“-¿ No tienes enemigos? ¿Cómo que no? ¿Es que jamás dijiste la verdad, ni jamás amaste la justicia?” – Santiago Ramón y Cajal

Tampoco es que dicho procedimiento sea una originalidad, ni que la mecánica mesiánica e ilegal sea una marca registrada del “leninismo inquisidor”…apenas son meros esbirros de un poder concentrado que mueve los hilos de la persecución política sobre el correísmo y sus cuadros más destacados.

Tan evidentes como los jueces de la Casación que en tiempos pandémicos resuelven con la celeridad que su mediocridad consuetudinaria y estadística contradice…

El canto de sirenas del poder termina por envilecer a los seres con ciertas apetencias de escalamiento social.
Tal el caso de los jueces y fiscales que han judicializado la política en Ecuador.

Retrocesos de un sistema cooptado por la ambición desmedida, la creencia de impunidad absoluta y una suerte de promesas, premios y viajes académicos a sitios donde aprenderán a celebrar la inequidad como marca registrada de un espíritu de cuerpo.

La “omertá” o ley de silencio entre la mafia siciliana puede fácilmente extrapolarse a ese murmullo que trasunta los pasillos tribunalicios ecuatorianos…porque si hay algo que es claro que nada puede quedarse en reserva por siempre y menos entre delincuentes.

Llegará la hora de los quiebres y arrepentimientos verdaderos ( no los premiados selectivamente), de los que no puedan con el señalamiento público o el de sus familias, o más aún el de sus conciencias cuando perciban que el mundo de promesas pasa a ser una entelequia. Ya empieza a ocurrir con los forzados colaboradores eficaces (¿?) en el Caso Balda y con la propia Pamela Martinez admitiendo la coacción sufrida para pergeniar el fraude procesal.

Y es ahí, en ese espacio revelador, donde la indignación de las falsas morales se auto justificará y ventilará desde su más honda villanía esa verdad que pugnaba por salir.

Que no existen los pactos eternos salvo en las novelas y que la misma lógica de poderes cruzados terminará por auto inculparse.

Más temprano que tarde un amante, un empleado disgustado, un camarero de palacio, terminará por darnos la pista de ese político que visitó el despacho del encumbrado magistrado o ese Juez que concurrió a tal o cual restaurante con el asambleísta enlace para la jugada incriminatoria…

La lógica del juego proselitista transita por carriles diferentes a la política tribunalicia…la primera es cambiante y atenta contra el conservadurismo de la segunda…hete aquí otro punto de quiebre y riesgo.

El político avezado en diatribas verbales, disputas interminables, odios y amiguismos, puestas en escena propias muchas veces de la tragedia griega, detenta otro “timing” que el portador circunspecto de la toga en la judicatura.

Enfrentar a la sociedad cara a cara no es de lo que mejor les sale a fiscales y jueces mayormente preocupados por vestir su capa de invisibilidad que mostrarse en las mesas de entradas de sus juzgados. Le escapan al intercambio porque muchas veces no puedan dar explicaciones de sus fallos , se creen por arriba de los justiciables o como no los redactan detentan el nerviosismo del mero amanuense.

La academia del derecho ecuatoriano como un sinnúmero de penalistas nacionales e internacionales, entre los cuales me incluyo, damos cuenta del latrocinio de justicia que se está produciendo. Es evidente que las fuerzas de la persuasión que realizan el influjo psíquico sobre la magistratura de la mitad del mundo tienen más éxito que los poderes que le atribuyen a Rafael Correa en ese mismo sentido…

La Casación se ha perdido con el Caso Bochornos la oportunidad de lucirse evidenciado, acaso, la mala praxis procesal y dogmática más importante de los últimos tiempos. Los mal pensados hasta hablan de un claro fraude procesal del Ministerio Fiscal y los jueces que han intervenido en las diferentes etapas.

Pero claro…este argumento serviría si el Tribunal que confirmó el fallo repudiado fuera independiente, ilustrado y ético.

Vale decir que una verdadera confabulación puede resultar exitosa bajo el amparo y legitimación de cierta prensa aun más sencilla de corromper o sendos pregoneros del odio mediático.

Si la máxima autoridad de un país, junto a fiscales, jueces, ministros y medios de comunicación pueden generar esta “ficción del derecho” es evidente que ningún escrúpulo tendrán con los sin voz, las clases medias y los jóvenes expectantes de un país distinto.

La proscripción política a Rafael Correa ha quedado en evidencia aunque para ello hayan tenido que arrasar con códigos, doctrinas y jurisprudencia sumiendo al Poder Judicial en la página más negra de su historia.

Será entonces el derecho internacional quien tendrá ahora la palabra y hacemos votos para que pueda, en un tiempo no lejano, arrojar luz sobre las tinieblas provocadas por los heraldos negros del lawfare.

Tomado de Nodal

Por Editor