Por Pedro Pierre

              La Biblia no es sólo un libro religioso. Es la historia de un Pueblo que busca organizarse desde principios humanistas abiertos a la trascendencia. Pero pocos hacemos una lectura social, económica y política de la Biblia… que tiene sus buenas sorpresas. Este tiempo de elecciones es una oportunidad para considerar los aportes bíblicos sobre una organización política y económica alternativa.

DESDE DONDE MIRAMOS LAS ELECCIONES

Todas las elecciones son importantes, pero las elecciones locales son las que más nos afectan porque las autoridades que vamos a elegir van a producir leyes que regularán nuestra vida más cotidiana. Veamos dos criterios nos ayudan a entenderlas mejor y a involucrarnos más acertadamente en ellas. Primero está el mensaje de la Navidad que celebramos hace pocas semanas. Está también una carta de los obispos de Brasil que hablaron sin pelos en la lengua a favor de la elección de Lula.

El criterio navideño ayuda a los cristianos y a los hombres y mujeres de buena voluntad a mirar las elecciones desde un punto de vista muy claro: el de Jesús de Nazaret es un referente en materia de relaciones humanas y de transformación social. A través de Jesús, Dios nos dice que él lo mira todo a partir de los pobres. Por eso envió a su hijo Jesús a vivir pobre entre los pobres para, desde los pobres y con ellos, construir el Reino de Dios, es decir, un modo armonioso de vivir colectivamente.

Por otra parte, Jesús se interesó en el testimonio de su primo Juan Bautista que realizaba un bautismo de conversión al proyecto de Dios y a la justicia social. Cuando el rey Herodes mandó a asesinar a Juan Bautista, Jesús decidió continuar el proyecto de su primo, pero partiendo de los pobres. Jesús fue un profeta itinerante que empezó a construir nuevas relaciones humanas mediante el compartir, la fraternidad y la visión de un Dios padre y madre. “¡Felices ustedes, los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios!” Además, Jesús denunció a los ricos y a las autoridades civiles, militares y religiosas porque eran responsables del empobrecimiento de la gran mayoría de la población palestina. Dijo Jesús a un joven rico: “Si quiere ser perfecto vende lo que tienes, repártelo a los pobres y sígueme”. Así de sencillo.

Por estos motivos, ser cristiano no se limita a ser bautizado, rezar de vez en cuando y sobarle el pie a algún santo. Recordemos lo que escribe el apóstol Santiago: “Si uno dice que tiene fe, pero que no viene con obras, ¿de qué le sirve? ¿Acaso lo salará esta fe? La fe que no produce obras está muerta”. Las obras de la fe son las que construyen en Reino de Dios: “Busquen primero el Reino de Dios y lo demás vendrá por añadidura”. El Reino consiste en crear nuevas relaciones humanas, nueva organización social, nuevas estructuras económicas y políticas que hagan posibles la fraternidad, la justicia, la equidad, la armonía con la naturaleza y la comunión con Dios.

Entonces tenemos que preguntarnos: ¿Cuáles son los candidatos que, en las próximas elecciones, vienen de sectores populares y no olvidaron de dónde vienen? ¿Quiénes son o han sido trabajadores manuales, artesanos, mujeres ama de casa? ¿Cuáles son los candidatos que están relacionados e integrados en organizaciones populares y construyen desde ellas un proyecto de alcaldía y de prefectura? ¿Quiénes creen que los pobres son los criterios decisivos de sus programas? Ecuador no va a cambiar mientras los pobres organizados no están integrados en un proyecto de gobierno y de cambio social. El papa Francisco no deja de repetir que los cambios se dan y se darán a partir de los pobres organizados y en solidaridad con ellos.

Es el sentido de la carta que escribieron unos obispos brasileños para apoyar decididamente el proyecto del candidato recién elegido Lula da Silva. Dejémonos de decir, los cristianos, que no se puede hacer campaña partidista. El voto nulo y blanco como la abstención terminan siendo un apoyo a los que mal nos gobiernan. Somos llamados no sólo a hacer campaña por quienes optan por los pobres, sino a integrar movimientos sociales y partidos políticos que asumen las opciones y los criterios de los pobres organizados.

