El libro El Sacramento del Lenguaje: arqueología del juramento de Giorgio Agamben, nos hace pensar que el cumplimiento del objetivo juramento público y colectivo conserva la unidad de lo contradictorio entre diferentes y lo hace por cohibir el riesgo de que todos se vuelvan exactamente iguales a la verdad común como desean los regímenes autoritarios y fascistas. El juramento promisorio es, por lo tanto, no sólo un compromiso con la verdad, sino con todo el sólido edificio de instituciones que constituyen este comprometimiento, incluso con el lenguaje. 

Tim Maia, que probablemente nunca leyó Agamben, asumía no tener los defectos de que le acusaban, excepto uno: ¡mentir!

Ya el actual Ministro de Justicia Sergio Moro, que hasta podría haber leído a Agamben pero que no posee la voz o el ritmo de Tim Maia, pudiendo asumir que la única cosa que tiene en común con el cantor carioca es la de que ambos mienten, con la diferencia que Tim Maia hablaba con la verdad al asumir públicamente que era un mentiroso convicto. A contrapelo de ese mínimo común, en efecto, Moro y sus socios en la Lava Jato mienten por convicción, aun cuando les faltan las más ínfimas pruebas. 

El problema, sin embargo, parece haber ido más lejos y contaminado a más personas cuando para la opinión pública y el sistema judiciario, incluso ahí en la Corte Suprema que es el STF, las porfiadas mentiras de Moro se tornaron canciones de cuna, regalando la destrucción del Estado de Derecho y las bases de sustentación de cualquier institucionalidad democrática. 

La violencia del consenso parece haber sido subordinada al consenso de la violencia, donde los jueces justicieros y políticos milicianos parecen tocar el terror en una fiesta de horrores e inequidades que parece recordar el título de una de las músicas de Tim Maia, Todo Vale. Pero, como hay astrólogos y evangélicos que son homofóbicos, xenófobos, conservadores y anti-iluministas “solo no vale bailar hombre con hombre, ni mujer con mujer”

*Profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de São Paulo

** Traducción Rodolfo Quiroz

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