Una vez más José Hernández pretende hacer de psiquiatra y de juez. No es la primera vez. Lo que no hace, es de periodista. Como siempre. Le respondo porque no quiero que en sus juegos de cronista de superficie diga: “el que calla otorga”.

Hay muy poco que responder en cuanto a su línea argumental. Su texto es un océano de prejuicios con la profundidad intelectual de un dedal.

En lo esencial, mi postura la comparto con otros connotados economistas, varios de ellos con estudios doctorales, que por supuesto para Hernández, no tienen valor, a pesar de que un grado doctoral lleva muchos, muchísimos días, meses y años de estudio en la frontera del conocimiento. No de especulaciones. No de repeticiones de verdades a medias. No de citas superficiales de textos sacados fuera de contexto. No de búsquedas de aplausos de sponsors adinerados. No. De estudio de verdad. De libros y textos científicos en varios idiomas extranjeros. De instrumental filosófico, matemático, estadístico, político, sociológico, histórico, antropológico. De un tribunal que califique las formulaciones y que lo hace con rigurosidad, donde el “lugar común”, los garridos de cacatúa o la pleitesía ante el poder no significan, ni media milésima en la calificación.

Nuestra postura, tiene fundamento en la teoría económica. La condicionalidad del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido ampliamente estudiada por economistas como Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, con decenas de libros y artículos especializados a su haber. Vale citar particularmente su libro “El Malestar en la Globalización”, donde hace un amplio análisis de “cómo las políticas del FMI llevaron al mundo al borde de un colapso global”.[1] “El propio FMI se ha transformado más en parte del problema de los países que de la solución”, dice Stiglitz. Demuestra hasta la saciedad en este y otros libros y artículos que la obsesión por el déficit fiscal es eso: una obsesión. Entrega suficiente evidencia histórica y pruebas teóricas que “no hay que concentrarse en el déficit actual, sino en el estructural, esto es el déficit que se registraría si la economía operase en pleno empleo”. Situación económica muy lejana en el Ecuador de Lenin Moreno donde tenemos empleo inadecuado para el 63 % de la Población Económicamente Activa (PEA), crecimiento del 0,6 % y pobreza para el 25 % de los ecuatorianos. “Pero la coherencia intelectual jamás ha sido el sello de distinción del FMI”[2], dice Stiglitz. Mal que parece contagioso, en el artículo de Hernández plagado de una retahíla de calificativos con ausencia completa de debate de las ideas que hemos presentado respecto de la inconveniencia de aprobar la Ley Económica Urgente enviada por el gobierno a la Asamblea Nacional. Pero no solo Stiglitz señala lo equivocado del camino de la 1 Stiglitz, Joseph, El Malestar en la Globalización, Ed. Taurus, Madrid, 2002, p. 121. 2 Ibidem, p. 143. condicionalidad del FMI, que organiza e inspira dicha Ley. Lo hace también otro premio Nobel de Economía: Paul Krugman, al detallar en su libro “Acabemos ya con la Crisis”, que lo fundamental es hacer frente a los problemas de la economía real: empleo, inversión, crecimiento. “El intento de mejorar la perspectiva fiscal por la vía de recortar los gastos en una economía deprimida puede terminar siendo contraproducente incluso en el más estricto sentido fiscal”[3]. A esta visión crítica se suma Jeffrey Sachs, que en otro momento alentaba programas de estabilización y ajuste, pero que fue testigo, evidentemente no mudo, ni mamerto (en ecuatoriano), de lo que eso significó en la Bolivia de Sánchez de Lozada; y ahora aboga por una línea completamente distinta. “La principal receta del FMI ha consistido en recomendar que se apriete el cinturón presupuestario a unos pacientes demasiado pobres para tener siquiera cinturón. La austeridad propugnada por el FMI ha provocado a menudo disturbios, golpes de Estado y el derrumbamiento de los servicios públicos”. No lo dice el dirigente indígena Leonidas Iza, ni el dirigente político Virgilio Hernández, sino el economista Jeffrey Sachs en su libro “El Fin de la Pobreza. Cómo conseguirlo en nuestro tiempo”.[4] En el otro lado del Atlántico, el economista Yanis Varoufakis, ha insistido en mostrar el papel que el FMI jugó en la virtual quiebra de Grecia. A pesar de que en mayo de 2010 junto al Banco Central Europeo el FMI extendió un crédito a Grecia por la millonaria suma de 110.000 millones de euros a “un tipo de interés lo bastante alto como para que fuese improbable que las arcas públicas griegas pudiesen devolver tanto este nuevo crédito como los existentes (… luego cuando la crisis de la deuda se volvió insostenible), el Banco Central Europeo, los países excedentarios y el FMI se niegan en redondo a discutir la crisis bancaria, concentrando sus energías únicamente en imponer una austeridad masiva a los estados deficitarios”[5]. Cito finalmente un estudio denominado “How structural adjustment programs afect inequality: A disaggregated analysis of IMF conditionality, 1980–2014”. Al estudiar un panel de 135 países para el período 1980-2014, los autores examinan la desigualdad de ingresos “mediante un análisis de regresión multivariante corregido para la selección no aleatoria tanto en los programas del FMI como en las reformas de políticas asociadas (conocidas como «condicionalidad»). Encontramos que, en general, las reformas de políticas ordenadas por el FMI aumentan la desigualdad de ingresos en los países prestatarios. También probamos vías específicas que vinculan los programas del FMI con la desigualdad desglosando la condicionalidad por área temática. Nuestros análisis indican consecuencias distributivas adversas para cuatro áreas de políticas: reformas de políticas escalonadas que restringen el gasto del gobierno, reformas del sector externo que estipulan la liberalización del comercio y la cuenta de capital, reformas del sector financiero que implican medidas de control de acciones y reformas que restringen la deuda externa. Estos efectos ocurren un año después de la incidencia de un programa del FMI y persisten en el mediano plazo”. Contundente conclusión. Los investigadores: Timon Forster, Alexander E. Kentikelenis, Bernhard Reinsberg, Thomas H. Stubbs, Lawrence P. King.  podría ser catalogado como “mamerto” (en colombiano, que hace referencia a los miembros del Partido Comunista de ese país), ni nada que se le parezca.

