La práctica política, en su constante afán de generar personajes antagónicos para segmentar y buscar votos, nos ha hecho creer desde hace ya algunos años que el espectro político del Ecuador se mueve entre el correísmo y anticorreísmo, sin puntos intermedios. Este peligroso reduccionismo anula la multiplicidad del panorama político nacional, pero sobre todo, limita la posibilidad de generar un proyecto popular de país por fuera de estas dos tendencias antagónicas.
Afortunadamente los sueños de un mejor país no nacen ni mueren con las personas; las aspiraciones de una sociedad más justa, de una organización social que aún puede arder con indignación para defender sus derechos y la diversidad de un ecosistema intelectual vibrante, se resisten a encasillarse en categorías que ocultan la realidad de nuestras motivaciones, de la historia de nuestras militancias y nuestras luchas.
Esta mentira se ha pretendido imponer desde los medios de comunicación. La intención es clara: provocar una reacción emocional en el votante, basada en la simpatía o antipatía contra un personaje político. Esa agenda busca imponerse por la fuerza de la repetición, prescindiendo de cualquier análisis de política pública, de datos, de cifras, de ideologías y descalificando a quienes las emplean. Para ellos somos tecnócratas, socialistas trasnochados, guangudos, populistas (en el sentido mal empleado de la palabra) y demás.
Es ante este reduccionismo político y contra el ataque sistemático a lo público, que los compañeros nos hemos reunido. Hemos creado nuestros propios espacios, nuestros medios alternativos; hemos reconfigurado nuestras luchas, hemos fortalecido nuestra militancia y reforzado nuestro compromiso con los ideales de un país mejor. Hemos redescubierto nuestras diferencias, nuestras similitudes y nos hemos comprometido a resistir los embates del viejo poder que ha capturado el Estado para hacer lo que mejor sabe: comprar y vender, poniendo al país como objeto transaccional.
La configuración de la resistencia que nosotros, los compañeros, nos hemos planteado, es amplia y heterogénea. Es que los compañeros somos tal por la afinidad de nuestras causas y entre nosotros se encuentran movimientos indígenas, feministas, GLBTI, ecologistas, animalistas, ciclistas, y una infinidad más de vertientes de acción y de pensamiento.
El problema que enfrentamos nosotros, los compañeros, es que mientras nuestras diferencias sobre cómo mejorar el país nos dividen, ellos, los otros, son hábiles tejiendo acuerdos y cediendo posturas para repartirlo entre sí.
Nuestra respuesta debe buscar la unidad de nuestras luchas. No olvidemos, compañeros, contra lo que nos enfrentamos, no olvidemos que ellos, los otros, desprecian cualquier tipo de pensamiento que no se pueda comprar y vender; que para ellos una compañera que lucha por sus derechos es una ‘feminazi’; que para ellos alguien que critica el statu quo es un resentido social; que para ellos el poder popular está compuesto por muertos de hambre; que para ellos la libertad es una propiedad del mercado y no de la vida humana; que para ellos la educación es un privilegio, no un derecho.
Recordemos que mientras más nos fragmentamos, mientras permitimos que nuestras diferencias personales, egos y coyunturas nos separen, nos volvemos más débiles. El reto es complejo, debemos aprender a superar los engaños que se nos han impuesto; debemos entender que la lucha por las causas sociales no es una batalla por ver quién es más pobre, que esto es una estrategia de ellos para recluirnos en la estética de lo marginal.
No olvidemos que mientras dudamos de nosotros mismos, ellos no dudan en señalarnos, en difamarnos, en perseguirnos. Recordemos que mientras buscamos cuidar espacios de poder y organización no podemos darnos el lujo de caer en las lógicas clientelares de ellos, que nos toman como un instrumento para legitimar sus repartos políticos.
La resistencia se volverá más compleja; más compañeros de más vertientes se irán sumando a la lucha, pero la esperanza está latente. Mientras ellos solo tienen intereses, nosotros tenemos entereza; mientras ellos tienen millonarios contratos de publicidad con el Estado, nosotros tenemos la plena conciencia de que nuestras letras no responden a nada más que a nuestras convicciones; mientras ellos tienen el poder, nosotros tenemos el conocimiento; mientras ellos tienen comprados a los líderes de organizaciones sociales, nosotros sabemos que el poder popular no se debe a sus prebendas.
Ellos buscan encasillarnos, ellos buscan tildarnos de comunistas, de castro-chavistas y una serie de términos a los que ellos han vaciado de contenido y contexto para agrupar a todos a quienes creemos que la justicia social no solo es posible sino que es un imperativo moral. Es que ellos odian la diversidad de nuestras causas, a ellos no les conviene que nos demos cuenta de que somos mucho más parecidos de los que nosotros mismos pensamos.
Nosotros tendremos siempre la ventaja de poder encontrarnos en nuestros ideales, de admirarnos aún sin conocernos por la valentía de nuestros argumentos. Nosotros podemos mirar a nuestro alrededor y ver a nuestros amigos, ellos a su alrededor solo ven a sus futuros acusadores.
Finalmente, es necesario resaltar mi admiración por cada compañero que con valentía levanta su voz contra la injusticia, levanta su cámara contra las mentiras, levanta su computador contra la desinformación, levanta su pañuelo contra el machismo. A cada organización que lucha por su causa, a todos los comunes, a los críticos, a los maestros, a los artesanos a todos nosotros, a todos los que somos compañeros.