Bertha Díaz

Dieciséis años después del célebre mayo del 68 francés, la dupla de filósofos Félix Guattari y Gilles Deleuze, que empezó a pensar-escribir conjuntamente en el 70, publican un texto llamado “Mayo del 68 no tuvo lugar” (Mai 68 n’ai pas eu lieu), en Les nouvelles, edición del 3 al 9 de mayo de 1984 . Polémico título que, a primera vista, pareciese engrasar aquel movimiento que ha insistido en leer tal suceso como un fracaso.

El contenido del artículo, sin embargo, no opera en esa dirección. Ni tampoco en su sentido opuesto, es decir el de definirlo como un triunfo. Como fue usual en los pensadores franceses en cuestión, no se constriñeron a leer la vida de manera binaria ni evaluativa, sino que intentaron ingresar en la complejidad de los hechos, en su multiplicidad, en la materia que los mueve. El texto, desde ahí, reivindica la potencia de tal suceso por su condición rebelde y multiplicadora. Asimismo, hace visible su capacidad más allá de éste. Y, finalmente, también pone en tensión la cuestión de cómo el lugar en el que se suscitó no logró hasta ese momento, preservar, de nuevos modos, su fuerza detonante.

Me permito tomar tres citas del texto, alrededor de lo antes apuntado, para, más allá de recapitular hoy tal evento, detenerme a pensar en qué claves de tal acontecimiento per se, así como de la lectura en cuestión, ofrecen pistas de trabajo a quienes insistimos en la irrupción, el desvío y la articulación de otros modos de realidad posible dentro de lo que llamamos realidad. Así también, a partir de ahí, reconocer y comentar un par de proyectos que en mi área de trabajo (las artes escénicas y las formas de investigación-transmisión) dan cuenta de esos impulsos y aprendizajes.

Los autores refieren que lo que cuenta del mayo del 68, es que fue “un fenómeno de clarividencia, como si una sociedad repentinamente viese lo que contenía intolerable y también viera la posibilidad de otra cosa”. La segunda frase que retomo es: “Lo posible no preexiste, es creado por el acontecimiento. Es una cuestión de vida. El evento crea una nueva existencia, produce una nueva subjetividad”. Y la tercera no apunta a ese mismo carácter antes anotado, sino que lo pone en tensión agudamente: “Las únicas reconversiones subjetivas actuales (…) son las del capitalismo salvaje al estilo americano (…)”.

Si bien los ejemplos que pondré no se reconocen como hijos directos del mayo del 68, las improntas están ahí, su fuerza movilizadora. El primero de ellos es Experimenta Sur, una plataforma de trabajo creada en Bogotá, Colombia, en 2013 que forma parte, a su vez, de la Academia Internacional de Artes Escénicas, un proyecto itinerante que se encarna también, de manera distinta, en Chile y Argentina. En Colombia se desarrolla gracias a la alianza de diversas instituciones públicas y privadas, pero su conceptualización y curaduría en cada edición la realizan fundamentalmente los miembros de Mapa Teatro-Laboratorio de Artistas.

Lo que me interesa de este proyecto es que, en principio, saca a la formación-investigación-experimentación creativa, del espacio instituido, conocido: sea la universidad o el espacio de colectivo de trabajo o de taller; y, además, se constituye en una temporalidad distinta a la habitual. Se trata de una plataforma que se activa sin periodicidad fija (una o dos veces al año) y que aúna a artistas de diversos campos. En ella se busca generar un tiempo de intensificación que permita propiciar distintos entramados y ponerlos, en sus palabras “en escenarios de experimentación como dispositivos de ‘agenciamiento poético-político’” .

En Experimenta Sur los participantes ensayan tácticas de montaje diversas para reescribirlo todo (su propia práctica, el campo de trabajo, los modos de relación). El que el desarrollo de tal espacio se dé de manera acotada en el tiempo y que la gente luego de eso vuelva a sus respectivos contextos para seguir en su oficio, articulando redes al libre arbitrio y generando así, combinaciones y activaciones de sentido diversas, provoca la interrogación y dislocación en las formas dominantes de enseñanza-aprendizaje en el arte y también en los modos de producción.

El mismo espacio para la experimentación permite que no se instale en un subjetividad fija y que, además, pese a que en cada edición se prevea cuál es la pregunta detonante (sí, más que un tema hay una interrogación), solo en la práctica es cuando se des-cubre qué trae consigo esta. Es decir, retomando a Guattari y Deleueze: “lo posible no preexiste, es creado por el acontecimiento”.

El segundo ejemplo que quiero tomar es el encuentro internacional Arqueologías del futuro (a-f), que se hace en la ciudad de Buenos Aires por parte de un grupo de artistas que vienen del campo expandido de la danza y que se fundó en el 2014. Su directora, en el discurso presentacional de la edición 2017, refirió lo siguiente, al respecto de estas jornadas: “Nos preguntamos por el futuro y sus condiciones (…) Activamos a-f para pensar, danzar, dialogar, escribir, observar, hacer, en órdenes diversos. E indagar allí la posibilidad de crear interrupciones dentro de la máquina del neoliberalismo” .

Me interesa traer este caso porque se trata una vez más de una plataforma de encuentro que no invita a presentar o generar productos funcionales a la lógica del sistema del arte, sino de interrogar desde el arte, cómo generar nuevos modos de vida, cómo generar modos distintos de estar juntos. Se trata un ensayo de la realidad en la realidad. Me interesa su disposición a interferir esa máquina reconocible. Mirar lo intolerable y hacer una cosa distinta, otra, que salga de los lindes habituales. Y hacerlo desde la recreación, pensando esta palabra desde su lógica emparentada con la diversión y la alegría, pero también poniendo atención en la confluencia del sufijo re junto a creación: volverse a crear… por supuesto, a través –justamente- de la creación del espacio, que va dibujando su perfil en la propia práctica.

Leo estos procesos como expansiones del pulso 68, justamente por su carácter indómito y porque sí han logrado, a diferencia de lo que apuntasen Deleuze y Guattari en su artículo, propiciar nuevas subjetividades que erosionan la subjetividad dominante; aunque, claro, se mantienen operando de manera periférica y menor. Quizá lo que se trate es de insistir en conspiraciones que operen a micro-escala, en distintos ámbitos, y desde ahí desarrollar otras posibilidades de generar la insurrección, de desviar el sentido de la Historia.

 

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