Por Rodrigo Rangles Lara
¿Hemos vuelto a la normalidad? Terminó el bloqueo liderado por los indígenas, se guardaron los estados de excepción, cesó la bárbara represión de los cancerberos del orden establecido; los “blanquitos” gobiernistas, cargados de enajenante odio, regresaron a sus dominios; en fin, el país parece moverse con la parsimonia de siempre.
Si piensan que esa es la realidad, nuevamente han caído en las redes enhebradas desde el sistema mediático pro gubernamental, pretendiendo crear la ilusión de que, con el Acuerdo de Paz, se resolvieron los problemas económico – político – sociales del Ecuador.
Mucho cuidado, porque el decálogo de exigencias del Paro Nacional, si bien toca aspectos importantes de la economía nacional en procura del bienestar social, no apunta a desmontar el inhumano sistema neoliberal que defienden, a ultranza, el Presidente Guillermo Lasso y su entorno cercano, tanto por convicción ideológica como en salvaguarda de sus intereses personales.
Luego de 18 días de convulsión nacional, y de haber escuchado, en mil tonos, interminables coros de “Fuera Lasso, fuera”, surge una inquietud: ¿Ese rechazo masivo le habrá tocado alguna fibra en el corazón y la inteligencia del mitómano presidente? Y, otra: ¿Cambiará su insensible política gubernamental o, sólo dará unos retoques, para calmar a la muchedumbre?
Si el mandatario analiza con objetividad los escenarios, antes y después de la “indiada”, como despectivamente llamaron los “pacíficos” racistas a la movilización indígena, solo un suicida político insistiría en guardar, más de 10 mil millones de dólares, para pagar a los agiotistas nacionales y extranjeros, dueños de bonos de la deuda, en lugar de atender las demandas sociales de los ecuatorianos.
Sin embargo, hay desalmados políticos cercanos a Lasso, semejantes al ultra conservador Alberto Dahik, en su hora prófugo de la justicia, que busca torpemente torpedear el Acuerdo de Paz, considerándolo: “similar a un matrimonio, donde ambos aceptan el adulterio” y acusa, sin nombrarlo, a Leonidas Iza, de “utilizar la pobreza, el caos, la destrucción total de la sociedad, para pescar a río revuelto y llegar al poder como lo propone la doctrina mariateguista”.
Tanta es la ceguera de ese fanático neoliberal que ubica a la víctima como si fuese el victimario, olvidándose que la causa del descontento y la protesta, tras haber agotado un año de diálogos infructuosos, son los sordos gobernantes siameses, al estilo de Lenin Moreno y Guillermo Lasso, únicos responsables de conculcar derechos a la salud, educación o mezquinar el pan y despreciar la vida de sus compatriotas.
Si incumplen los acuerdos, si se burlan de los indígenas y de las pobladas pobres de las grandes ciudades, “volveremos, en millones”, amenazaron los marchantes, cuando regresaban a la cotidianidad de su pobreza, orgánicamente fortalecidos bajo la guía de Iza, un líder aborigen que irrumpe en el escenario político nacional contra el neoliberalismo.
Dirigentes de la CONAIE consideraron que esa es la razón por la cual pretenden encarcelar a su máximo líder, acusado de supuestas violaciones a la ley durante el paro nacional, he hicieron notar a las autoridades que “están jugando con fuego”, tras expresar indignación debido a la intromisión del presidente en el poder judicial, otra prueba más de la persecución política.
En otro ámbito, Lasso debe estar consiente que, en la Asamblea Nacional, se redujo su campo de maniobra y debe enfrentar, en desventaja, a una consolidada mayoría opositora, propiciadora de la muerte cruzada, que estuvo a escasos votos de lograr su objetivo.
El mandatario salvó su cargo gracias a la adhesión de asambleístas de Izquierda Democrática, Partido Socialcristiano, CREO e independientes que actuaron al amparo de una fuerte campaña mediática acusando a la Revolución Ciudadana de propiciar un golpe de Estado, cuando la propuesta era puramente constitucional.
Se conocía de antemano la imposibilidad de lograr los 92 votos necesarios para aplicar el artículo 130.2 de la Carta Magna; pero, se decidió la jugada política cuando se conoció deserciones de asambleístas de Pachakutik y otros afines, con lo cual se dejaba a socialcristianos e izquierdistas democráticos en calidad de “traidores al pueblo ecuatoriano”, comprometiendo seriamente sus posibilidades en los próximos comicios.
Firmado el Acuerdo de Paz y negado el 130.2 se pensaba en la revocatoria del mandato como opción para deshacerse de Lasso, sin imaginar la sorpresiva e inescrupulosa maniobra de los vocales del Consejo Nacional Electoral, que decidieron negar la entrega de formularios para iniciar la recolección de firmas y dar paso al proceso constitucional que amenazaba, nuevamente, el cargo presidencial.
Esa maniobra del Consejo Electoral, calificada de ilegal y arbitraria, constituye otro manotazo de ahogado de un presidente experto en democracia del garrote, maniobrero y clientelar; pero, hábil en destruir la institucionalidad, la infraestructura física (salud, educación o vialidad, a modo de ejemplo) y, por añadidura, cicatero en inversión social.
Falto de argumentos sólidos, en el intento de encubrir su fallida gestión, acude frecuentemente a la mentira o la calumnia, mereciendo críticas de sectores empresariales afectados de la abúlica acción presidencial, a la que se suman quejas de alguno de sus renunciantes ministros reclamando el abandono financiero
El poeta, narrador y dramaturgo español Antonio Machado, dijo: “El arma más destructiva que usa el fascismo es la mentira” ¿Estará de acuerdo el presidente? ¿Qué opina, al respecto, el general Fausto Cobo o el Ministro de Defensa, Luis Lara?
En uno de los momentos de mayor beligerancia del paro nacional, el General Cobo, Jefe de la Inteligencia gubernamental, acusó a la Revolución Ciudadana de financiar las protestas indígenas con dineros provenientes del narcotráfico y, a renglón seguido; el ministro Lara, en cadena nacional, volvió a repetir la denuncia.
La dirigencia del “correismo”, demandó pruebas de esas aseveraciones y, a no tenerlas, e inició un juicio en busca de una sanción a los detractores, que difícilmente llegará, porque se ha probado la doble moral de la justicia: ancha para el gobierno y sus amigos; estrecha para los opositores y el común de los mortales.
En esas circunstancias, el mandatario pierde, cada día, el pírrico respaldo existente entre sus propias huestes y su estabilidad depende si rectifica o no, en favor de la población. ¿Estará decidido a cambiar? ¿Gobernará para el bien común? ¿Aprendió que sin justicia social, no hay paz? ¿Escuchará a Jaime Nebot, su salvador de la muerte cruzada, cuando pide para el país un presidente eficaz, justo y solidario?
O deberemos asumir el diagnóstico de Carlos Vera, hasta hace poco panegirista del gobierno, que ahora, sostiene: “Él no va a cambiar. . . El problema es Guillermo Lasso. . . un individuo tan arrogante, tan soberbio, tan sensible a la vez, tan hiper reactivo. . . Si no cambia el Presidente, hay que cambiar al Presidente”
Al margen de ese criterio, el paro nacional demostró que la brutal represión, ni las sucias campañas mediáticas efectuadas con periodistas corruptos – tan odiados como el régimen- tampoco los inmensos recursos de poderes ocultos nacionales o extranjeros, pueden cuando el pueblo se levanta por “pan, libertad y tierra.
Y ahora ¿Qué esperamos de usted, señor presidente?