Pero no solo nos acompaña la teoría de alta calidad, como la señalada, sino las experiencias prácticas.

En la Argentina de Macri, la de la condicionalidad del FMI, para este año 2019 se espera un decrecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del orden del 3,1 %, la inflación se elevará al 57,3 % y el desempleo alcanzará el 10,6 %. De ahí que el economista Axel Kicilof, que acaba de ganar las elecciones a Gobernador de Buenos Aires por el Frente de Todos de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, diga que el acuerdo de la Argentina con el FMI “es un desastre por donde se lo mire (…) el acuerdo que se firmó y las metas propuestas vienen con un ajuste cuyas consecuencias el Gobierno no tuvo ni tiempo de medir, no conoce. Las últimas cifras de la actividad son terribles. Es fuerte para los sectores medios, jubilados, maestros que apoyaron mucho a Macri. Está traicionando a su propia base electoral”[6].

 Pero además está la experiencia práctica del Ecuador. La Carta de Intención que firmó el gobierno de Oswaldo Hurtado en 1983 condujo a una de las peores crisis económicas y sociales de la historia del Ecuador. El PIB medido en dólares cayó de 13.946 millones en 1981 a 11.114 millones en 1983; y las exportaciones bajaron de 2.527,3 millones a 2.347,9 millones en el mismo período[7]. Al igual que ayer, esos sectores que hoy dan lecciones de moral y de política económica junto a Hernádez, son más papistas que el Papa. Desde antes de la firma de esa carta de intención con el FMI el gobierno de Hurtado venía instrumentando medidas económicas, como las que hoy replicaron y que tuvieron los mismos efectos. Elevaron el precio de la gasolina a 30 sucres, lo cual provocó una de las reacciones más fuertes por parte del movimiento obrero con el Paro Nacional del Pueblo los días 22 y 23 de octubre de 1982. En la visión del ajuste fondomonetarista se afirmaba que “la eliminación casi total de la política de subsidios, que se produjo al revisar los precios de la gasolina y el trigo en octubre de 1982, contribuyó a racionalizar el consumo de estos productos, a la vez que ayudó a equilibrar el presupuesto fiscal”[8]. Viejos discursos reencauchados, que condujeron nuevamente a desastres probados. Con el Banco Central del Ecuador “autónomo”, en los mismos términos que hoy están pretendiendo convertirlo con la Ley Económica Urgente enviada a la Asamblea Nacional, en ese entonces el gobierno democratacristiano, mediante Regulación 101 de la Junta Monetaria, en medio de una profunda crisis fiscal, en 1983 decidió que el Estado asuma la deuda externa (en dólares) del sector privado, bajo el instrumento conocido como “sucretización”. En esta decisión “autónoma” del Directorio del Banco Central “autónomo” de esa época, este se convirtió en el nuevo acreedor (en sucres). En mayo de 1982 el BCE se compromete a entregar las divisas necesarias para atender el servicio de la deuda privada, a un precio de 35 sucres por dólar. Sin embargo, esto no fue suficiente para los poderosos deudores. Estos presionaron para que se genere un subsidio a los empresarios deudores en el exterior que hasta ese momento no había tenido parangón en la historia nacional. El 20 de junio de 1983 y tras fuertes presiones de los deudores a las que cedió el gobierno de Hurtado, fijó el tipo de cambio para el pago de la deuda externa privada en 50 sucres por dólar y estableció una comisión de riesgo cambiario para un período de hasta 3 años. La deuda externa privada alcanzaba los 1.628 millones de dólares equivalente al 14,6 % del PIB de 1983 y a un cuarto de la deuda externa total del país. Según información de la época, el 52,3 % de esa deuda nunca entró en el circuito productivo doméstico.