¿Qué dicen estos obispos brasileños? “Somos obispos de la Iglesia Católica en comunión con los demás obispos y el papa, que siempre defendemos a los pequeños, la justicia y la paz.” Luego explican que los brasileños “estamos en una economía que mata”. Hacen un análisis económico, político y social. “Ha vuelto el hambre, cuando en 2014 Brasil había salido del mapa del hambre. Están campantes la destrucción de la naturaleza, la violencia, el desempleo, la mala educación escolar. Hemos vivido 4 años de la mentira y la información falsa. El actual gobierno ha dado la espalda a la población más necesitada. La vida no es una prioridad para este gobierno.”

Como segundo paso los obispos afirman que “la Iglesia no tiene partido, pero tiene un lado: el lado de la justicia y la paz, de la verdad y la solidaridad, del amor y la igualdad, de la libertad religiosa y del Estado laico, de la inclusión social y el buen vivir para todos. Se abusó del nombre de Dios para legitimar sus acciones y con fines electorales. Jesús nos mandó a ser ‘la luz del mundo’.” Terminan los obispos dando unas orientaciones: No hay lugar para la neutralidad: Hay que tomar posición. “¿Cuál de los proyectos está más cerca de los principios humanistas y de la ecología integral? ¿Cuál de los candidatos valora más los programas sociales? ¿Quién cuidó más la vida, la naturaleza y de los pobres?”

              Que estas reflexiones nos ayuden a entender que hay que votar y decidirnos por candidatos que favorecen un cambio social que benefician la gran mayoría de la población ecuatoriana. Está también la necesidad de conversarlo en familia, en grupos, en comunidades, con organizaciones sociales. Para decidirnos escuchemos a quienes están de verdad con los sectores populares.

ELECCIONES Y DERECHOS HUMANOS

Hemos despertado a la necesidad de la vigencia de los derechos, es decir, al respeto que se merecen cada uno, cada grupo, cada nación, la misma naturaleza y Dios mismo, porque somos personas, somos humanos, somos hijos de Dios: Tenemos valor todas y todos. Po eso debemos ser respetados, debemos respetarnos y debemos crecer en este ambiente de derechos, de deberes porque todas y todos somos iguales y debemos ser tratados como tales. Eso es el fundamento de la convivencia que llamamos democracia. Tenemos que organizarnos para que haya más respeto a nuestros derechos. “Lo que está hecho para nosotros sin nosotros, termina contra nosotros”.

Por esta razón, en el histórico levantamiento indígena de 1992, aniversario de 500 años de la invasión, saqueo y genocidio, los Indígenas decían: “¡Ningún Ecuador sin nosotros! ¡Ninguna Iglesia sin nosotros!” Lo siguen diciendo, lo siguen reclamando y, con sus muertos en cada levantamiento, siguen dando la vida por esta democracia: Un Ecuador donde quepamos todas y todos, para que el respeto, los derechos y la dignidad se hagan costumbre, para que Ecuador sea de todas las voces, de todos los corazones, de todas y todos los ecuatorianos, y no de un puño de corruptos, saqueados y asesinos. Esta es la gran lucha de Ecuador en este momento: Recuperar el respeto que nos merecemos, los derechos que son los nuestros y el valor para lograrlo juntos. Eso es lo que está pasando en Perú en este momento. Por eso se dio el intento de golpe en Brasil. Esto lo están logrando poco a poco en Colombia. ¿Cuándo estaremos reconociendo que lo han logrado en Cuba y lo están defendiendo en Venezuela? Se nos ha inoculado la mentira y el odio para mantenernos ciegos, callados, sumisos y explotados. Pero estamos despertando a la necesidad de la vigencia de nuestros derechos. Estas próximas elecciones son una nueva oportunidad para avanzar en este camino. Nos quieren engañar, domesticar, dividirnos, confundirnos para desvanecer nuestra resistencia, nuestras alternativas y nuestros derechos.

