Por Rodrigo Rangles Lara

Multitudinarias masas empobrecidas del país multicultural y multiétnico, cansadas de sufrir las inhumanas políticas neoliberales, decidieron unirse, pacífica y decididamente, al paro nacional convocado por la CONAIE y poner  en jaque al gobierno del presidente Guillermo Lasso que, en su desesperación por evitar el jaque mate, violenta leyes y se parapeta en la industria mediática, los altos mandos policiales y militares.

Estudios de opinión confirman que 82 de cada cien ecuatorianos repudian la gestión del banquero presidente, porque atiende solícito demandas de poderosos sectores empresariales y financieros; mientras lanza despiadado al precipicio de la pobreza y  miseria a inmensos estratos poblacionales.

Las políticas gubernamentales del militante Opus Dei, quebraron incontables empresas medianas y pequeñas, destruyeron económicamente a cientos de miles de productores agrícolas y ganaderos; cesantearon sin contemplación  a otros miles de empleados públicos y privados con el resultado de que, hoy, en el Ecuador, solamente tres de cada diez ecuatorianos tiene trabajos estables.

Son los nuevos pobres que, muchos de ellos, maldicen haber sido engañados por el adorador del dinero sucio, y engrosan indignados las multitudinarias movilizaciones sociales exigiendo derechos conculcados por el siniestro gobernante que, en su declarado loco afán de “destruir al correismo”, en la realidad, destruyó la institucionalidad y arrebató a la ciudadanía las conquistas logradas en salud, educación, trabajo, vivienda, matando  esperanzas y sueños de una vida digna.

No contento con esos macabros resultados, a despecho de las manifestaciones opositoras,   puso más gasolina al fuego, divulgando el decreto  457 que faculta despidos masivos en la administración pública, a pretexto de valorar eficiencia; a la par, disminuye el gasto corriente, otro tramposo argumento para contar con fondos destinados a pagar la deuda externa y,  hacer de las suyas, como es su costumbre.

La mezquina siembra de hambre, dolor y muerte, verdadera generadora de violencia social, está cosechando Lasso con la rebeldía levantada en cada rincón del país, que crece y crece pese al uso desmedido de la fuerza, con un par de muertos, decenas de heridos e incontables detenidos.

En su desesperación por aferrarse al cargo, y en un intento de contrarrestar la imparable ola de repudio, no le quedó otro recurso que decretar el  estado de excepción y, en ese marco, emprender descabellados atentados como el realizado a la Casa de la Cultura, colocándola  tras barrotes cuarteleros, acto repudiado dentro y fuera del país como símbolo de la tendencia fascista del ignaro banquero.

Un disparate, tras otro. Amanecimos con la noticia que lo propio hizo con la Escuela Politécnica Nacional, en su afán de impedir que ese centro de educación superior sirva de acogida a los indígenas que marchan hacia Quito. En respuesta, la Universidad Central del Ecuador y la Politécnica Salesiana decidieron recibir a los exhaustos marchantes que enfrentan y burlan cercos represivos para cumplir su objetivo.

Las desoladas calles de la capital, producto de las movilizaciones populares en el centro y sus alrededores, contrasta con innumerables y nutridos retenes de uniformados preparados como si fuesen a una batalla. Los alrededores del Palacio Nacional parecen un fortín inexpugnable protegiendo al jefe máximo; mientras los asambleístas, con una nueva mayoría contraria al régimen, discuten medidas en torno al estado de excepción y otras inconsultas decisiones  gubernamentales, sienten la presión de una extremada militarización, en los alrededores del recinto.

Hay voces de asambleístas que se convirtieron en el eco de organizaciones pidiendo la destitución del presidente; otros, como el indígena Salvador Quishpe, devenido secretamente en asesor ¿ad honorem? de Lasso, traicionando a sus compañeros marchantes; mientras,el presidente de la Asamblea Nacional, pide a la Cruz Roja y las Naciones Unidas como garantes de un diálogo para salir del problema y  el bloque de Revolución Ciudadana, llama a la muerte cruzada, fórmula para que el pueblo decida en las urnas el destino del país.

La CONAIE, a la cabeza el ingeniero Leonidas Iza, se mantiene firme en el paro indefinido hasta que el gobierno atienda su demanda de diez puntos que, de cumplirse, cambiaría sustancialmente el programa neoliberal radical, impuesto a Lasso, desde el Fondo Monetario Internacional. 

El miedo ronda en Carondelet, miedo peligroso que llega al pánico cuando  constata que, su urgente convocatoria a una contramarcha, resultó en un fracaso estrepitoso; pues, solo escasas decenas de sus admiradores salieron a las calles a vocear consignas contra Iza y Correa.

Horas más tarde, el fracaso  de la marcha  “en defensa de la paz y democracia” se tornó en acto violento protagonizado por algunos “pelucones” del exclusivo barrio de Cumbayá, que  dispararon   contra pacíficos pobladores opositores al régimen, según se constató en videos publicados en redes, así como en fotografías de los extremistas civiles, para quienes se pide las sanciones pertinentes.

Lo cierto es que, más allá de la fuerte represión, se siente una creciente decisión de las masas, para terminar con las medidas anti populares  generadas, consiente y planificadamente, desde el gobierno ultraconservador, que hoy se encuentra en jaque y que hará lo imposible, legal o ilegalmente, para evitar el jaque mate.

Lo curioso es que, en esta partida política de movimientos estratégicos, los despreciados y ninguneados peones tienen la posibilidad de “capturar al rey y, por extensión, a la reina”. 

Por RK