Por Rodrigo Rangles Lara

Un viejo axioma político afirma que: “Un triunfo electoral tiene muchos padres, mientras las derrotas son huérfanas”.

Contados dirigentes de la Revolución Ciudadana y Unión por la Esperanza (UNES),  con el ex Presidente Rafael Correa a la cabeza, asumieron públicamente los negativos resultados  del 11 de abril y explicaron las razones de ese fracaso electoral.

Sobrada razón tuvo el líder máximo del progresismo ecuatoriano al recordar que el traspié en las urnas fue resultado  de una lucha desigual entre una solitaria Revolución Ciudadana, cobijada en la UNES, contra una masa unificada de los poderes reales y fácticos aglutinados alrededor del banquero  Guillermo Lasso.

Al realizar un recuento de la reciente política ecuatoriana, nos llevó a rememorar  la implacable persecución a dirigentes del movimiento, proscripción de  partidos legalmente reconocidos en el Consejo Nacional Electoral (CNE) un juicio amañado, impulsado a la velocidad del rayo, para declararle reo de un ridículo “influjo psíquico” e impedir su candidatura vicepresidencial.

“Si habría estado aquí, ganábamos las elecciones”, afirmó con el aval de haber conducido  los comicios celebrados desde que inició su carrera política derrotando al poderoso empresario guayaquileño, Alvaro Noboa Pontón, hasta cuando instaló , en el poder, al traidor Lenin Moreno. 

Al margen de esa lucubración, se puede tomar como un triunfo cuando  se sorteó exitosamente los reiterados intentos del derechista CNE para descalificar al binomio de la esperanza, dirigido por gobiernistas, socialcristianos  y militantes de CREO; en medio de un diluvio de odio, en su contra y del Correismo, desatado desde medios mercantiles  y periodistas activistas de la derecha neoliberal, con incontables  trolls llenando de dinero  las redes y entregado dólares, si medida, a comunicadores pasquineros.

Tiene  también sentido evaluar como exitoso el hecho de – en esas adversas condiciones- ganar una primera vuelta, disputar el balotaje y contabilizar más de cuatro millones de sufragios que  confirman, a la Revolución Ciudadana, como la primera fuerza política nacional, con un bloque de 49 asambleístas, el más numeroso para el próximo periodo legislativo.

A ese positivo balance se debe añadir la revelación, como presidenciable, del  talentoso joven Andrés Arauz que respondió al importante  reto con inteligencia, valentía, compromiso progresista, demostrando firmeza ideológica y pasta de  líder, acompañado de una militancia firme en sus convicciones, luchadora, dispuesta al sacrificio, sin la cual nada es posible.

Esa militancia, que llora la derrota y viste de luto, no se consuela con explicaciones, busca en el posible fraude una última esperanza; pero, la realidad admitida tempranamente por los dirigentes máximos, les lleva a buscar respuestas a partir de la pregunta: ¿Dónde fallamos?

En un acto de autocrítica, el postulante a la vicepresidencia de UNES, Carlos Rabascall reveló que “hay dirigentes que no saben trabajar en equipo”, es decir, son individualistas, a los mejor con otras virtudes, pero fuera del redil estratégico, lo cual pone en riesgo cualquier operación.

La asambleísta Marcela Aguiñaga, con la franqueza propia de las costeñas, admitió que “hubo errores importantes en la estrategia” y agregó: ”uno de ellos, no conectamos nuestro mensaje con los jóvenes que representan el 40 por ciento del electorado”.

¿Qué sucedió con Tik Tok” y sus operadores?  Esa herramienta online que propone diversión a la juventud y pretendió poner en paralelo, a ese principio, mensajes políticos   veleidosos que, en el imaginario de los electores  creó un candidato diametralmente distinto al trabajado en la primera vuelta, como académico especialista, capacitado para resolver los problemas de la sociedad, conocedor de la administración pública.

Si unimos el diestro  manejo mediático, masivo y constante de: “Andrés, no mientas otra vez”, marcado en el debate y punto de partida de la estrategia de la campaña de Lasso, para la segunda vuelta, encontramos que el candidato del Opus Dei  logró afirmar sus falsedades  como verdades y restar credibilidad a las propuestas y pronunciamientos de Arauz víctima, además, de una agresiva guerra mediática sucia, sustentada en acusaciones inventadas.

Activistas de la campaña de Arauz consideran que el triunfalismo hizo mucho daño, igual que la inactividad desconcertante entre la primera y segunda ronda e intentar esconder a Correa, en una forzada y peligrosa maniobra para bajar el anti Correismo desatado estratégicamente  desde la derecha,  en un ejercicio mal visto por la militancia de a píe, incondicional del líder, y  tomado como un engaño en un amplio sector de simpatizantes sufragantes.

La militancia, a la luz de esos hechos, se cuestiona si debe seguir promocionando el  Correismo o, en su lugar,  hacerlo con el progresismo, a la par que reclama la formación y estructuración de un partido orgánico y disciplinado, así como la instauración de una real democracia interna.

Estos y otros contrapuntos ventilados en las redes y foros públicos invitan a la Revolución Ciudadana y UNES  a resolverlos internamente, con una práctica de autocrítica real y constructiva para evitar que los pobres y analfabetos políticos celebren nuevamente el triunfo de su opresor.

Hasta tanto, seguiremos agitando conciencias en busca de libertad, justicia e igualdad.

RRL

15.04.2021

Por Editor