La Biblia es la historia singular de un Pueblo que no se ha cansado y no se cansa de luchar y morir por sus derechos con la ayuda de Dios. Abraham y Sara fueron los primeros en “dejar su tierra” de la que no eran dueños, dejar su organización social donde eran esclavos y dejar su religión que justificaba la violencia de los dominadores y la esclavitud de los demás. En esa rebeldía e intuición de una nueva tierra y de una organización más equitativa Abraham y Sara hicieron la experiencia de un Dios único y amigo que justificaba su decisión buscar y encontrar mejor vida. Por una hambruna, sus descendientes tuvieron que ir a Egipto donde volvieron a ser esclavos, pero conservaron el sueño de Abraham y Sara. Después de 250 años de esclavitud, Moisés y Myriam decidieron retomar el sueño y las intuiciones de sus antepasados: más libertad y más equidad. En su huida de Egipto y en su caminata por el desierto hicieron nuevamente la experiencia del Dios de Abraham y Sara: amigo, compañero y sobre todo liberador con ellos.

Con el paso de los años y el compartir de experiencias con los pueblos que encontraban en su travesía del desierto, Moisés y Sara se organizaron políticamente y económicamente. “Moisés escuchó a su suegro e hizo todo lo que le había dicho. Eligió hombres capaces de todo Israel y los puso al frente del pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez… Cada cual recogía día tras día lo que necesitaba” del ‘maná’, el alimento escaso del desierto. “Ni los que recogieron mucho tenían más, ni los que recogieron poco tenían menos: cada uno tenía su ración”. Esta organización se plasmó en la primera Constitución, resumida en los 10 mandamientos: los deberes y derechos de Dios, y los deberes y derechos del Pueblo, que se irían detallando en los siglos siguientes.

Unos 1200 años después, Jesús retomó el proyecto de Abraham y Moisés y de Sara y Miriam, confirmado por las y los profetas y las y los sabios. “El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.” Retomaba Jesús lo que había cantado María en su visita a su prima Isabel: “El Todopoderoso dio un golpe con todo su poder: Deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías… como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a sus descendientes para siempre.” Jesús empezó a hacer realidad este proyecto con los pobres de Galilea y Palestina, reuniéndolos, curándolos, comiendo con ellos, mostrándoles en palabras y hechos que Dios era ‘padre y madre’, organizando sus seguidores en apóstoles y ‘apóstolas’ (María Magdalena fuera la primera) y misioneros y misioneras. Este proyecto que continuaron las primeras Comunidades cristianas llegó hasta nosotros y nosotras: Jesús lo llamó ‘el Reino de Dios’.

              Sueños, intuiciones, fracasos, luchas, éxodo, organización, compartir y “Dios con ellos”, tal fue la historia del Pueblo de Jesús, de los primeros cristianos y de las demás generaciones, hasta nuestros días. ¿Por qué no nos decidimos a hacer realidad este proyecto del Reino inaugurado por Jesús y seguido por miles y miles de cristianos, muchas veces al precio de sus vidas? ¿Por qué no entramos conscientes y decididos en esta herencia? Las promesas de Dios, según dijo María de Nazaret, son “para Abraham y sus descendientes para siempre”. ¿Vamos a ser capaces, en estos tiempos, de escuchar a Dios, seguir a Jesús para continuar el proyecto de Dios en la realidad que nos toca vivir? Hacer realidad nuestros derechos como personas y ciudadanos porque “lo que está hecho para nosotros sin nosotros, termina contra nosotros”.

              Es tiempo de revertir lo que se nos está imponiendo para ser, juntos y como pobres organizados, los gestores y protagonistas de un nuevo Ecuador, con el Dios de la Biblia: amigo, compañero, liberador, madre y padre, con nosotros y nosotras.

Por RK