En un país con memoria de corto plazo, Lenín Moreno encontró el camino fácil y el terreno fértil para desentenderse de un proceso al que perteneció por 10 años, cargado de cosas buenas y otras no tan buenas como en todo Gobierno. Sin embargo, desde mayo de 2017 arranca una etapa vertiginosa para marcar distancia de lo que la ‘gran prensa’ llama con desprecio “correísmo”.
Moreno se desata hablando de los supuestos casos de corrupción sobre los cuales se desarrollaron incontables publicaciones en portales digitales aparecidos de la noche a la mañana quién sabe con qué tipo de fuentes de financiamiento, cargadas de prejuicios más que de pruebas. Se trataba de allanar el camino para lo que, a la larga, sería la principal y única “obra” del régimen de Moreno: la descorreización del Ecuador.
El “Primer Mandatario” no se sonrojó jamás al acusar de corrupción a su excompañero de campaña, de partido, de binomio; estaba construyendo el relato por el cual buena parte del periodismo había esperado por largo tiempo. Lo extraño de esto es que supuestamente Moreno nunca vio, supo o escuchó nada de nada. Diez años estuvo dentro del gobierno en el que más bien se refirió a sus bondades. Para entonces la Revolución Ciudadana no era ‘cualquier pendejada’.
Inflado de militancia, en una tarima en el cierre de la campaña, Moreno decía que lo mejor que le pasó al Ecuador era la Revolución Ciudadana y que todos quienes cabalgaron en dicha cruzada junto al “compañero Rafael” debían sentirse orgullosos. En la despedida levantó el cuadro de Correa en la terraza de Palacio, y así algunos otros episodios que anteceden a la traición, esa que para entonces ya estaba cantada y que después Moreno se encargó de dar la estocada final.
El cinismo viene empujado por una retahíla de mentiras y fábulas que se construyeron para decir que todo lo que se había hecho en la década pasada no servía, fue un gasto innecesario, tenía sobreprecios etc.; mentiras como la de la supuesta cámara en el despacho presidencial, “el puente a la nada”, la venta de los aviones, la reapertura de las escuelas unidocentes, el cierre de los infocentros, la venta de las empresas públicas, la refinería que estaba a punto de explotar, las fisuras en Coca Codo Sinclair, y otras tantas cosas más que fueron repetidas sin contrastación o verificación de parte de los medios. Claro, el objetivo estaba trazado. Ese mismo cinismo con el que sus ministros actuaron en octubre de 2019 cuando se referían a los fallecimientos provocados por la represión policial como muertes “accidentales” y cuando ofrecieron disculpas por las bombas lacrimógenas lanzadas en las universidades Salesiana y Católica, que eran zonas de paz y refugio donde permanecían adultos mayores, mujeres embarazadas y niños.
La “cirugía mayor” a la corrupción es una frase que de tanto repetirla perdió sentido, pero más que por eso por los escasos resultados, terminas por darte cuenta de que mentir también es ser corrupto, de que engañar, falsear, impostar es ser corrupto.
Moreno llegó al poder con un proyecto económico, social y político que dista mucho del plan agresivo de recortes implementado y que deja un Estado debilitado y una sociedad empobrecida y anímicamente devastada. Mintió a sus votantes y a quienes de paso dijo que les odiaba cada día un poquito más.
La corrupción también se normalizó porque se descubrió INA y su bloque de legisladores, con María Paula Romo como operadora desde el gobierno, lograron frenar la investigación del laberinto off shore vinculado con el círculo más cercano al Presidente. Y lo más bochornoso vino con la pandemia, donde se rifaron plata para atender la emergencia, bolsas de cadáveres, kits alimenticios, mascarillas. En definitiva, el reparto de los hospitales y la compra de los votos en la Asamblea para temas relacionados siempre con el manejo político.
Moreno le ha restado valor a la política, llevándola -junto a sus más cercanos colaboradores: los ruptura, Creo, los Bucaram, lo que hoy queda de lo que alguna vez fue Alianza Pais y los independientes que han cotizado cada uno de sus votos en la Asamblea- a niveles de alcantarilla. Por eso su palabra vale tan poco, tanto que muchos de sus “discursos” han sido ridiculizados en redes sociales y merecido notas en medios internacionales.
Sin absolutamente nada qué destacar, su paso por la Presidencia de la República del Ecaudor será recordado por haber hecho de la traición, el cinismo y la corrupción su proyecto de gobierno.