 Si el experimento que hizo el gobierno democratacristiano de Oswaldo Hurtado fue terrible, lo que vendría luego, durante el gobierno de los conservadores Sixto Durán Ballén y Alberto Dahik, fue peor. El 11 de mayo de 1994 ese gobierno firmó otro acuerdo con el FMI. Este profundizó la desregulación y apertura que ya se venía impulsado desde el inicio de ese gobierno: apertura del comercio internacional y la cuenta de capitales, flexibilización laboral y desregulación bancaria. Mismos paquetes fallidos que hoy pretenden vendernos, sin cambiar siquiera los empaques. Se introdujo una Ley de Régimen Monetario y Banco del Estado (LRM de 1992) que modificó el sector público financiero y sobre todo las operaciones del Banco Central; Ley de Promoción de Inversiones (LPI de 1993) que eliminó las regulaciones al capital y liberalizó los flujos (hacia adentro y hacia fuera); Ley General de Instituciones del Sistema Financiero (LGISF de 1994) que redujo las atribuciones de supervisión y regulación y liberalizó las actividades de las instituciones privadas. Todas estas reformas hicieron del Ecuador uno de los países más desregulados de América latina. ¿A dónde nos condujo toda esta línea de desregulación? A la crisis bancaria de 1998, a la crisis financiera de 1999 y a la gigantesca devaluación del sucre que precedió a la dolarización de enero de 2000, con pérdidas económicas, sociales y humanas irreparables.

 “Varios de los más grandes bancos tenían malas prácticas a través de sus ramas off shore, por ejemplo, el Banco Popular ‘vendió malos préstamos en el último día de un mes a una subsidiaria no bancaria para ocultar su cartera vencida’; o, Banco La Previsora ‘usó sus oficinas off shore para invertir en propiedades pero clasificó esa inversión como préstamo’ (…) Los límites a los préstamos vinculados y a la concentración de créditos fueron ‘fácilmente evitados registrando las operaciones off shore o escondiéndolas en las coberturas legales domésticas’”. Esta no es una cita de un revoltoso o de un intelectual rojo o dirigente de organización popular alguna. No, lo es de auditorías internacionales realizadas en 1999[9].

Hernández nos acusa de desmemoriados, pero la verdad es que tenemos memoria y no solo memoria selectiva. Nos acordamos de los desastres a los que nos ha conducido el dogma de fe de los amigos del aprendiz de psiquiatra, Hurtado, Dahik, entre ellos. Junto a Pedro Páez ya en los inicios de los años ochenta militabamos activamente en el movimiento estudiantil universitario que desde esa época buscaba un nuevo Ecuador, frase que al parecer le da urticaria al mencionado. Ya desde esa época estábamos comprometidos con la transformación, actitud que la hemos mantenido a costa de molestar al poder de turno. El desmemoriado es Usted José Hernández, pues en una larga réplica a un artículo suyo el 18 de febrero del 2015, ya le expresaba cuál era mi posición bajo el título: “La izquierda crítica al correismo: memoria y responsabilidad”. Porque usted bien sabe, a pesar de su memoria selectiva, que cuando tuve que expresar críticas políticas al gobierno del Presidente Rafael Correa, lo hice. Lo hice de frente. Lo hice de manera pública. Lo hice mientras él estaba en el poder, no por la espalda, no esperando a que se haya ido, no tirando la piedra y escondiendo la mano. Frontal. En esa línea crítica incluso no estábamos de acuerdo con algunos de los firmantes del actual documento que tanto le ha disgustado. Pero yo se reconocer lo principal de lo banal. Y lo principal es mantener la coherencia política e intelectual. Eso nos lleva a coincidir con otros pensamientos, distintos y a veces contradictorios, en esta gran alerta al país sobre los resultados a los que esta Ley Económica Urgente le puede conducir.

