La Ministra de Turismo Rosi Prado ha reafirmado una verdad indiscutible al decir que el Ecuador es un destino de naturaleza, más, en contrapartida, se ha esforzado hábilmente en ocultar el quemeimportismo y la indolencia de su gobierno para desaprovechar ese recurso turístico y, destruirlo sembrando minería.
Los recursos naturales del Ecuador son infinitos y reconocidos a nivel mundial, tanto que organismos especializados de las Naciones Unidas nos han certificado siete Reservas de Biósfera para beneficio universal y nos colocan en décimo séptimo lugar del escalafón – por riqueza biodiversa – después de gigantes como China, Brasil, Sudáfrica, India y otros.
Este pequeño país rivereño del Pacífico con playas paradisíacas, dueño de las inigualables Galápagos; moldeado en la serranía por la cordillera andina y orgulloso de esa inmensa estepa verde llamada amazonia, goza de variados ricos climas y escenarios mágicos propicios para una producción exuberante y una rica gastronomía, todavía guardada como un secreto a ojos del mundo.
La importancia de esta joya bioturística llamada Ecuador se puede dimensionar al conocer que – según expertos del Pacto Amazónico- en un solo kilómetro cuadrado de ese incuantificable territorio, compartido con otras ocho naciones, existen más especies animales y vegetales que en todo Estados Unidos y Canadá Juntos; protege la mayor reserva de agua dulce del globo terráqueo y es, sin duda alguna, pulmón purificador de oxígeno del planeta.
Respiramos naturaleza, vivimos naturaleza, palpamos naturaleza, nuestros sentidos se desarrollan, enriquecen y afinan en ese encantador ambiente de vida pura que envidiaría cualquier habitante del planeta y sin embargo, este gobierno lo desperdicia y destruye.
Es un desperdicio porque carecemos de políticas y acciones estatales que enseñen al mundo nuestro paradisiaco destino turístico que, además de flora y fauna abundantes, gozamos de multiculturalidad y plurinacionalidad, esencia de nuestra identidad y pilares de promoción ante el mundo.
Tenemos tantos hermosos atractivos y destinos turísticos que, con una política de estado racional y adecuada, tendríamos para atraer millones de visitantes desde distintas apartes turistas del mundo, dinamizar la economía, generar fuentes de empleo y, por supuesto, bienestar en la población
Duele y mucho, constatar cómo esfuerzos y sueños de pequeños y medianos emprendedores se esfuman por la indolencia, indiferencia e incompetencia de este régimen y sufren penurias económicas al ver sus anhelos destrozados a consecuencia del modelo neoliberal que vivimos y reciben un tiro de gracia con la visita sorpresiva e inesperada de ese bicho llamado Coronavirus. Vale precisar – a modo de ejemplo – que mucho antes de la presencia de ese mortal virus, sólo en el Chocó Andino, cerraron sus puestas más de 30 emprendimientos, entre hosterías y negocios afines.
La abulia, ausencia de planificación y desinterés del régimen por el turismo se refleja en pírricos presupuestos para promover la actividad – apenas 980 mil dólares, en el 2019 y cinco millones en el 2020, a nivel nacional e internacional – también toca fuertemente bolsillos e intereses de los grandes de esta industria que, hoy, frente a la dolorosa realidad, cuestionan y reclaman a la ministra por su incapacidad e indolencia, en tanto coauspician el modelo económico de la crisis , los compromisos asumidos con el Presidente Moreno, el cálculo político electoral alrededor de un pre – candidato de la misma línea ideológica del desastre y, por supuesto, el odio enfermizo al anterior gobierno, sin reparar que también se están suicidando económicamente.
Al desastre de la economía nacional, que afecta especialmente a la clase media y hunde en la miseria a los menos favorecidos de la sociedad, debemos sumar – en el ámbito turístico – la afectación que produce, a la naturaleza y la vida, sembrar de minería el territorio nacional que inocula veneno al agua, al aire, destruye la producción y al ser humano. Sólo hay que mirar el mapa minero oficial para darse cuenta que ninguna provincia escapa a la codicia de empresas transnacionales y sus acólitos nacionales.
En esas condiciones y bajo el actual orden de cosas, al turismo que vivía un estado de shock y deterioro antes del Coronavirus, le espera una pandemia económica más mortal y perniciosa que el mentado y despreciable bicho.
Miramos cómo Gobierno y empresarios del turismo buscan desesperadamente concertar medidas que pretenden sortear la pandemia económica, pero sentimos que serán paliativos como paños de agua tibia para tratar el cáncer.
El turismo y el país requieren construir un nuevo modelo económico basado en el respeto a la naturaleza; que privilegie el valor de uso sobre el valor de cambio; democratice todas las relaciones humanas y sociales; promueva la interculturalidad, respete la plurinacionalidad; busque el bien común, colocando al hombre sobre el dinero y siembre valores éticos en la comunidad. Solamente así, podremos construir un nuevo país.