Otra característica del gobierno de Moreno, a parte de rodearse de Reyes Midas al revés, como le dije en esta otra columna, es que estos mismos reyes midas han crecido pensando que serán los salvadores de la patria. El complejo de Mesías que los envuelve les hace creer infalibles y ungidos y están convencidos de que la patria los va a amar cuando terminen su “servicio”. Allí tenemos a la Romo, Roldán, Otto, y un infaltable Richard Martínez.
El chico guapo del gabinete se mira a sí mismo, como un don Juan galante y caballero actual, como un Maluma, pero con clase. Toda su vida ha crecido, desde el colegio hasta la universidad, pensando que él sería un gran salvador de esta republiqueta de pacotilla que necesita de ungidos como él, venidos de buena cuna, formados en buenas universidades, grandes conocedores de las teorías económicas que se explican fácilmente como fórmulas matemáticas. El chico simpático es de esa escuela de economistas que, desviados totalmente de la historia creen que la economía es una ciencia exacta, que se explica matemáticamente y que no tiene ideología (porque ya sabemos que hay dos clases de economías: la política ideológica que es de izquierdas, y la técnica exacta, que es de derechas).
Este gran caballero llegó al gobierno para hacer lo que Moreno será incapaz de hacer porque ni él ni los demás plebeyos que trabajan con él, están a la altura de la capacidad de Martínez para resolver los problemas apremiantes de la economía que dejó la década de la Revolución ciudadana. A saber, los límites impuestos al crecimiento de la desigualdad, el enriquecimiento perenne de las élites a costa del Estado, el surgimiento de una case media robusta, la disminución de la pobreza extrema a un dígito. Estos problemas no se pueden sostener en una republiqueta como el Ecuador, diseñada para mantener a las élites a costa de los demás.
Martínez no es un gran hacendado, no tiene grandes negocios. Es solo un intelectual nacido en buena cuna, que, como tal, está siempre dispuesto a hacer lo que se necesite hacer para mantener a los amigos de papá, a los compañeros de la universidad, felices y contentos. Esto involucra, necesariamente, tomar decisiones que vuelvan las cosas a antes de 2007. Para Martínez y su combo de neandertales encabezados por Acosta Burneo, Carpio, Espinoza Goded, Caicedo, De La Torre y otros muy similares, la economía solo debe servir para mantener felices a sus mandamases. Si Lasso, Egas, Eljuri, Arosemena están satisfechos con el rumbo de la economía, ellos habrán cumplido su cometido. ¿Y cuál es ese rumbo? Pues el que asegure ingentes ganancias a las élites financieras, permita el flujo insultante de dólares fuera del país, restrinja las libertades individuales, empobrezca a la población en general y devuelva todo al cauce que ninguna revolución debió entorpecer.
Debo darle el beneficio de la duda a este chico alaja. Capaz y él está convencido que las medidas que está tomando son las mejores para el país. Lo que pasa es que, para él, el país se reduce a Cumbayá, la Gonzáles Suarez, Samborondón y Challuabamba. Más allá de eso, no hay país, solo está la servidumbre. Para este chico genio, la economía no se explica por la protección de los seres humanos. ¿a quién se le ocurrió semejante disparate? No señor. La economía solo sirve para proteger a los grandes capitales, es decir, a sus amigos cercanos. La economía no es un instrumento de desarrollo de una nación. ¿quién puede pensar semejante barbaridad? La economía es el medio por el cual se aseguran las cuentas offshore de los patrones a quienes responde este ministro de finanzas. Porque, estoy seguro de que no hay nadie en el país que piense que le responda a Moreno. Eso jamás. Moreno aquí no pega ni cromos, no pinta ni con crayolas. El títere se irá devastando la economía e hipotecando el futuro de varias generaciones y ya. Suficiente con esto que es justo lo que buscan los grandes dueños del capital y Martínez recibirá su honroso premio como burócrata dorado en el FMI o en el Banco Mundial. Porque, a la luz de los hechos, Richard no actúa como servidor público, sino como postulante al Fondo Monetario Internacional, por eso su afán enfermizo por quedar bien con quienes luego le ofrecerán un trabajo, igual que a De La Torre, en reconocimiento a los esfuerzos que hizo para destruir una economía que pudo ser pujante, pero que termina siendo miserable.
El Pretty boy del gabinete es como un general de un imperio cualquiera. Para él, la política es un mal necesario porque lo que realmente importa es su profunda capacidad de análisis matemático para resolver, con estrategia agresiva, la victoria definitiva contra un enemigo difícil. Solo que este general guapetón busca la estrategia definitiva para acabar, no con un enemigo, sino con su pueblo. Este gran estratega tiene la fórmula estadística infalible, según la teoría, para lograr que la realidad vuelva a ser la que siempre debió ser, aquella en la que los patricios se enriquecen más y más y la servidumbre no tiene ni siquiera salud de calidad porque, al final, son material desechable. Eso quedó zanjado para la eternidad desde el inicio de la pandemia, el pueblo podrá morir sin atención y esperar (im) pacientemente hasta que llegue más dinero, lo que nunca podrá esperar es el pago de la deuda. Porque, ya sabemos, los humanos deben morir si eso pone en riesgo al capital.