Haciéndose eco de lugares comunes, sin un ápice de conocimiento o evidencia empírica que lo sustente repite que “el mamertismo (en colombiano) político que los indujo a usar fórmulas que condujeron el país al despilfarro y al endeudamiento. De lo contrario, Ecuador no estaría donde está”. Revise las cifras. Hágase una opinión con cabeza propia. Ejerza de periodista de verdad. Le reto, como les he retado a otros de los publicistas de ese lugar común a que me digan ¿cuál de los indicadores económicos relevantes está mejor hoy, con respecto a lo que estuvo durante el gobierno anterior? Ya han pasado tres años. Ya no se puede seguir echando la culpa al anterior. Mire que esos garridos no le sirvieron a Macri. Le reto igual, a que mire las cifras de deuda de finales del 2009, año en el que me desempeñé como Ministro Coordinador de Política Económica del Presidente Correa y compare con los sucesos de los últimos treinta meses. Hágalo, porque de lo contrario soy yo el que puede decir que es el mamertismo (en ecuatoriano) el que le induce a repetir lugares comunes y verdades a medias, sin sustento, ni prueba.

 Hace Usted de juez, como es su costumbre, pues ya ha dictado sentencia sobre actos del “gobierno anterior” al que acusa (en una extraña sentencia a un colectivo: el gobierno, y no a las personas, como dicta el elemental conocimiento del derecho) “de la más voluminosa corrupción de la que se tenga memoria”. Tiene una obsesión con la memoria (selectiva eso sí). Cada vez es más conocido cómo actúan los publicistas al respecto. Supongo que recomendarle los múltiples artículos y estudios del intelectual estadounidense Noam Chomsky sobre la posverdad y las fake news es insensato de mi parte, pero ahí se lo dejo[10].

Como muestra esta amplia respuesta, creemos en el diálogo. En el diálogo entre los que pensamos igual y entre los que pensamos distinto. Por eso nuestra postura, durante los aciagos días de Octubre ocasionados por la tozudez del gobierno, siempre fue el llamado al diálogo. Si se hubiera hecho a tiempo, quizás  nos hubiéramos ahorrado las irreversibles pérdidas de 11 vidas y los más de 1.300 heridos (muchos de ellos con pérdidas también irreversibles de sus ojos). Tremenda lección al respecto del Presidente Evo Morales, al que seguramente Usted tampoco estima, que cede ante el golpe de Estado para evitar mayor dolor a su pueblo.

Finalmente, para su memoria selectiva: Pablo Dávalos, Pedro Páez y yo fuimos funcionarios en el Gobierno de Alfredo Palacio. Pedro Páez, Katiuska King y yo, fuimos ministros durante el primer gobierno de Rafael Correa. Carlos de la Torre y Andrés Mideros fueron ministros durante la primera parte del gobierno de Lenín Moreno. Haga al menos de periodista.


[1] Stiglitz, Joseph, El Malestar en la Globalización, Ed. Taurus, Madrid, 2002, p.121.

[2] Ibidem, p.143

[3] Krugman, Paul, Acabemos ya con la Crisis, Letras de Crítica, Barcelona, 2012, p. 156.

[4] Sachs, Jeffrey, El Fin de la Pobreza. Cómo conseguirlo en nuestro tiempo, Debate, Bogotá, 2006, p. 121

[5] Varoufakis, Yanis, El Minotauro Global. Estados Unidos, Europa y el futuro de la economía mundial, Debolsillo, Barcelona, 2015, pp. 267 – 268.

[6] https://www.perfil.com/noticias/argentina-volatil/axel-kicillof-el-proximo-gobiernodebera-sentarse-con-el-fmi.phtml

[7] Ver, Banco Cental del Ecuador, Memoria de 1986.

[8] Banco Central del Ecuador, Visión de la Crisis de la Economía Ecuatoriana, Quito, 1984, p. 196.

[9] Cita de Mesías, Andrea, “La crisis bancaria de 1999: un análisis a partir de la teoría de la información asimétrica”, en Cuestiones Económicas Vol. 18, No 23, Banco Central del Ecuador, 2002.

[10] https://lamenteesmaravillosa.com/la-posverdad-y-las-fake-news-segun-noamchomsky/

Por Editor