivo para exaltarse o encolerizarse, trasluce las fijaciones sobre el rol del Estado, la calidad de la democracia y el apego frenético a la libre empresa.

Ya no son pocos los que piensan que si va solo o colgado del apoyo gubernamental no le alcanzarán los votos para superar la fuerza con la que arranca el correísmo. Y por eso también hay otros que se ilusionan con disputarle el espacio de la derecha, como el mismo Vicepresidente actual que prepara sus baterías para diseñar una campaña a favor de su imagen y desprenderse de Moreno.
Y en todo este panorama ¿cómo se explica la fuerza del correísmo y el recurrente estribillo popular de “Con Correa estábamos mejor”? Buen tema para otro análisis y así entender que más allá del linchamiento mediático, la judicialización de la política, la persecución judicial y el bloqueo político, las corrientes internas de la sociedad se expresan en sus modos menos imaginados.

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