Sesión tres
Ni frío ni calor en el Estado burocrático ecuatorial que toma asiento frente a la amenaza flagrante de femicidio contra la Patria de Bolívar y, con ella, la objetivación distópico-imperial para Latinoamérica entera; tierra, que bajo engaño de carabela republicana, se hipnotizó con aquel “Espejo para el Vampiro” que Roque Dalton, pasada la media noche, descifra tomando lugar en la silla dispuesta ante esta mesa. Aclara: para descubrir un burócrata plantéale un problema ideológico. El rostro del problema no se reflejará en el burócrata. El rostro del burócrata no se reflejara en el problema. Regreso a ver y tras el espejo, la ballena hemisférica promete engullirnos haciendo ronda entrelazada con las monarquías de nariz taqui-alta del siglo XXI; una danza siniestra pujando por el “Cerco de Numancia”.
Sin embargo, la tarea comenzó incompleta en aquellos días de la “independencia”, dice la voz de Elías Muñoz Vicuña mientras él entra con un trago en la mano tras invocación previa. Se sienta, posa su mano en la lupa histórica de la ouija y cita a Pedro_Moncayo_y_Esparza para acertar el dardo en el blanco de una máxima de la línea de tiempo proto-republicana de esta geografía: las leyes se han promulgado y re promulgado grandilocuentemente desde 1825. En los días mismos de la independencia, se dictó una ley suprimiendo el tributo monetario que pasaba en forma ominosa sobre los indios, desde los días de la conquista. En el Ecuador, pocos días después de la batalla de Pichincha, circuló un impreso del padre Clavijo en favor de los indios que causó una viva emoción en el ánimo de Bolívar. Sin embargo de esto, los libertadores no hicieron la menor cosa en desagravio de los indios.
En un espiral en reversa, entre café y café, con el equilibrismo espiritista de la madrugada, orillamos aquellos tiempos, que mucho parecen éste, del cigoto mismo del futuro nido de burócratas del orden del mercado y el oportunismo microscópico; Elías Muñoz me recuerda con una media sonrisa en el rostro que la burguesía ecuatoriana por su debilidad, no podía intentar la competencia al capital extranjero y se limitaba al papel de intermediaria comercial, importadora, solamente en un orden de cosas que le permitiera revender con las mayores utilidades las mercancías extranjeras. Ni hablar de la larga historia de concesiones, bases, protectorados, islas, bonos de deuda, aduanas, puertos y construcción de redes viales por parte de: ingleses, franceses, gringos y alemanes.
De fondo, para alivianar la avalancha de materia obscura de la república, Jorge Gonzales, ya casi amaneciendo subraya que Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos
Amanece la ciudad translucida bajo el señalador de la ouija y Ángel Rama, otro difunto de voz vital ha tomado lugar, casi sin notarlo, durante los primeros minutos de luz y me pregunta sorpresivamente: ¿cuál ciudad amanece?, si son por lo menos tres, me dice: La ciudad letrada, la ideal y la ciudad real. Un juego de polaridades entre la ciudad factual constituida de oralidad y lazos de hecho y la ciudad ideal: la de las actas, ordenanzas y planos, esa que señala Rama irónicamente como una especie de hermoso paisaje urbano en el cual los españoles nos construyeron en rectángulo para producir para ese rectángulo nada más. Pronto habrá letradas elecciones, pienso, ya se ve en los postes del alumbrado público: ¿Será que realmente amanece algún momento en esa oleografía utópica de proyección auto-referencial?, ¿en esa letrada derrota sostenida por aquellos del “Espejo para el Vampiro” que, en vallas publicitarias, promocionan su gestión?
¿Hay representación para aquella ciudad cuyos actores nacieron marginales a la ciudad ideal?, para ese otro orden cuya lírica es oral de tugurio y barriada, en el cual ha germinado la hipertrofia urbana latinoamericana. Es un doble juego de tensiones, me dice Rama, entre la trasculturalidad y el cosmopolitismo que da forma a la identidad latinoamericana desde la ruptura; esa identidad en permanente construcción que subyace a la literatura y a la política, al cine como presagio, decía Monsivais al referirse a la película “Amores Perros”.
Quizá en ese modelo de una civilización de La Ciudad Letrada, Ángel no advirtió la marea incontenible de estetización de todos los recovecos de la existencia moderna, tardía o no; ese flujo del pastiche mass-media, que pone a la seducción, no como un medio, tal vez como en la literatura, sino como un fin para las relaciones mercantiles para las ventas.
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Llegan las elecciones y hay que vender, la masa electoral seducida, consume el candidato-producto, que antes que nada, debe caer bien, vender amor, paz, una mascota o un par de piernas con dientes blancos en el libre ejercicio de la estética política. Un mix reagetonero entre la noción elitista de democracia de Platón en la que es deseable que gobiernen los que ‘saben’ administrar la polis, en revoltijo con la noción democrática griega de que todo ciudadano, en tanto tal, sepa o no administrar, puede elegir y ser elegido prometiendo el oro y el moro al servicio demagógico del marketing. La receta es conjugada por el dj a doble plato y bajo la bola de espejos en un oscuro extended-mix mutante pos-neo slogan.
Al final de la sesión amanecida, queda la duda si clasificamos para algo más que a una ciudad invisible de la muerte en la taxonomía de “Las Ciudades Invisibles” de Calvino. O más aún, a algo más que a una Zombípolis de humo de escape que amanece y anochece y cuya medida es el metro o el kilómetro de vacío entre la lectura para la oralidad, la cromática para la letra o la poesía y la política.
Entrada la mañana, los perros ladran entre bocinas y voces ambulantes de la movilidad de la pobreza; ladra la nómina de la “cultura” de Estado y el auto bombo narcisista en un afiche distópico sobre la parada de autobús; nos dice sin reflejo posible, que en la Real Audiencia se va a leer más; bajo este sol de aguas de páramo ecuatorial, Waters rompe en carcajadas apuntando la alerta en estéreo; acaricia la ironía para no perdernos ni en tiempo ni en dirección y sentencia que en todo el capitalismo humanitario hay quienes protagonizan la voz de “Animals”:
…You gotta be crazy, you gotta have a real need
You gotta sleep on your toes, and when you’re on the street
You gotta be able to pick out the easy meat with your eyes closed
And then moving in silently, down wind and out of sight
You gotta strike when the moment is right without thinking
And after a while, you can work on points for style
Like the club tie, and the firm handshake
A certain look in the eye and an easy smile
You have to be trusted by the people that you lie to
So that when they turn their backs on you,
You’ll get the chance to put the knife in…