Por Santiago Rivadeneira Aguirre

El de Lenín Moreno Garcés no fue un gobierno de transición -el falso slogan publicitario con el que comenzó su gestión- sino de interrupción. No hubo otro propósito más que el de ensuciar y manchar el trabajo de su antecesor construyendo una ficción repleta de infundios y mentiras. Apoltronado en el sillón de Carondelet, comodón y vago, gobernó para las élites económicas. El presidente Moreno se convirtió de inmediato en el nuevo gandul de la política ecuatoriana, servicial y comedido, siempre atento a las disposiciones que la extrema derecha de Lasso-Nebot le fueron dictando.
¿Le quedan algunas lecciones al país, que vayan más allá de repetirnos que el gobierno de Moreno es el peor de la historia republicana y que, además de ser cierto, nos llena de vergüenza? Seguramente la más importante: a la extrema derecha de este país jamás le importó el bienestar de la mayoría. Sin embargo, hay otras lecciones que van desde lo moral hasta lo ético, como parte del cinismo con el que han devastado el país.
Porque la alianza reaccionaria de Lasso y Nebot o de Nebot y Lasso según haya sido el momento histórico, favoreció la destrucción sistemática del sistema democrático, contando siempre con la complicidad directa de los medios de comunicación mercantiles, proyecto al que suele sumarse la ‘izquierda’ pueril y oportunista, agazapada en los entresijos del poder que ambiciona estar en la repartija. Hay un trasfondo fascistoide, sedicioso -con tendencias al golpismo-, que la extrema derecha convirtió en objetivo estratégico del gobierno de Moreno. Es decir, del gobierno neoliberal al que apuntalaron y sostuvieron estos cuatro años.
Sobre la base de la banalización de la democracia, la extrema derecha tuteló a sus anchas e impuso una serie de cambios legislativos para privilegiar los intereses económicos de la banca y las grandes empresas. La ilegal consulta popular de 2018, que puso al frente del Consejo de Participación Ciudadana, transitorio, a un político ochentón decadente e impúdico, quiso provocar un ‘efecto de masa’ para legitimar los atropellos al estado de derecho y las leyes, que en lo sustancial, exacerbó a la ciudadanía contra la gestión del gobierno anterior.
El ‘efecto de masa’ es una táctica perversa de los gobiernos arbitrarios por la cual una comunidad necesita producir o inventar una diferencia, para asegurar la cohesión interna que de pronto se ve amenazada por factores externos, léase para el caso ecuatoriano, el correismo. Así se oficializó el anticorreismo en la política nacional, que ha sido un modo de ocupación de aquel vacío creado artificialmente por la derecha totalitaria, de vaciamiento discursivo e ideológico, de una forzada y deliberada desinstitucionalización para que volvieran el individualismo y el ‘sálvense quién pueda’ porque ahora el Estado es incapaz de brindar a los ciudadanos seguridades mínimas en materia de salud, educación, empleo y calidad de vida.
El denominado ‘plan de vacunación’ y la crisis sanitaria solo son una muestra del fracaso del modelo neoliberal, porque también están en la lista de atrocidades del gobierno derechista de Lasso-Nebot-Moreno el aumento de la pobreza y de la pobreza extrema; el incremento del desempleo, el riesgo país, la inseguridad, la destrucción del sistema penitenciario, el endeudamiento que ya llega al 60% del PIB, y un largo etcétera vergonzoso que incluye la corrupción desbordada.
Capítulo especial merecen los medios de comunicación mercantiles, (son la voz extra-política del sistema), convertidos en el sostén del gobierno mediocre de Moreno y la forma que la derecha totalitaria encontró para crear supuestos consensos. Nietzsche decía, en su Segunda consideración intempestiva, que los medios de comunicación no eran otra cosa que parte de la ‘enfermedad histórica del mundo’, por el hecho de que la prensa reducía inmediatamente a ‘información estandarizada la guerra que acaba de concluir el día anterior’.
El ‘desencanto’ por el mundo y la manipulación de la información, también se traduce en el desinterés ante las posibilidades reales de la democracia. La democracia y la libertad resultarían entonces, categorías subjetivamente instrumentales. Sin embargo ¿cómo se actualiza la dimensión política de la sociedad? Existen varios mecanismos que intentan problematizar -dentro de un estatuto soberano- las posibilidades que tiene el juego público al interior del cual se van creando las voluntades y los consensos. Algunos de los mecanismos democráticos son las formas de organización, los procesos electorales, la representatividad y la decisión de la mayoría que opta por el cambio, pero que la CONAIE/Pachakutik quiere menoscabar con el ‘voto ideológico nulo’, seguramente para curar su mala conciencia.
Tal vez este conjunto de hechos -y muchos otros que podrían nombrarse- bastarían para dar cuenta de esta crisis integral que ha provocado la así llamada ‘transición a la democracia’, que la extrema derecha y los medios de comunicación privados, construyeron como discursividad política desde el inicio del gobierno de Moreno. No ha habido ninguna transición a la democracia sino la deliberada interrupción/destrucción de un proceso político, económico y cultural de diez años, que le permitió al Ecuador salir de la postración a la que le llevaron los regímenes anteriores al 2007.
Lo que existe en los comienzos de esta segunda vuelta electoral, es un estado de indignación general y de repudio frente a la desfachatez del candidato banquero Guillermo Lasso, de CREO/PSC, que insiste con lloriqueos obscenos y su cursilería desenfrenada, en la aplicación del mismo modelo neoliberal y fascistoide que fracasó en el gobierno compartido de Moreno.

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