La suma de las últimas acciones de Lenín Moreno no solo prueban que él no gobierna Ecuador (ya sabemos desde qué embajada se decide todo), sino que con lo que hace la llamada transición tendrá tintes fascistas, de la mano de quienes se preguntaron alguna vez “¿quién jodió al país?”.

En nuestro país gobierna, en la práctica, también un grupo político dividido en dos bloques: el aparato judicial y el aparato mediático. El primero ahora encabezado por la nueva Fiscal (impuesta por encima de toda norma y reglamento) y con unas redes bien aceitadas en varios espacios administrativos, institucionales y de las ONG instaladas aquí con plata de la USAID. El segundo, está demás decirlo, tiene su mayor expresión en los medios y portales que se declaran libres, luchadores contra la corrupción, pero que escogen solo los casos del gobierno anterior, porque del actual miran para otro lado.

¿Cuándo termina la transición? ¿Quién asumirá si sale Moreno y tomará control del nuevo momento del Ecuador bajo la égida del FMI y con el mando político de una embajada? ¿Es posible y factible convocar a elecciones adelantadas y con ello entregar la posta a un candidato de derecha con todas las aparentes opciones de ganar? ¿O es demasiado riesgo apostar por la democracia y será el vicepresidente Otto Sonnenholzner quien se sacrifique aniquilando al correísmo, o cualquier viso de resistencia y protesta popular, además de las esporádicas y espontáneas sublevaciones?

Nuestro “Primer Mandatario” vive atemorizado por INA Papers. Por más blindaje mediático y político su credibilidad y popularidad, ya de por sí en los suelos, se ha transformado en una precaria imagen y en una triste fotografía. Y la Fiscalía no da paso a la investigación, la Asamblea Nacional cierra la fiscalización y la Contraloría más ciega y muda que nunca. Por tanto, el discurso de la honestidad y transparencia se va por un caño. Cada salida en público de Moreno es un costo que la Secom no sabe cómo tapar, a pesar del ejército de trolls con que cuenta, que no son precisamente de la antigua Senain y al parecer apunta a la misma embajada.

La mentira es un modo de hacer política a tal punto que tienen privado de su libertad a un desarrollador de páginas web porque alguien les sopló que en Ecuador supuestamente vivían “dos hackers rusos”. O por ejemplo: hablan del desastre económico y las mismas cifras del FMI sobre la situación del país hasta el 2017 prueban lo contrario. Y por qué no hablan de la realidad del empleo cuando salen a los medios (ministros y acólitos) a poner cifras de empleo que nadie las ve.

Todo esto no sería posible o al menos habría otro ambiente político sino tuviésemos organizaciones como el FUT, la CONAIE, la UNE o el gremio de los servidores públicos, cooptados por el gobierno, pero manejados por supuestos líderes de izquierda que tras apoyar la consulta de Moreno de 2018 se colocaron como insufribles tramitadores de cargos. ¿O no Alberto Acosta, Enrique Ayala o Giovanni Atarihuana? ¿Cuántas veces se reunieron con Gustavo Larrea? Ni qué decir de los asambleístas que tienen a sus parientes en cargos públicos, diplomáticos o con contratos con sus empresas.

Inentendible que el impacto económico de las medidas no levante a la gente, pero también que cuando los “correístas” salen a protestar sean los dirigentes sindicales quienes le ordenan a la Policía arrestarlos, como pasó el 1 de mayo, cuando el súper poderoso Jorge Rodríguez con el dirigente de la UGTE disponían lo que había que hacer a los gendarmes.

La salida de Moreno del poder será brutal porque no solamente la represión se ampliará sino que las disputas por el control del gobierno agudizan lo que hoy se oculta por parte de los medios (algunos de ellos pagados por el exsecretario de una organización de defensa de los derechos humanos).

Un gobierno débil, con un presidente desprestigiado por sus propios ministros, además de una prensa que sabe que está golpeado, solo podrá salir del poder a base de coletazos indiscriminados, cuidando las espaldas a base de mentiras y golpes. Y eso, por lo que ocurre estos días, solo es un síntoma de lo que vendrá antes o después del 24 de mayo. ¿Sino cómo se entiende que la elección de las nuevas autoridades de la Asamblea Nacional sea ahora el indicio de la “masacre” entre los más impresentables gobiernistas?

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