No sé si una masturbación senil entra bajo la figura literaria del oxímoron, pero como en la peor idea desechada por Tim Burton para su película jamás hecha, el rigor mortis político-colonial resulta ser lo más “vital” que propone el Agua Tibia.

La Real Audiencia despacha sus asuntos de implementación colonial desde la necrópolis. Cadáveres por vocación y convicción dirigen en trombosis orgiástica el espectáculo político de la austeridad servil. Por la noche, los cuerpos decadentes se tinturan la peluca y descansan en sus sepulcros para retomar al día siguiente la dictadura geriátrica con la que la élite del subdesarrollo pretende succionar cualquier atisbo de sentido de presente y futuro.

La mita y el concertaje del consumo se allanan, yacen cada vez menos cautivos y desmovilizados en el museo de cera político, o bien, corren como gallinas decapitadas, de allá para acá, entre el fuego cruzado de la guerra de relatos, la movida de feriado con subida de precios y la encarnación más íntima del espectáculo.  

Tras los micrófonos corporativos, las mandíbulas huesudas de los cadáveres con corbata nos recuerdan que el espíritu universal de su historia, Hegelian-history-channel, jamás pasa ni pasó por las colonias; la receta es la resignada transitoriedad del ser a la carta, la intrascendencia con dentadura y palabra postiza.  

Entre tanto, aplicadamente y por consiguiente, el guante de tacto imperial más pequeño del Comando Sur, desde el mismísimo paralelo cero, ha entregado a su rehén, al de los dos últimos años, a Sauron. La Real Audiencia disfrazada de Estado Nacional, implementa la apropiación por desposesión imperial y nos condena a la banco-feudalización sudaca. El contexto, pienso: tal cual como en aquella obra de danza-teatro de Kurt Jooss: los caballeros de máscara bufonesca bailan la danza de la geopolítica alrededor de La Mesa Verde que claramente simboliza el mundo, como preámbulo a la segunda parte que es la danza del centurión de la guerra y la muerte.

Paradoja shakesperiana de la historia; el héroe, quizá más importante del siglo, cuya dimensión y trascendencia histórica es inversamente proporcional a la de sus captores, queda a merced de un clásico villano pueril de catálogo; y, acto seguido, es entregado en acto vil, siendo sacrificado por el centurión de la guerra; la brutalidad del poder mundial de facto.

El silencio tiene precio y tiene dueño en la democracia civilizada. Oscuridad, apenas pensada esta frase se va la luz, hay un apagón. Sólo el tablero de Ouija, titila en patrón de mensaje de alerta. Hace contrapunto con la indignación respirada en contra del contubernio entre los carceleros de la humanidad y la local-transitoriedad del ser, la que en estos días, resulta ser la encargada de poner en boga a la República del Agua Tibia a nivel global.

Comienza la sesión espiritista mientras circunda la idea del porqué en esta geografía hay tanta vocación por el servilismo subatómico. Al ritmo del titileo del tablero, en un túnel genealógico de conceptos, la cronología hacia atrás de la des-política oligárquica criolla aterriza en la noción de La Argolla. Esa manifestación colonial recurrente que aletea la mentada república y más allá.      

Sí, La Argolla, suena la voz de Elías Muñoz, quien viene por segunda vez a una sesión de Ouija, toma asiento frente al tablero y dice: es la heredera de las peores tradiciones despóticas de García Moreno. … LA ARGOLLA heredó, por otro lado, el floreanismo y sus métodos, fundiendo en su seno lo negativo del garcianismo con el floreanismo. … La Argolla se apoderó del aparato del Estado y lo utilizó para enriquecerse, contando con el apoyo interesado de terratenientes, clero y especuladores financieros extranjeros. … Dónde llegó la Argolla al máximo fue con las maniobras en asocio de especuladores, con la deuda inglesa, cosa que fue desenmascarada por el General Eloy Alfaro en su libro LA DEUDA GORDIANA; así como los negociados especulativos con el contrato Oksza del Ferrocarril.

El local-team de la doctrina Monroe (La Argolla), el pacto oligárquico, más tarde la componenda, y, ahora, la resignada transitoriedad del ser, son lo mismo y tienen bajo encargo, desde hace doscientos años atrás, crear con una mano La Mitología Independentista y con la otra vender y revender la bandera a la banca mundial.

Avanza el negativo de un des-país que se revela privatizado por el negocio corporativo, los mismos actores, las mismas maneras. Poco ha cambiado desde 1894, cuando sucedió la venta de la bandera protagonizada por La Argolla y la banca internacional, dice Elías Muñoz: El Gobierno ecuatoriano que está consumando el atentado contra la honra nacional, no tiene escrúpulos en continuar la represión, los negociados, las imposiciones. Setenta y dos soldados desertan del batallón N 4 de Manabí. Las protestas por el alza de la tarifa municipal de agua potable se manifiestan. El agente fiscal Dr. Héctor Bravo recibe la denuncia del administrador apostólico de Guayaquil contra los periódicos “Diario de Avisos” y “El Tiempo”, por los artículos de Manuel J. Calle, “TAJOS Y MANDOBLES”, que se consideran un ataque a la religión católica. Habiéndose rebajado el sueldo al maestro de la Escuela de Esmeraldas, se produce su renuncia, cerrándose la única escuela fiscal de ese puerto. Cualquier coincidencia es porque el tiempo no es circular en la Real Audiencia, sino que da vueltas torpemente, nada más.

Jorge Núñez se pregunta en su libro, El Mito de la Independencia: ¿Cómo entender, por ejemplo, que la “generosidad” del apoyo británico a la independencia se transforme casi inmediatamente en la ominosa Deuda Inglesa de la época republicana? ¿O cómo explicar con coherencia que del “ejército libertador”, surja la “tiranía extranjera” expulsada por la revolución Marcista? ¿Cuáles, en fin, las circunstancias que permiten que el General Flores sea, sucesivamente, “Héroe de la Independencia”, “Fundador de la Patria”, reconquistador colonial, Comandante en Jefe del Ejército Nacional y héroe básico de la mitología oficial?    

De regreso al presente, las luces de alerta sobre el tablero, han cambiado de rojo a amarillo. Si bien la resignada transitoriedad del ser ha tomado el poder político, hay también una tradición insurgente desde aquellos tiempos independentistas. Núñez diferencia entre independencia y liberación nacional y las pone contrincantes, la historia de la Argolla versus la de los oprimidos. En un clima conflictivo, los procesos de independencia estuvieron impregnados de una compleja lucha de clases desde el período colonial durante la independencia y en la república. Los alzamientos indígenas se sucedieron con tal frecuencia que dan la idea de una insurgencia campesina generalizada, de manifestación intermitente… a la insurgencia indígena se sumó , desde fines del siglo dieciocho, la rebelión de la negritud, estimulados por el victorioso ejemplo de sus similares haitianos… dice Núñez. La sesión llega a su término y a manera de sahumerio para alivianar la vibra, ríe Carlos Puebla de fondo.

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