Alberto Fernandez es el nuevo presidente de Argentina y con el asumirán una serie de desafíos claves para el futuro del desarrollo del país basadas en la producción y el empleo.
Mauricio Macri deja un país con 10 por ciento de desocupación, 40 por ciento de pobreza y una inflación anual de casi 60 puntos. Además, el país está inmerso en una emergencia alimentaria que obliga a pensar medidas de emergencias para que una parte importante de la sociedad pueda comer.
En ese marco, Alberto Fernández propuso un plan contra la hambre que involucra al Estado pero también a movimientos sociales, centrales sindicales, organizaciones religiosas y empresas como la multinacional Syngenta, de capitales chinos, que se comprometió a dar el 1 por ciento de la producción para garantizar la alimentación.
Otro problema con el que deberá lidiar el presidente electo es de la restricción externa y la deuda con el Fondo Monetario Internacional. El organismo financiero depositó el 60 por ciento de su capacidad prestable en la Argentina y tiene pendiente un desembolso final de 5400 millones de dólares.
Entre el FMI y acreedores privados, el gobierno de Macri endeudó al país en más de 100 millones de dólares en una herencia que el nuevo gobierno deberá afrontar con mucho cuidado para que la crisis no empeore. Es claro que, aún sin precisiones sobre lo que hará su equipo económico, Alberto Fernández tendrá que encarar un discusión con cada uno los acreedores de la deuda privada y, al menos una renegociación de los plazos de vencimiento con el FMI que comienzan en 2020.
Además, el contexto internacional es incierto, no solo porque tenemos a China y Estados Unidos en medio de una guerra comercial sino también por le grado de fragmentación regional vigente con el Mercosur en pausa ante la postura de rechazo de Jair Bolsonaro al resultado electoral y la posibilidad de un cambio de gobierno en Uruguay.
Fernández prepara una alianza estratégica con el presidente de México, Andrés Manuel Lopez Obrador, con quien piensa contrapesar la incidencia de Estados Unidos y el Grupo de Lima en la región.
La relación con Brasil y la crisis venezolana serán dos desafíos complejos. El vínculo con Bolsonaro es un enorme interrogante, ya que, el explícito pedido de libertad de Lula de parte de Alberto y el grado de fundamentalismo interlocutores Jair y Eduardo Bolsonaro, Paulo Guedes y Ernesto Araujo, anticipan una relación cargada de dificultades. Tal vez, como ha pasado con otros temas, el vicepresidente Hamilton Mourao termine bajando la tensión.
Además, ¿se darán el lujo los industriales brasileños de una relación dañada entre dos aliados estratégicos? Pareciera que no.
Sobre Venezuela, la postura es clara. Diálogo y salida democrática para que la crisis venezolano lo resuelvan los venezolanos. Esto lo pondrá en tensión con el sector mas radicalizado encabezado por Brasil, Chile y Colombia.
En la respuesta al tuit de salutación de Nicolás Maduro dejó claro su postura: “Gracias, Nicolás Maduro, por sus felicitaciones. América Latina debe trabajar unida para superar la pobreza y desigualdad que padece. La plena vigencia de la democracia es el camino para lograrlo”.
A su vez, fue importante el espaldarazo que el nuevo presidente de Argentina le dio al presidente de Bolivia, Evo Morales, a quien felicitaron y reconocieron su victoria el 20 de octubre.
En un contexto de denuncias de fraude de parte de la oposición y ante una auditoría de la OEA, el apoyo de dos de las tres economías más grandes de América Latina como Argentina y México es un apoyo mas que relevante.
Por último, es importante mencionar que los resultados del domingo se configura un sistema político hegemonizado por dos polos bien marcados entre un espacio con base en el peronismo, progresista y de perfil industrialista-regionalista y el otro de carácter liberal-social demócrata, en algunos casos pro mercado y con una relación mas cercana a Estados Unidos. Este Bifrentismo anticipa fuertes disputas y requerirá de una negociación fina para llevar a cabo debates claves en el Parlamento.
Alberto Fernández tendrá que hacerse cargo de un país devastado con el objetivo de combatir el hambre y la pobreza, recuperar el empleo y hacer equilibrio una región compleja, fragmentada y cargada de intereses.